LA RIOJA. Camino de Santiago.
Para este año tocaba el tramo Logroño-Burgos, en cinco
etapas. El día anterior llegué a Logroño, magnífica ciudad como siempre, aunque
está menos animada porque es época de vacaciones y lunes. Visita a la ciudad y
a las calles Laurel, San Juan, etc., antes de pasar la noche en las
claustrofóbicas habitaciones del Albergue Municipal, con mucho calor, donde no
se puede dormir.
El alba va pintando conforme salimos de Logroño, en esta
primera etapa hasta Nájera, acompañados por las omnipresentes viñas, entre las
que un tractor esparce líquido pulverizado poco antes de La Grajera, embalse y
gran centro recreativo entre pinos. Una subida no muy fuerte nos deja en el
Alto de la Grajera, donde, como en otros lugares, se aprovecha la valla
metálica para poner cruces hechas con palos.
En la bajada se aprecia bien Navarrete, acurrucado en el cerro Tedeón, aunque antes se pasa por
las ruinas del antiguo hospital de peregrinos “San Juan de Acre”. En el pueblo,
blasones de antiguas casonas, una gran iglesia y el monumento a los alfareros, importante
y antigua actividad. En la salida, en el cementerio, se colocó la portada del
antiguo hospital, con un capitel que narra la lucha entre Roldán y Ferragut -al
igual que los de Navarra (Estella, Villamayor de Monjardín, etc.)- y una placa
en memoria de una peregrina aquí fallecida.
Seguimos entre viñas. En esta ocasión no voy a Ventosa –cuyos habitantes son conocidos
como “lechoneros” por su comercio con
el ganado de cerda-, que queda a la izquierda, en alto, y que desarrolla una
propuesta artística “1 kilómetro de arte”,
en la que participan reconocidos artistas, vecinos y peregrinos para “trasladar el arte al entorno natural”. La
mañana comienza a arder y la vegetación de encina y las tierras rojizas nos
acompañan hasta el Alto de San Antón, donde hay montoncitos de piedras colocadas como en otros
lugares, que simbolizan algún peso psicológico del que el peregrino se va
desprendiendo. En la bajada se divisa Nájera a lo lejos, pero antes se pasa por
el Poyo de Roldán, en término de Alesón, lugar del combate entre Roldán y el
gigante sirio Ferragut, que terminó con la muerte de éste tras dura batalla.
Apretado por la sed, llego con ansioso alivio a Nájera, atravesada por el río
Najerilla, que presenta el aspecto impecable de siempre. En el año 1044, el rey
García Sánchez III salió a cazar y vio cómo su halcón perseguía a una perdiz
hasta una cueva en la pared de la montaña, donde encontró un lucernario, una
campana y un jarrón con un ramo de azucenas blancas. Más tarde fundó aquí un
oratorio. En la visita a Santa María la Real se recuerda la leyenda y se
admiran los distintos elementos, ahora convenientemente restaurados de los
largos surcos del descuido en un proyecto denominado “El color y la piedra” que ha incluido la Virgen de la leyenda –Retablo
Mayor-, la Virgen de la Rosa –cueva-, el Panteón de Infantes –antigua Real
Capilla-, Panteón Real –muerte y fama, donde escuchamos lo que nos quieran
contar los muertos convertidos en piedra- y los retablos.
Aquí somos peregrinos de la historia, pero, además de la
visita a Santa María la Real, aprovecho para ver a mi compañero de la tertulia
del jacuzzi en el gimnasio, Domingo, y a su familia. La luz, que empieza a
desvanecerse, va dejando vacío el cielo. Muere el atardecer y comienza la
noche. La noche de verano sustituye al día. El Albergue Municipal –bien,
sencillez en algunos aspectos pero aire acondicionado en el dormitorio,
donativo- nos acoge por la noche.
Cuesta abandonar Nájera. Es bonito, se preparan fiestas y
hay una dura subida para empezar, en frío, en la límpida y fresca paz de la
aurora, porque el día no ha levantado todavía. Ha cambiado el tiempo, es más
fresco y hay más nubes. Lo que no ha cambiado son las tierras rojas y las
viñas, entre las que llegamos a Azofra
y su “fuente de los Romeros” (así se
llamaban a los que iban a Roma, Palmeros a los que se dirigían a Jerusalén,
pero Peregrinos a los de Santiago de Compostela). En su picota, ahora
urbanizada, hay un joven atendiendo a su hijo pequeño en una estampa
conmovedora.
Aunque siguen las viñas, el cereal va aumentando su
extensión. El camino se separa nuevamente de la carretera y asciende hasta
Cirueña, donde el verde de su campo de golf destaca del amarillo de los
rastrojos y del distinto verde de su dehesa de roble rebollo. Una gran
urbanización parece toda en venta, por la cantidad de letreros. Café en el
pueblo, donde en el año 960 el Conde Fernán González, perseguido por el Rey de
Pamplona, se acogió a “Lugar Sagrado” en la iglesia, y al que le fue concedido
en el año 972 el primer “Fuero Vecinal” de La Rioja. Cerca queda el Alto de
Matacón, con encina y roble en el monte y cereal en el resto.
En la bajada se ve Santo
Domingo de la Calzada cuyo magnífico albergue –ss. XVI-XVIII- la Casa de la
Cofradía del Santo –fundada por Santo Domingo en el s. XI- es de lo mejor del
Camino, y donde coincido con Domingo y Javi, catalanes, de
piernas y botas de siete leguas. Visita: Catedral, calle Mayor (antigua
Carnicería, casa de los Ocio, etc.), murallas s. XIV, Plaza de España (extrarradio,
antiguo mercado y plaza de toros, s. XIV, se crea con la construcción de la
muralla, Ayuntamiento barroco s. XVIII, escudos de los Borbones y de la ciudad,
escultura de la diosa Fama), otras plazas, Paradores, etc., hasta la luz
mortecina del crepúsculo. Por la noche, nos invitan a los peregrinos a
presenciar el último ensayo general de “Los
Milagros del Santo”, que se va a representar en el fin de semana.
La tercera etapa, que nos va a llevar hasta Belorado, la
iniciamos cruzando el Puente de Santo Domingo sobre el río Oja, sin agua,
cuando la aurora comienza a colorear el horizonte. Pasamos por la Cruz de los
Valientes, conmemoración de la solución a una discrepancia entre Santo Domingo
y Grañón por la posesión de una dehesa de roble entre ambas poblaciones. Para
evitar una guerra más extensa, contendieron dos caballeros, uno por cada lugar,
la mañana de San Juan, en la dehesa convertida en Campo de la Verdad. Venció
Martín García, robusto mozo grañonero.
Ha desaparecido el viñedo. Ahora, además de cereal hay
girasol, lo que acentúa los contrastes cromáticos. Pasamos junto a la iglesia
de San Juan Bautista (ss. XV-XVIII, pila bautismal románica), en Grañón. Poco después, se abandona La
Rioja y se entra en Castilla y León, en la provincia de Burgos.
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