viernes, 20 de julio de 2018


Las Médulas. 



Constituye un “paisaje cultural” resultado de la explotación minera de oro romana, situada en el pueblo homónimo, en El Bierzo, al NO de los montes Aquilanos y junto al valle del río Sil, en la fosa tectónica formada en el Terciario durante la Orogenia Alpina, con alteraciones que dieron lugar a la aparición de “subunidades” como esta subfosa, amplia zona sedimentaria. Los trabajos de extracción del mineral supusieron la alteración del medio ambiente que ha devenido en un paisaje de arenas rojizas miocenas, cubiertas en parte  por vegetación. El topónimo es parecido al monte Medulio, holocausto de galaicos, cántabros y astures, que prefirieron darse muerte antes que entregarse a los romanos, cuya ubicación se desconoce.

Poblado metalúrgico de Orellán
La zona estuvo ocupada por comunidades agrarias que habitaban en castros. Sociedad castreña. Cada uno, compuesto por varias familias, era independiente y autosuficiente y explotaba un territorio con una economía de tipo doméstico. La muralla que rodeaba cada asentamiento es el símbolo de la unidad de la comunidad-castro. En cada uno había una familia que se dedicaba a la producción de objetos de metal –bronce, hierro- y los suministraba a las demás familias intercambiándolos por productos agrarios. Sus conocimientos tecnológicos podían abarcar trabajos de orfebrería en oro y plata.

Los pueblos indígenas prerromanos ya explotaban el yacimiento bateando los depósitos superficiales (placeres fluviales) formados por la acumulación de minerales tras ser desmenuzados por la acción de agentes atmosféricos y arrancados y transportados por las corrientes de agua.




La Cuevona
El fin de estas comunidades y de sus relaciones sociales llegó con la conquista romana. La muralla derribada del castro de Borrenes es un ejemplo de la violencia empleada. La nueva forma de extracción de recursos reordenó el territorio, la población y la producción. La actividad agraria, predominante, quedó condicionada por las exigencias de la explotación minera. Se abandonaron los castros anteriores y surgieron nuevos asentamientos caracterizados por su jerarquización  y su diferenciación funcional, apareciendo nuevas formas de desigualdad social: el de Las Pedreiras era un núcleo residencial aristocrático de las clases dominantes locales; el de Orellán representa al grupo social mayoritario, el de los productores, y generó excedentes agrarios y artesanales además de su actividad metalúrgica.

La Encantada
Los trabajos quizá empezaron en época del emperador Octavio Augusto, quien dirigió personalmente las acciones para conquistar a los pueblos del norte de la Península entre el 26 y el 19 a.C. Quedó incluida dentro del Conventus Asturum, provincia Hispania Citerior, y fue una de las mayores minas de oro a cielo abierto del Imperio.



La mina se explotó durante unos 250 años, se removieron unos 300 millones de metros cúbicos de tierra y se extrajo gran cantidad de oro, aunque quizá menos de lo que se ha supuesto. Plinio el Viejo, que en su juventud fue administrador, da cantidades exageradas. También serían menores las cifras de trabajadores, que pudieron llegar a los 20.000.

Sobre la dureza del trabajo, Plinio, que explica los procedimientos empleados –oscuridad, turnos, derrumbes, etc.-, dijo que “es menos temerario buscar perlas y púrpura en el fondo del mar que sacar oro en estas tierras”. Floro apunta que: “…así, los astures, esforzándose en la profundidad, empezaron a conocer sus riquezas mientras las extraían para otros”.



La zona reunía una serie de circunstancias favorables para su explotación: tierras de aluvión, abundancia de agua y pendiente para usarla como fuerza, desagüe hacia el Sil. El sistema utilizado era “ruina montium”: se canalizaba el agua de los riachuelos y se embalsaba en la parte alta, soltándola a través de las galerías horadadas, de fuerte pendiente; la fuerza del agua deshacía la montaña y arrastraba las tierras a los lavaderos. Los canales tenían una longitud total de unos 300 km, con una pendiente de 0,6-1%, algunos en forma de túnel. Una de las captaciones venía desde la falda NE del monte Teleno. El trazado de los canales exigía poner en práctica una serie de conocimientos y técnicas topográficos. Era el ejército el encargado de estas tareas y del manejo de instrumentos específicos, como el coróbata y la dioptra. Sin embargo, la construcción y mantenimiento de la red hidráulica recaía sobre las poblaciones locales.



Las minas eran propiedad del Estado y estaban gestionadas directamente por el fisco imperial. Eran tierras públicas participando en la organización de los trabajos las civitates vecinas. El trabajo que las comunidades indígenas realizaban en las minas era parte del tributo que las civitates debían al fisco, haciéndolo compatible con el desarrollo de las actividades agrícolas y artesanales.

De esta explotación surgió en entorno paisajístico actual, paraje histórico-arqueológico, modelado antrópico espectacular, atormentado, con los conglomerados y arcillas del Terciario dando lugar a cárcavas y cortados en materiales de intenso color rojizo. Al abandonarse la actividad, en el s. III, la vegetación colonizó la zona, oponiendo su verde al rojo de la tierra. Al ser un clima mediterráneo con gran influencia atlántica, dentro de los ecosistemas forestales existe gran variedad, desde los bosques de ribera (sauces, alisos, álamos) a encinares y rebollares.

La gran transformación vino por la introducción –quizá por los romanos- del castaño, el árbol emblemático, convertido en cultivo, que se asienta sobre el sustrato silíceo, mientras en el calizo abundan los nogales. A consecuencia de los incendios se ha desarrollado mucho el matorral a base de aulagas, escobas, jaras, retamas, brezos, etc. Y se dice que el lago de Carucedo se formó por el estancamiento del agua utilizada. Desde sus inmediaciones puede iniciarse la visita, en dirección al pueblo de Las Médulas, lo que permite visitar las cuevas de La Encantada y La Cuevona.



Puesto que existe una senda perimetral, la visita a la explotación puede iniciarse en varios lugares, como el Mirador de Orellán, donde pueden verse unas galerías, túneles que formaban parte de la antigua red hidráulica, parte de un canal que introducía el agua en la red de minado del interior de la montaña. Este canal se iniciaba en el vecino depósito de La Horta y penetraba en la montaña de Pracias por una entrada hoy derrumbada (el acceso actual es posterior). Dentro pueden apreciarse diversos ramales o galerías que se bifurcan, hechas a mano con picos, mazos, etc., cuyas marcas persisten.


Desde cerca del Mirador puede seguirse el Camino de los Conventos con la posibilidad de ver uno de los canales (área El Valgón), una panorámica de la red hidráulica (área Jardines del Rey), depósitos, etc. Al final, en la carretera Carucedo-Las Médulas (área La Frisga), puede verse un sistema de explotación diferente de la del Mirador (ruina montium), por surcos convergentes.



Enrique Gil y Carrasco dejó esta descripción: “Esta montaña, horadada y minada por mil partes, ofrece un aspecto peregrino y fantástico por los profundos desgarrones y barrancos de barro encarnado que se han ido formando por el sucesivo hundimiento de las galerías subterráneas y la acción de las aguas invernizas, que la cruzan en direcciones inciertas y tortuosas. Está vestida de castaños bravos y matas de roble, y coronada aquí y allá de picachos rojizos y de un tono bastante crudo, que dice muy bien con lo caprichoso y extravagante de sus figuras. Su extraordinaria elevación y los infinitos montones de cantos negruzcos y musgosos que se extienden a su pie, residuo de las inmensas excavaciones romanas, acaban de revestir aquel paisaje con un aire particular de grandeza y extrañeza que causa en el ánimo una emoción misteriosa”.


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