miércoles, 9 de mayo de 2018


Ven y ríe.

Atendiendo a su amable invitación acudo al local donde tiene su sede la Asociación “Ven y ríe”, cuyos miembros están afiliados a la ONCE. Corre el mes de mayo y es un sábado en el que el sosiego marca las horas de la tarde. El día se viste de fiesta: hay ensayo. Antes hay una introducción a cargo de Cristina, la Asistenta Social –convertida en una dinámica y activa ejecutiva-, en la que explica el proceso en marcha de institucionalización del grupo, la redacción de los estatutos, la elección de los órganos de dirección, cargos, etc. -indispensable para que le sean otorgadas subvenciones, les faciliten el local, etc.-,  y la búsqueda de financiación y ayudas.

Expone los proyectos inmediatos, que son, además del estreno de una obra de teatro para finales de septiembre, la participación en un concurso de teatro leído -para lo que es necesario que uno de los actores sepa leer braille y que la obra tenga determinada duración- y la información sobre un plan para facilitar la promoción profesional de los afiliados. También está prevista la actuación del grupo “Spring Ladys”, que canta a capella.


Flotan en el aire y aún se respiran los recuerdos del ensayo anterior cuando toma la palabra  Víctor, el Director del grupo teatral, que aclara lo que se va a hacer hoy y da paso a Francisco Javier, uno de los participantes, quien explica docentemente a los demás, con una sonrisa llena de dientes, lo que es el “Juego de Rol”, en qué consiste exactamente y su virtualidad para el ensayo. Incide especialmente en la idea del personaje imaginario que asume cada jugador -diferente del otro u otros-, cuya personalidad debe desprenderse de sus diálogos y acciones pero sin un guion predeterminado, por lo que la historia se desarrolla según las decisiones que en cada momento adopten los jugadores. El director del juego, naturalmente, es el Director.



La temática de las historias debe consistir en asuntos controvertidos, turbios, inconfesables, que den pie a situaciones complicadas, por ejemplo las insinuaciones sobre la relación de un empleado con la mujer de su jefe, la disputa entre madre e hija por el rendimiento de ésta en el colegio, etc., proponiéndose algunas variantes sobre un mismo tema. En ese momento se produce un despliegue de energía: varias parejas (Mariano-Azucena, María-Rosa, Maricruz-Celia, Fco.Javier-Tsvetelina, Inés-Cristina, María-Irene) actúan con la misma situación y, al final de la misma, cambian de rol. Después, el Director, ordena el cambio de rol en la misma pareja sobre la marcha, con la dificultad que supone el que cada jugador siga la personalidad y el carácter que ha marcado el contrario.



Víctor, con un particular virtuosismo de gestos, palabras e inflexiones de voz, clarifica los detalles de cada situación cruzando una barrera de murmullos de aprobación. Volvemos la cabeza en dirección a él, expectantes, asintiendo con la cabeza como si subrayáramos sus frases. Al principio de cada juego pide atención, silencio y concentración a todos, especialmente a los jugadores  En un momento dado, ejemplificándolo con palabras de amor, tristeza, etc. –“el teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana” (Federico García Lorca)-, muestra su preocupación por la proyección de la voz, pide que no se baje el volumen para que pueda oírse bien en la sala.



Sus palabras se extienden por la sala como un círculo en el agua donde ha caído una piedra. Habla con entusiasmo. Es un alma alegre y gasta una gran sonrisa. Es hombre de pocas palabras y a veces dice más con los silencios. Las palabras apenas si rozan sus labios. Al finalizar cada juego, Víctor, pide opinión a todos para que se escuchen las distintas opiniones o versiones y se interiorice bien la situación. Disfrutamos de la exuberancia de matices en esta especie de trabajo en red.

El grupo se compone de personas de distintas edades y el relevo generacional –muy lejano- está asegurado con la presencia de jóvenes, como se pone de manifiesto en el juego de la madre y su hija, excepcional en el cambio de rol. Todos son naturales, frescos, y todos están muy bien artísticamente: además de las dotes innatas se nota la mano del Director en la forma como asumen los papeles con espontaneidad y agilidad. A veces, algún actor no puede contener la risa. Nosotros también sonreímos, atrapados en la alegría. Somos una sola sonrisa. Resulta muy divertido, cumpliéndose el aserto de Bertold Brecht: “El teatro consiste en representar figuraciones vivas de acontecimientos humanos ocurridos o inventados, con el fin de divertir”.

Los ensayos van progresando y para el próximo sábado se propone traer algo de vestuario, para crear escena, e inventar historias de dos-tres personajes. El ritmo se acelera algo pensando en los meses de verano. No han venido a pasar la tarde. Ponen las velas al viento suspirando por el futuro. La mente va por delante de ellos. Con estoica serenidad ante las adversidades de la vida, haciendo esfuerzos para vencer las rachas de abatimiento, eludiendo la tranquilidad de una vida de días iguales, hacen una especie de ejercicio de la voluntad. El contexto lo es todo. Son personajes barojianos, de acción. Es el empeño por la vida, que no les engaña; por eso siguen la opinión de Charles Chaplin: “La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”.

Cada uno ha traído una ilusión y una sonrisa que resulta contagiosa como una enfermedad. Cada uno hace muy buen papel. La inmersión en los personajes, al igual que la empatía con los demás, es total sin necesidad de llegar al objetivo final del juego, como Moliére, que redactó en vida su propio epitafio: “Aquí yace Moliére, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”.


A la foto final se suman José, Fernando, Carmen, Miguel y su maravillosa perra Capa. Se han ido gastando las horas del lento atardecer que sucumbe rápidamente, declina la mansa luz malva de esta tarde que nos ha calentado el corazón.

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