Chorrera del Hornillo.
La Comunidad de Madrid posee un magnífico muestrario de
cascadas, entre las que deben señalarse la del Purgatorio, los Litueros, San
Mamés, el Hervidero, Mojonavalle, los Chorros del Manzanares, la Ducha de los
Alemanes, la Poza de Sócrates y cascadas de las Guarramillas o la de la Presa
del Pradillo. Hoy vamos a ver la Chorrera
del Hornillo.
Pasamos por Robledondo,
a 1.360 m de altitud, pueblo del s. XIV desde el que se llevaron materiales
para la construcción de El Escorial. Tiene ejemplos de vivienda rural y de arquitectura
agropecuaria y son conocidos sus Carnavales, “Los Máscaros”, que no se han
dejado de celebrar. Se caracteriza por sus bosques de robles, el duir de los
druidas, ya que el territorio corresponde al piso bioclimático
supramediterráneo, relativo al melojar o rebollar, aunque esta vegetación
potencial está muy transformada por el uso ganadero, encontrándose pocos
árboles de gran tamaño. Desde aquí hay otra ruta hacia la cascada, pero
seguimos hasta el Área Recreativa al
lado del puente del Río Aceña, confluencia de este río con el arroyo del
Hornillo, comienzo de la ruta señalizada.
Siguiendo el curso del arroyo se avanza sin posible
pérdida por una zona muy arbolada, con buena parte a la sombra, ascendiendo, cambiando
de margen. El recorrido es abrupto, ocupado por los relieves del sur de la
Sierra de Malagón -últimas estribaciones occidentales de la Sierra de
Guadarrama- y configurado por la acción erosiva de la red de drenaje del río
Cofio, formada por el río Aceña y arroyos como el Hornillo, que se han adaptado
a las fracturas de los grandes bloques de materiales silíceos, granito y gneis,
originando gargantas y escarpes. Es un mundo mineral y vegetal a la vez, de
corrientes aguas.
Se atraviesa una espesa zona de robles y pinos (resinero –pinus
pinaster- y silvestre –pinus silvestris-), aunque también hay encinas, avellanos
y, cerca del cauce, en un ecosistema de ribera bastante bien conservado, chopos,
olmos, fresnos, sauces, etc. El árbol, estable, dotado de longevidad y
silencio, organiza la naturaleza, es una arquitectura. El monte bajo -jara, rosal
silvestre, majuelo- también ocupa gran extensión. La sombra suaviza la dureza
de la ascensión en este día caluroso. A una distancia de 1,5 km aproximadamente
se llega a la Chorrera, cascada de unos 10 m que se desliza por un canchal al
que ha pulido. Es el punto ideal, espectacular, de la ruta, donde cumplimos con
el ritual de mojarse los pies en el límpido río mientras disfrutamos en minutos
eternos de la atmósfera húmeda y reconfortante que crea la cola de caballo, en
este espectacular valle encajonado abierto por el arroyo de limpias aguas, en
este remoto rincón de encanto indolente, alejado de la influencia de lo
urbano. En el cielo azul y silencioso se recorta el vuelo lento de una rapaz,
quizá un águila imperial.
El sendero trepa después aguas arriba del arroyo en medio
de pequeños parajes encantadores, de pequeños saltos de agua, hasta que un km
adelante las especies arbóreas son sustituidas por enebros, piornos y pastizales
de montaña. Queda una dura subida, por zigzagueante sendero, hasta la divisoria
de aguas entre el arroyo del Hornillo y el río Aceña a 1.380 m de altitud.
Estamos cerca del límite de la Comunidad de Madrid con la de Castilla y León,
cerca del embalse de la Aceña donde se refleja Peguerinos, ya en la provincia
de Ávila. La mayor parte de la superficie está ocupada por pastos naturales,
fruto de complejas asociaciones vegetales y animales, perpetuados por el propio
uso ganadero que ha generado un paisaje antrópico o cultural de alto interés
ecológico. Esta presencia ganadera se aprecia en los cerramientos que
fragmentan la estructura de pastos, en las zonas de arbolado disperso como las
dehesas de melojo o incluso de fresno en zonas más húmedas, etc.
El camino desciende bruscamente en paralelo al Aceña, que
ha nacido en Ávila, hasta que el edificio de la escuela de pesca nos indica el
final. El Aceña vierte sus aguas al Cofio y éste al Alberche. A pesar de su
escasa longitud, su nombre puede hacer referencia, según el antropólogo Julio
Caro Baroja, a los molinos que funcionaban a lo largo de su trayecto, de los
que se conserva algún vestigio ruinoso. En esta parte final, en las zonas de
campiña, todavía se ve algún cultivo tradicional, pero su superficie se ha reducido
por el abandono de la agricultura producido por la despoblación del territorio.
Queda algo de ganadería, cuyo retroceso favorece la ocupación de los pastizales
por arbustos de sustitución como la jara y la retama, y, al lado del
aparcamiento, los rojos frutos de unos cerezos cercanos al cauce ponen la nota
de color en el verde paisaje.
Continuamos hasta Santa
María de la Alameda, a 1.420 m de altitud, que nació en el siglo XIII como
aldea ganadera al lado de la Cañada Real leonesa Oriental, en el ámbito de
influencia de Segovia a la que pertenecía, por repoblación de pastores, siendo
el Puerto de la Cruz Verde un descanso para la trashumancia. Después fue un campamento
de canteros para levantar El Escorial. La llegada del ferrocarril facilitó las
comunicaciones y dio impulso económico, pero dividió la población, que cuenta con su Iglesia de Santa María, del siglo XVI, con bóveda de crucería
tardogótica, y con ejemplos de arquitectura agropecuaria (potros de herrar
ganado, herrerías, pilones, hornos de cal). El entorno tiene abundancia de
agua, gran riqueza forestal y conserva fortines y trincheras de la guerra
civil. Las actividades humanas siempre causan deforestación, pero la más
destacable fue en el s. XVI, durante la construcción del Monasterio de San
Lorenzo de El Escorial. A finales del s. XIX se inició un proceso de
reforestación de los montes.
Es la hora de comer. Cruzando duras parameras, con
marcado contraste paisajístico, vamos a Peguerinos,
a 1.351 m de altitud, un paraíso natural en la comarca de Pinares, donde rutas
de senderismo permiten disfrutar de vistas panorámicas impresionantes sobre la
sierra de Guadarrama. A los pies del pueblo, el embalse de La Aceña, un lago
sin la más mínima arruga, con su agua plana, como un espejo. Después de la
comida, como es miércoles, aprovechamos la entrada gratis en El Escorial.
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