El viaje de agua de Villamalea en Alcalá de Henares.
El “qanat” es un tipo de conducción subterránea de agua,
tanto para abastecimiento de poblaciones como para riego, que puede contar con
3.000 años de historia. Los más antiguos se conocen en Irán y otros países
asiáticos y a España llegó traído por los árabes. Se les denomina “viajes de
agua” (del latín “via aquae”), estando la localización del agua asociada al
personaje del zahorí. Una vez localizada el agua, a mayor altura que la
población, se construían galerías de captación, minas, que tenían pozos de
ventilación. Las minas se transformaban en canalizaciones al acercarse al
final, donde había depósitos para su medición, distribuyéndose mediante tramos
de caños de barro cocido. Han sido los principales medios de suministro de agua
en muchas partes de España desde el s. X hasta el XX.
En Alcalá de Henares parte de la captación de aguas
estaba en el entorno del Campus Universitario, motivo por el que los profesores
Luis Rebollo y Miguel Martín-Loeches realizaron un trabajo de síntesis en
“Cuadernos del Campus, Naturaleza y Medio Ambiente, nº 5, Aguas superficiales y
subterráneas del Campus, 2007”. Según ellos, el caso más conocido y documentado
es el de Madrid, donde se han cartografiado más de diez qanats que suman hasta
124 km de longitud. Aunque ya se empleaban estos sistemas desde mediados del s.
IX, fue en el s. XVI, al convertirse en capital por Felipe II, cuando tuvo su
mayor desarrollo. En Alcalá se conoce el recorrido aproximado de los viajes de
los Jesuitas, Finca del Ángel, El Sueño, El Chorrillo, Villamalea y El Carmen,
los dos últimos en el entorno del Campus. Fue el principal método de
abastecimiento desde finales del s. XV hasta la mitad del s. XX.
Las galerías debían permitir el paso de una persona
pudiendo medir 1,6 m de altura por 1 m de anchura y estaban revestidas de
ladrillo o sin revestir cuando el terreno lo permitía. Tratan de drenar los
materiales sueltos y heterogéneos (coluviones) del suelo e incluso las arcillas
arenosas del acuífero terciario. Las bocas de los pozos de ventilación se
cubrían por unas piedras en forma piramidal, “capirotes”. Según los registros,
tanto en Villamalea como en El Carmen, la longitud visitable de galerías es
próxima a los 500 m.
Los profesores siguen explicando en el folleto citado que
el viaje de El Carmen comienza en terrenos del Campus, fue construido en 1722 y
suministraba agua al convento de Carmelitas Descalzas o “de afuera”, cercano a
la puerta de Aguadores. Una fuente pública se alimentaba con su sobrante. El
viaje de Villamalea comienza en el prado de su mismo nombre, donde pueden
observarse los capirotes de los pozos en piedra caliza, y sigue un trazado
aproximadamente paralelo a la carretera de Meco, límite occidental del Campus.
Era de propiedad municipal y suministraba un caudal medio de 6 litros por
segundo (según datos suministrados por el que fue cronista oficial de Alcalá,
D. Francisco Javier García Gutiérrez), que se repartía en doce fuentes y en
acometidas particulares.
A finales del s. XIX, el estado de algunos viajes de agua
de Alcalá, principalmente el de Villamalea, presentaba estas características. En
cuanto a la propiedad, hay que precisar que era municipal el de Villamalea,
perteneciendo el de El Carmen a las Monjas de Afuera y el del Chorrillo al
Obispado. Las monjas estaban dispuestas a cederlo al Ayuntamiento a cambio de
una cantidad del de Villamalea. En tiempos de escasez se pidió repetidamente al
Obispado la utilización de su viaje, sin resultado.
En 1896 se publicó un Reglamento que especificaba todo el
funcionamiento: las concesiones se harían por hls, sin fracción, y no menos de
2-3. Las tarifas serían 5 Hl/día, a caño libre con contador, 6 pts/Hl. Y si
había sobrantes, se destinarían al riego al precio de 5 pts/24 h. Lo que no podía
preveer el Reglamento eran las dificultades que se iban a presentar. A finales
del s. XIX abundan los comentarios sobre la escasez de agua debido a la sequía,
a los problemas ocasionados por la petición de permisos para las obras, a que
éstas se tienen que realizar en verano –precisamente cuando más falta hace-, y
a falta de limpieza, taponamientos, roturas, sustituciones, etc., en los
viajes.
Las concesiones, que se iban revisando al aumentar los
problemas, eran muchas. El Rector de las Escuelas Pías solicitó 25 Hl/día y los
sobrantes de la fuente de la Plaza San Diego, y se le concedió. Los cuarteles
de los Basilios y La Merced pidieron 50 Hl/día y sólo se les pudo dar 25.
También se daba agua a los Asilos, casa de baños y un gasto nuevo fue el de la fábrica
de luz, a la que se asignaron solamente 55 Hl/día, para que no faltase a la
población. A pesar de todos los cuidados hubo conflictos por malos usos,
incumplimientos, fraude, etc., y en una ocasión el alcalde llegó a admitir que
los barrios pobres carecían de agua.
La escasa disponibilidad económica del Ayuntamiento
luchaba contra todos estos problemas. Una solución era el pago a plazos en las
compras. En 1894 se llegó a un presupuesto de más de 40.000 pts para reparar la
traída y el reparto de las aguas, aunque en otros años las cantidades eran
inferiores. La escasez hizo aparecer la idea de aumentar el precio del agua.
Las soluciones que se barajaron fue el aforo para ver realmente las peticiones,
la instalación de depósitos para llenarlos durante la noche, el que las fuentes
surtieran a los que no tuvieran concesión propia, la búsqueda de nuevas aguas,
etc.
Finalmente, la solución llegó en los años próximos a los
años 50 del s. XX, con la traída de aguas del río Sorbe, momento en que los
viajes de agua dejaron de cumplir su función después de varios siglos. Desde el
año 2002 la UNESCO recomienda su protección, debido a que son un legado importantísimo
de ingeniería hidráulica y todos debemos conocerlo, protegerlo y conservarlo.
Muy interesante
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