Fortuny
Mariano Fortuny, cuando murió en Roma con 36 años (1874),
era el pintor español con mayor proyección, perteneciendo a la fabulosa
generación de Federico de Madrazo, Eduardo Rosales, Vicente López, Joaquín
Sorolla, etc. Trabajó con una gran libertad componiendo estampas, paisajes,
escenas de batalla, copias de maestros, etc., tanto con dibujos como óleos,
acuarelas o grabados. Creó sensaciones
de movimientos por medio de perspectivas asombrosas, con puntos de fuga que
convergen rápidamente. Moduló el color según la luz. Pintó la vida, como en las
escenas marroquíes que le dieron una ráfaga orientalista que no abandonó. Junto
a sus obras, la exposición en el Museo del Prado recoge una gran colección de
antigüedades que atesoraba en su atelier, que demuestran su interés por la
observación y explican el refinamiento en la captación de las calidades, color
y luz en sus obras.
♦ La
formación en Roma (1858-61).
El ser hijo y nieto de artesanos le dotó de una habilidad
artística especial. Inició su aprendizaje en Reus y se formó académicamente en
la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Pensionado por la Diputación de
Barcelona marchó a Roma donde apreció el arte del Renacimiento y el Barroco, el
estudio del desnudo que se manifestaría en su captación de las anatomías. En esta
época mostró su calidad como acuarelista (Il contino, en el jardín de Villa
Borghese) y su conocimiento del desnudo (La Odalisca).
♦ África y el descubrimiento de la pintura (1860 y 1862).
La Diputación de Barcelona le encargó que viajara a
Marruecos para pintar las gestas de la guerra hispano-marroquí donde
participaban voluntarios catalanes. Siguiendo la campaña pintó La batalla de
Wad-Ras, pero se sintió atraído por el misterio de los tipos y costumbres
marroquíes (Fantasía árabe). En 1862 volvió y tomó apuntes para La batalla de
Tetuán, que no terminó. Su pintura cambió a partir de su descubrimiento de la
luz intensa, el color brillante y los espacios desnudos del norte de África.
♦ Entre
España e Italia (1863-68).
En Roma continuó trabajando en motivos árabes y
representando tipos populares con un estilo realista, ocupándose ocasionalmente
del retrato (Mirope Savati). En su posición original, en el techo, se presenta
el gran cuadro decorativo “La reina María Cristina y su hija la reina Isabel
pasando revista a las baterías de artillería” que pinto para la residencia
parisina de la reina María Cristina de Borbón. En 1867 se casó en Madrid con
Cecilia de Madrazo, hija de Federico de Madrazo, y pintó una de sus más
imaginativas obras, Fantasía sobre Fausto.
♦ Los
grabados.
Fortuny sacó buen partido de los diferentes recursos de
la técnica –estudiados en las obras de Ribera, Rembrandt y Goya- y mostró su
habilidad en la litografía y aguafuertes, a los que consideraba especialmente
adecuados para sugerir los ambientes misteriosos que le atraían. Con ellos
consiguió una de las cimas de su arte y una especial versión del orientalismo
en Europa con los motivos árabes. La intensidad expresiva se pone de manifiesto
en obras como El anacoreta.
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San Andrés |
♦ Los
maestros antiguos y el Prado (1866-68).
Ya en Italia copió a algunos maestros del Renacimiento y
el Barroco, pero fue en el Museo del Prado donde lo hizo con más profundidad y
asiduidad. Le gustaron los artistas de las escuelas veneciana y flamenca –calidad
del color y libertad de pincelada-, el Greco –entonces poco apreciado-, Ribera
y Velázquez –dominio de la anatomía, calidades táctiles y del color- y
especialmente Goya –gran penetración y calidad de las interpretaciones-.
♦ El
triunfo internacional (1868-70).
Siguió dedicándose al dibujo, en apuntes del natural
realizados en cuadernos que le proporcionaban un material muy útil para sus
obras, y a la acuarela, con
procedimientos de gran libertad, pero el gran éxito le vino por su
representación de un mundo de belleza en interiores arquitectónicos ricamente
ornamentados. Los motivos principales eran del siglo XVIII (El aficionado a las
estampas y especialmente La vicaría), árabes (Jefe árabe, Un marroquí, El
vendedor de tapices, Calle de Tánger, El fumador de opio) y composiciones de
género (La elección de la modelo).
♦ Granada
(1870-72).
El ambiente de gran belleza de esta ciudad, donde estuvo
más de dos años, le dio la tranquilidad que deseaba lejos de París. Logró una
nueva captación del color y la luz en su trabajo del natural con figuras
desnudas (Viejo desnudo al sol), rincones urbanos, paisajes, jardines, flores,
etc. También combinó libremente distintos elementos para crear espacios nuevos
en escenas ambientadas en el pasado –medieval islámico, renacentista,
dieciochesco-, mezclando elementos reconocibles (La Carrera del Darro) con
otros imaginarios para construir arquitecturas de alta calidad como escenarios
(Pasatiempos de hijosdalgos, Almuerzo en la Alhambra, Ayuntamiento viejo de
Granada), enriquecidas con objetos decorativos, evocando un mundo maravilloso
que reflejaba una etapa muy feliz en su vida.
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Cofre s. XI, marfil |
♦ El
atelier.
En la década de 1860 desarrolla ampliamente su actividad
coleccionista, atraído por armas, cerámicas, textiles, marfiles, muebles,
cristales, etc. Destacan las obras de arte hispanomusulmán, artes decorativas
italianas y españolas, telas, biombos y grabados japoneses, etc., algunas de
las cuales fueron restauradas por él mismo.
♦ Los
últimos años (1873-74).
El colorido más intenso y la pincelada más libre fue el
modo de abordar los temas árabes, tratados antes de manera más sintética (Árabe
apoyado en un tapiz, Fantasía árabe ante la puerta de Tánger). También se
interesó por motivos de la vida cotidiana (Carnaval de Roma), la vida familiar
con sus esposa e hijos en el tiempo que pasó en Portici, cerca de Nápoles –trabajo
al aire libre, comprensión del color local y su relación con la incidencia de
la luz- (Calle de Granatello en Portici, Paisaje napolitano), y la estética de
Extremo Oriente y el carácter íntimo de óleos y acuarelas (Los hijos del pintor
en el salón japonés).
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