viernes, 27 de julio de 2018



Olmedo

Quién señor de Castilla quiera ser, a Olmedo de su parte ha de tener”. Este refrán indica la importancia que llegó a tener la población cuyo nombre se debe a la abundancia de olmos en su término. Fue reconquistada en el s. XI por Alfonso VI y repoblada bajo el fuero de Roa, participando en todos los avatares políticos de la época hasta que dependió de la princesa que sería la reina Isabel la Católica. También recibió el nombre de “Villa de los Siete Sietes, pues poseía siete pueblos de su alfoz, siete arcos de entrada, siete iglesias, siete conventos, siete plazas, siete caños o fuentes y siete casas nobles”.


De su esplendoroso pasado conserva las murallas y Arco de San Miguel, iglesias mudéjares (San Miguel, San Andrés –s. XIII, la “olma” en la plaza), iglesias de varios estilos como Santa María del Castillo (portadas románica s. XII, mudéjar s. XV y gótica s. XVI; sillería s. XV, retablo y relicario s. XVI, retablo s. XVII), monasterios como el de la Concepción (reja románica, artesonado s. XVI), conventos como Nuestra Señora de la Merced Calzada (actual Casa Consistorial), etc.

En 1999 se abrió un espacio de ocio que hace referencia al pasado artístico de esta localidad y de la Comunidad de Castilla y León: El Parque Temático del Mudéjar. En una extensión de unos 15.000 m2 se distribuyen veintiuna réplicas arquitectónicas a escala 1:8, que recorren el mudéjar castellano-leonés. El Parque es, además, un vergel: cuenta con más de trescientas plantas que incluyen acuáticas y palustres, coníferas, frondosas y arbustos y plantas de flor. Esta vegetación permite hacer a la sombra parte del recorrido. El agua también está presente en lagos artificiales, ríos y un estanque. Una visita que no sólo puede gustar a los pequeños.

En el Palacio Caballero de Olmedo se ha preparado otra visita lúdica que, mediante modernas técnicas expositivas, nos acerca al Siglo de Oro (el Imperio, Colón, la magia) y al teatro de Lope de Vega (teatro virtual, jardín de doña Inés), que escribió una obra con ese título. Un acertado resumen nos refresca la memoria sobre la obra, que termina con el asesinato del caballero: “Que de noche le mataron, al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo”.


En la parte de atrás del Palacio, en la Corrala, se desarrolla el principal objetivo de este viaje, la XIII edición del Festival Olmedo Clásico, en este día con la obra “El criticón”, de Baltasar Gracián, en la versión de Alfonso Plou, José Luis Esteban y Carlos Martín, representada por el Teatro del Temple, con la dirección de Carlos Martí. El grupo, como Gracián, Goya o Buñuel, son aragoneses y, a su modo, surrealistas. Clarividentes en la crítica, utilizan el humor de doble intención. Gracián es capaz de sintetizar una sentencia profunda, un juego de palabras y una chispa de humor o ironía en una misma frase.



La ilusión y el desenfreno de las edades tempranas sólo pueden desembocar en la amargura gélida de la vejez”. El pesimismo existencial del s. XVII queda bien representado por el conceptismo, concisión en la expresión con las menores palabras, lo que lleva a una elevada densidad de contenido. El pesimismo del hombre desengañado y observador, que anhela desvelar todas las falsedades. Ética del desengaño, en la que el hombre sólo puede alcanzar su dignidad a través de la prudencia de no dejarse engañar en un mundo en el que nada es lo que parece. Este novelón filosófico-alegórico critica a una Europa ensimismada en sus miserias, falsa e hipócrita, que no está alejada de la realidad de hoy.


La obra tiene carácter universal. Andrenio y Critilo representan la pasión y el juicio, el primitivismo y la reflexividad, el instinto y la voluntad. Representan la inevitable evolución personal. Y Felisinda, la felicidad, es el horizonte de este catártico viaje. La búsqueda de la felicidad es universal.




Este grupo, que ya ha tenido otras aventuras originales, otras puestas en escena atrevidas, se atreve a representar en 95´una de las obras cumbres del Barroco. Un reto estimulante y complejo, un trasvase genérico, traduciendo la obra con libertad pero yendo a la esencia, relatando el viaje catártico, vital, de alegoría en metáfora, de un país a un sueño, con la premisa de que esa época no es tan distinta a la nuestra, que la realidad puede ser la misma.


Lo lúcido y lo lúdico caminan de la mano, por eso la obra es entretenida y divertida en primer lugar y ácida y reflexiva después. En el espectáculo, Critilo y Andrenio son acogidos en una extraña embajada por el embajador Salastano y sus amigos, a los que van a contar su viaje. La dificultad de escenificar un viaje en un espacio único se solventa con el uso de la música y la luz, y con un mobiliario tan escaso como polivalente, una mesa central que se utiliza de múltiples formas.



En conjunto resulta una obra muy animada, sin demasiadas reflexiones individuales, en grupo, con música y con algunas inevitables concesiones “comerciales” que se agradecen para aligerar el peso del fondo de la obra y de las frases textuales. Es un día entre semana y el teatro está prácticamente lleno. Da gusto ver el interés de la gente por el maravilloso espectáculo del teatro.


Fotografías: Web del Festival



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