miércoles, 8 de noviembre de 2017

Pueblos abandonados (I).

Tobes
Esta es una historia de crepúsculos, donde el pueblo está al principio y al final de la mirada. “La España vacía” (Ed. Turner Noema, Madrid, 2016) es el título del magnífico libro de Sergio del Molino en el que expone su visión de las dos Españas -que no son las de Machado-, la urbana y la rural –vacía-, que aparece de pronto, nada más abandonar las ciudades. El mundo civilizado siempre ha sido la ciudad –griegos, romanos, árabes-, tanto en términos demográficos como en concepto y el campo no era parte de esa civilización, opuesta a la barbarie según el mito. En Portugal tienen un dicho ilustrativo de esto: “Portugal é Lisboa e o resto é paisagem”. Los gobernantes españoles utilizaron esas comarcas aisladas para desterrar a sus enemigos políticos: Quevedo en la Torre de Juan Abad, Fray Bartolomé Carranza –arzobispo primado- y la religiosa María de los Dolores Rafaela, sor Patrocinio, en Torrelaguna, la princesa de los Ursinos y Jovellanos en Jadraque.

Querencia
Por otro lado tenemos el tópico del Beatus Ille: Fray Antonio de Guevara y fray Luis de León predicaron el regreso al campo primigenio y, aunque no cumplieron su aserto, esto indica que la confrontación entre la España rural y la urbana es anterior a la revolución industrial y al éxodo campesino. El campo ha sido objeto de estudio desde la ciudad (Institución Libre de Enseñanza, Azorín, Unamuno, Machado), de ejemplificación del atraso (Las Hurdes, Alfonso XIII, Luis Buñuel) y de redención (Misiones Pedagógicas).

Bujalcayado
La primera oleada de despoblación se produjo en el siglo XIX como consecuencia de la filoxera, pero lo que Sergio del Molino llama el Gran Trauma se realizó rápidamente, en menos de veinte años, entre 1950 y 1970, aunque ya había habido emigración campo-ciudad antes. La pobreza, las posibilidades de otro trabajo, la política hidráulica, etc., propiciaron el abandono de los pueblos y, como consecuencia, muchas aldeas desaparecieron y otras, con escasa actividad económica y sin servicios, quedaron como residencia de ancianos. Cuanto más pequeño es un pueblo, más difícil es encontrar vecinos de menos de cincuenta años. Pero, “la España urbana no se entiende sin la vacía. Los fantasmas de la segunda están en las casas de la primera”.

Tobes
La oposición campo-ciudad fue muy clara. En las sociedades pequeñas podía funcionar una organización de tipo tribal, cada vez menos reconocible en las sociedades urbanas. Los mozos de los pueblos de Guadalajara no querían casarse con las mozas que habían ido a Madrid a servir, según cuenta Cela en “Viaje a la Alcarria”. En el campo arraigaron idearios como el carlismo o el nacionalismo con argumentos antiurbanos y se pensaba que la gran capital no representaba a la región, por lo que, como capital de algunas Comunidades Autónomas, se eligieron ciudades secundarias con valor histórico como Santiago de Compostela, Mérida o Vitoria. La España vacía se mantenía como el frasco de las esencias. 

Bujalcayado
El vértigo producido por la rapidez y profundidad del cambio provocó el recuerdo de los orígenes, de las mitologías rurales, que mantuvieron la existencia de los pueblos en la memoria, y la aparición de libros (Julio Llamazares, “La lluvia amarilla”, 1988, “Como arena, el silencio sepultará las casas. Como arena, las casas se desmoronarán…”), programas de televisión (José Antonio Labordeta, “Un país en la mochila”), letras de canciones, películas (Los santos inocentes, El disputado voto del señor Cayo), etc. Todo esto convirtió a estos pueblos en lugares de una gran carga emocional.

Aunque la España vacía nunca estuvo llena, el cambio produjo que catorce provincias quedaran heridas de muerte y agonizantes, lugares idóneos para la instalación de infraestructuras peligrosas o molestas (centrales nucleares, minas de uranio, etc.). Una de estas provincias, Guadalajara, siempre ha tenido presente la despoblación: en el siglo XX, 23 pueblos fueron abandonados y, en 2015, de los más de 8.000 municipios españoles, 1.222 contaban con menos de cien habitantes empadronados, 168 de ellos en Guadalajara. En el territorio Henares, como lo llama Antonio Gómez Sal –Universidad de Alcalá de Henares-, hay varios de estos pueblos, de los que hemos elegido –sin ningún motivo concreto- éstos: Tobes, Querencia, Bujalcayado, El Atance y Sacedoncillo.

Tobes está situado al Norte de la Sierra de la Pila, a 1.020 m de altitud. Perteneció a Villacorza y después a Sienes. Para todos los servicios dependía de los pueblos de la comarca. Su población era de 64 habitantes (14 vecinos) en 1827, que se habían incrementado hasta los 80-90 en 1950; sin embargo en 1972 había un matrimonio y en 1973 quedaron vacías sus 15 casas. La falta de infraestructuras, electricidad y agua corriente, el empobrecimiento de las tierras, los minifundios (la concentración parcelaria no se hizo hasta 1988) que dificultaban la mecanización, la existencia de más población (familias numerosas) que la que podía mantener, etc., hizo que la despoblación comenzara incluso antes de la Guerra Civil.

Su origen está en los siglos XI-XII, como indica su iglesia románica, y destaca por sus calles bien trazadas y por el tamaño, calidad de construcción y excelente estado de conservación de sus edificios. Las viviendas eran en su mayoría de dos plantas, con buen trabajo en piedra –dinteles y pilares de granito para mayor duración- y con balcones de forja en las fachadas. En la plaza central está la fuente con viviendas haciendo arco y debajo unas galerías subterráneas utilizadas para la cría del cerdo. En el año 2004, Jorge Viroga rodó la película El Guardavía, filmada e interpretada por niños. Aunque un canadiense compró la mayoría de las casas y proyectó un centro de turismo rural, no parece que ese plan siga adelante.

QUERENCIA, cerca de Tobes, también está situado al Norte de la Sierra de la Pila, a 1.000 m de altitud. Estuvo bastante poblado, puesto que en 1845 tenía 44 casas. En la actualidad hay pocas abiertas, aunque alguna está completamente rehabilitada y hay otras en obras. La iglesia románica está prácticamente hundida.

Hablamos con un señor  que está en unas obras y que resulta ser el Alcalde. Nos cuenta que hay ocho personas empadronadas aunque realmente no viven todas, que este año han tenido problemas con el agua a causa de la sequía porque tienen sólo un manantial, que en algunas informaciones se dice que el pueblo está abandonado pero que no es cierto y que están tratando de reconstruir lo que se pueda. La asociación Levantando Querencia, fundada en 2010, también contribuye a ello.

BUJALCAYADO es un pueblo escalonado que se cobija en la ladera de la sierra de su nombre, orientado al Sur sobre un pequeño valle cuyas aguas, después de alimentar las salinas, son recogidas por el río de la Dehesa, afluente del Salado. Estas salinas proporcionaban un trabajo durante el verano diferente de la agricultura y ganadería tradicionales en todos los pueblos.



Madoz, en 1848, indicaba que había 14 casas, 16 vecinos y 56 almas. La escuela contaba con cinco alumnos. En su momento de mayor población tuvo 18 casas y unas 70 personas aproximadamente. En 2010 únicamente quedaba un habitante, como en La lluvia amarilla. Para los servicios dependía de los pueblos cercanos o de Sigüenza y un problema grave en su existencia fue la escasez de arbolado, la falta de leña.


(Sigue en Pueblos Abandonados II )


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