viernes, 27 de abril de 2018


La tertulia del jacuzzi.

Después de una vida de trabajo, curtidos por los vientos de la vida, la jubilación les permite disfrutar del ocio. En estos años otoñales, crepusculares, se ponen en marcha aunque sea para llegar a ninguna parte y nunca parecen llevar más prisa que cuando no tienen nada que hacer. No quieren quedarse sentados, viendo pasar la vida, ni viendo a las arañas tejer y recorrer sus telas. Su motivación consiste en que es la parada lo que exige una explicación, no la acción. Estando en el secreto de la pasividad activa o de la actividad pasiva, deben seguir, no pueden permitirse largas paradas en ningún lugar, menos aún en la melancolía.

Ahora viven al mismo tiempo todas las edades de la vida. Son todo el tiempo, un presente eterno sin fin y sin principio. Su mirada perfora el tiempo y vuelven a saltar a la vida. Como el ser humano está esclavizado a las exigencias de su cuerpo, de entre las múltiples aficiones personales siempre hay una que es el denominador común, la que une a todos: tratar de mantenerse físicamente en unas condiciones aceptables. Para eso, además de actividades en exterior como senderismo, la asistencia al gimnasio les permite otras ocupaciones diferentes como la natación, y asimismo resulta muy adecuado en días de mal tiempo, etc.

La simetría de sus vidas les ha traído a esta bella frivolidad arquitectónica, a esta antigua arquitectura fabril, industrial, a este limitado paisaje, al que cada uno llega cuando quiere. Unos aparecen apenas la aurora abre las puertas del día, apenas raya en el cielo la primera luz del alba, cuando escasamente la aurora comienza a colorear el horizonte. En cambio, el día madruga más que otros.

El inicio y desarrollo de la sesión de cada programa de entrenamiento es individual. Lo normal es que se comience haciendo cardio en la sala fitness: cinta, bicicleta, elíptica, etc. En este optimismo de pasos y pedales, todos son compañeros de sudores mientras algunos tarzanes, más jóvenes, tratan de muscularse con las pesas. La actuación continúa con una sesión suave en distintas máquinas de las modernas instalaciones, mientras se habla con otras personas, o con la asistencia a alguna clase en las salas de actividades.

Tras el paso por el vestuario, la mañana se sigue llenando con la natación libre en las calles señaladas del vaso principal de la piscina climatizada, donde hay que pelearse con otras personas, o con alguna clase en el vaso de enseñanza. El largo final de la sesión se desarrolla en el spa: cinco minutos, como manda el reglamento, en el baño turco y otros tantos en la sauna, separados por una ducha de agua fría. Toda esta actividad hace que los días pasen sin tocarles, no hay más que verlos. El relax llega al término de la sesión, en el jacuzzi que es el punto de reunión. Aquí el tiempo se detiene.

Cuando en otros lugares se izan banderas diferenciadoras, aquí se reúne gente de muchos lugares: Alcalá, Cuenca, Rioja, Ávila, Huesca, etc. Todos diferentes y todos iguales, todos atrapados en la alegría. Unos bajos o delgados, poquito estuche; otros altos, fuertes, ventripotentes o con barriga campechana, con vientre rotundo y risueño de dios tibetano. Unos con la cabeza bien protegida por un abundante pelo guillotinado muy corto; otros con un cráneo brillante pobre en cabellos. Unos hablan con suavidad, acariciando las palabras; otros con frases llameantes, incendiarias; alguno habla poco, con frases sintéticas, porque el que calla bien habla. Todos con la poesía del habla de la gente, con las palabras escritas en el agua en estas escaramuzas verbales típicas, con una risa franca y alegre que enriquece la mañana y que siempre flota en el aire.

Son hombres vacunados contra el desaliento, pero el mal flota bien y a veces se produce un susto: uno no se está haciendo más joven y se está a punto de dejar de hacerse mayor. En estos casos la cabeza es el peor enemigo: se empieza a ver cosas que no están y lo peor es que quizá no se ven las que están. Haciendo esfuerzos por vencer las rachas de abatimiento, tratando de insuflar un espíritu audaz en un ánimo decaído, aparece la preocupación de cada uno por los demás en los momentos aciagos.

El tiempo siempre tiene prisa, se escapa de las manos, pero éste es un momento infinito, aunque breve. El tiempo, suspendido, ya no existe; sólo existen ellos, con la sensación, por unos momentos, de haber sido expulsados del tiempo, de vivir en un limbo donde no existía el antes, el ahora ni el después, donde no se escuchan los rumores del futuro. En estos días geométricos, que giran una y otra vez, recorren juntos el sendero de la vida que ya no tiene el color de siempre.


Con el jacuzzi lleno, como si fuera una sala de espera, algunas veces la conversación les hace regresar a un tiempo pasado, pero no son parásitos del recuerdo, no suelen padecer ataques del pasado. La memoria no es el territorio de la nostalgia sino de la esperanza. Hay alegría en la escena. La tertulia se interrumpe para dejar sitio a otras personas. Arrugados como una pasa, saliendo por “la boca del Metro”, vuelven a los vestuarios donde la ducha pone fin a estos destellos de normalidad que supone el ir al gimnasio varios días por semana. Y con la ducha no sólo desaparece el sudor sino las preocupaciones.

Pero, en alguna ocasión, no acaba aquí la mañana. Tienen oído que la deshidratación es un grave peligro en la actividad deportiva, por lo que van a hidratarse al bar, al lugar adecuado para remojar la palabra, a reírse tras el cristal de la jarra de cerveza. Siguen su destino cósmico tomando juntos unas cervezas o unos vinos, como en un trabajo en red. Es el colofón de una sencilla amistad, espontánea, verdadera, sincera, desinteresada.


Con mi gratitud por la forma en la que me han admitido en el grupo, dedicado a (orden alfabético) Domingo, José, Luis, Paco, Rafa, etc., etc.

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