lunes, 23 de abril de 2018


Burgos: Museo de la Evolución Humana y Sierra de Atapuerca.
 

AUDEMA (Asociación Universitaria de Mayores), a través del interesantísimo Taller de Arqueología “La Prehistoria a través de la Arqueología Experimental”, que dirige el profesor D. Daniel Sanmarti Esteban, ha programado esta visita a Burgos para centrarnos en dos puntos importantes: el Complejo de la Evolución Humana, en Burgos, y los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca.

Comenzamos por Burgos, ciudad que ya tiene su principal fuente turística en este Complejo, centro museístico y divulgativo. Entramos al Museo, una gran caja de luz, por el nivel 0, pero descendemos al -1, cuatro grandes módulos inclinados con vegetación en la parte superior, como la Sierra, separados por pasillos, como la trinchera del ferrocarril. Nuestro guía, muy ameno, -nuestras miradas puestas sobre él- hace una amplia introducción explicando la evolución del paisaje: el fondo marino precipitó el carbonato cálcico y formó la roca caliza de la Sierra de Atapuerca, que emergió durante el Terciario –orogenia Alpina- colmatando la cuenca hasta que se vació por ríos como el Arlanzón, que fue disolviendo la roca formando un paisaje kárstico, con ríos subterráneos, y, al encajarse, permitió que las cavidades quedaran inactivas y pudieran ser visitadas por grupos humanos y otros mamíferos.

La documentación medieval, s. X, ya situaba estas cuevas, que se exploraron en el s. XVIII y se publicaron en 1868. A finales del s. XIX una compañía inglesa construyó un ferrocarril minero que atravesó la Sierra a través de una gran trinchera que dejó a la vista las antiguas cavidades, colmatadas de sedimentos durante el Pleistoceno. Las investigaciones modernas se iniciaron en los años 60 y 70 del pasado siglo.

Los pasillos tienen unas reproducciones de las cavidades y un oso, Isidro, de nombre curioso como las piezas originales que hay en los bloques (bifaz de cuarcita “Excalibur”, Homo heidelbergensis, 500.000 años, “Miguelón”, la pelvis “Elvis”).



(Palmira)

Lucy, Australopitecos, 3,4 millones de años
Ascendemos al nivel 0, por donde hemos entrado, para ver explicada la teoría de Darwin, la evolución (“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta al cambio”), y una reproducción de parte del Beagle, su barco. Otros paneles ilustran sobre las distintas fases de la humanidad desde la selva africana hasta la colonización de Eurasia y unas esculturas idealizan a las distintas especies.

La explicación es minuciosa, lenta, y sólo nos queda tiempo para hacer una rápida visita a los otros dos niveles. En el 1 se explica la organización de los primeros pastores y agricultores, la evolución de la piedra, cerámica, minería, enterramientos, hábitat, agricultura, ganadería, el espíritu creador del Homo Sapiens (arte prehistórico), el habla y el control del fuego. El Nivel 2 está dedicado a la ciencia, a aparatos con experimentos, y a tienda.



Por la tarde, atendiendo la llamada del pasado, vamos a los yacimientos de Atapuerca. Otro guía muy simpático nos espera para advertirnos –ya al principio- que éstos son yacimientos arcopaleoantropológicos nada menos, ponernos un casco –bajo el que brilla el fulgor febril de la aventura en los ojos de los excursionistas-, llevarnos por la antigua trinchera del ferrocarril y pasar delante de la Sima del Elefante, el yacimiento en cueva más antiguo que se está trabajando en la Península Ibérica, con una antigüedad de más de 1.200.000 años.



El segundo yacimiento es el Complejo Galería, conducto vertical que funcionó como trampa natural en la que cayeron animales (ciervos, caballos y grandes bóvidos) hace cerca de 400.000 años. El Homo heidelbergensis accedía por la Covacha de los Zarpazos (osos) y utilizaba bifaces para despedazarlos. El guía barre el aire con un amplio gesto de su mano y, con una calavera en la otra, nos explica como un nuevo Hamlet las dudas existenciales de aquellas gentes y de su vida. Callamos evocando el pasado, desandando el tiempo. Nuestra mirada, colmada de silencio.



El tercero es la Gran Dolina, gran cueva con sedimentos en 11 niveles estratigráficos. El 10 muestra la existencia de un antiguo campamento de cazadores recolectores pertenecientes a la especie Homo heidelbergensis, más de 350.000 años, pero en el 6 se han recuperado restos de individuos de hace 850.000 años, del Homo antecessor. Para nosotros la inmediatez, para ellos la eternidad. Allí se paró el tiempo. Todo ha resultado más duradero que el tiempo mismo. Muchos restos se han salvado de la riada del tiempo y han quedado en un mundo huido, colgados en un tiempo perdido.

En el complejo kárstico hay otras cavidades que no son visitables, aunque se trabaja en ellos: la Sima de los Huesos (¿acumulación intencional?), el Portalón de Cueva Mayor, Galería del Sílex (pinturas rupestres), Galería de las Estatuas (herramientas de piedra), la Cueva del Mirador). Al aire libre también hay algunos yacimientos.
(Palmira)
Ha sido un día intenso. Ahora se comprende bien que, en este camino de la investigación a la interpretación de los agujeros negros del pasado, de estos periodos arcaicos fuera del tiempo, el objetivo más importante sea la socialización de los conocimientos. La sonrisa franca y alegre -que ha enriquecido la tarde- del guía flota aún en el aire cuando nos vamos, mientras la Sierra de la Demanda –de donde venía el ferrocarril que abrió la trinchera-, ahora nevada, nos despide. Pero, en el regreso, el profesor nos imparte todavía un acertado y ajustado resumen de lo visto, oído y vivido como colofón del magnífico viaje en el tiempo.  



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