Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914.
![]() |
Retrato de Mlle. Valentine Dethomas |
Ignacio Zuloaga llegó a París en 1889 cuando contaba 19 años, tras un tiempo en Madrid y Roma. Allí, vivió plenamente la ebullición cultural, entró en contacto con distintos artistas y presentó sus obras en salones y galerías, siendo considerado por algunos como referente para el arte moderno. Las claves de su aprendizaje fueron las amistades (se movió en los círculos –talleres, artistas- idóneos), su especial relación con Émile Bernard y Auguste Rodin, el ser un retratista muy solicitado y la comparación de culturas mediante el viaje.
Su obra se desarrolló entre dos culturas, la española y
la francesa, pues en París vivió, aunque intermitentemente, durante más de 25
años. Asistió a las clases de Henri Gervex, admirador de Manet, y entró en
contacto con Degas. En 1892 y 1895 viajó a Andalucía, una realidad muy
diferente a la parisina, con usos y costumbres que los románticos consideraron
exóticos. Esta tradición está representada en obras polémicas como “Víspera de la corrida”, rechazada por
el Comité Español para la Exposición Universal de París de 1900.
Asistió a la Academie de la Palette, entró en contacto
con Henri Toulouse-Lautrec y otros, conoció a Paul Gauguin, el artista más
reconocido del grupo de Pont-Aven, en la Bretaña francesa, expuso junto a los
simbolistas en 1891 y siguientes ediciones, alguna también dedicada al retrato,
aplicó en su pintura algunos de los principios que animaban a esos pintores
tratando de unir forma y contenido y dotando a su obra de un fuerte contenido
espiritual.
Con Émile Bernard se encontró por primera vez en Sevilla
e iniciaron una gran amistad que se afianzó por la visión que compartían del
arte y su admiración por los antiguos maestros: El Greco, Zurbarán, Goya,
Tiziano, etc. Ambos se basaban en la tradición para poder mirar hacia delante.
Con Rodin coincidieron en varias exposiciones y forjaron una fuerte amistad, viajaron
juntos a España e intercambiaron obra. Ambos mantuvieron su obra al margen del
tiempo, tuvieron en cuanta la tradición rechazando copiar de la naturaleza tal
como se presenta, buscando, por el contrario, el carácter de sus motivos.
El siglo XIX fue, sin duda, el del retrato. El género
conoció un gran desarrollo al convertirse en modo de afirmación de la
burguesía, lo que transformó la relación con el artista: funcionó como
instrumento de promoción social y como medio de inversión. El artista se convirtió
en empresario y obtuvo una buena rentabilidad económica. Zuloaga formó parte de
la élite intelectual y tuvo un papel destacado. La nueva clientela adinerada buscó
a los más célebres pintores para ser retratados, como la Condesa Anna de
Noailles, retratada no sólo por Zuloaga, sino también por Auguste Rodin o
Jacques-Émile Blanche.
La mirada a España. Zuloaga coleccionista.
La mirada a España. Zuloaga coleccionista.
Con sólo veinte años ya compró una pintura atribuida a El
Greco y desde entonces comenzó a reunir una colección centrándose en los
pintores que más admiraba: El Greco (La Anunciación, San Francisco, Visión del
Apocalipsis), Zurbarán (Santa Úrsula) , Velázquez o Goya (cuadritos con escenas
de los Desastres).
![]() |
Celestina |
El Retrato de Maurice Barrés resulta un excelente ejemplo de su trayectoria, pues une los dos aspectos fundamentales de su producción artística:
la francesa y la española, a la vez que rinde homenaje a la figura de El Greco,
uno de los artistas más admirados en este momento y que, al igual que Zuloaga,
conjuga en su obra un espíritu moderno junto a un profundo sentido de la
tradición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario