LAS TROYANAS.
AUDEMA, Asociación Universitaria de Mayores de Alcalá, ha
preparado, como una más de sus múltiples actividades culturales, la asistencia
al templo del teatro, al Español de Madrid, para ver una versión actual de la
magnífica obra Las Troyanas.
EL AUTOR.
Eurípides vivió una época de profunda crisis, el momento
crítico de la Guerra del Peloponeso, que puso en peligro los valores inmutables
de la sociedad: el Estado, la cultura y la religión. Sus obras reflejan –con
alto grado de realismo psicológico-, no sólo los cambios coyunturales, sino el
gran cambio espiritual de Atenas, las miserias y pasiones de la naturaleza
humana, lo que le llevó al pesimismo. Fue el espíritu de su época y expresó en
su obra la crisis y la decadencia.
LA OBRA.
Fue representada en el año 415 a.C. y formaba parte de
una tetralogía junto con Alejandro, Palamedes y Sísifo. Alejandro o Paris era hijo de Príamo y Hécuba, y Casandra profetizó
que Troya sería destruida si él vivía. Palamedes,
el mítico inventor de la escritura, fue engañado en Troya y condenado por
traición, siendo vengado por su padre Nauplio.
Las Troyanas es
un canto lleno de dramatismo por las consecuencias de la guerra, donde se
destaca la crueldad de los vencedores que no tienen piedad con los vencidos,
incluyendo los niños, ni respeto por los dioses, pero que también han sufrido
mucho y, tras la victoria, sufrirán más desgracias como un acto de justicia.
Constituye un alegato antibelicista en el que se pone de manifiesto la simpatía
por los vencidos. La reina Hécuba, que lucha por la dignidad suya y la de todos y que representa el dolor
y el padecimiento de las mujeres troyanas, sirve de nexo de unión de una serie
de acciones y personajes desarrolladas durante el saqueo de Troya. Junto a los
personajes individuales, los cantos corales desempeñan un importante papel.
Sergio Parra/Teatro Españo |
EL ARGUMENTO.
En la literatura griega el tema de la guerra fue
recurrente. Incluso Troya había sido destruida ya por Heracles, en venganza
porque el rey troyano Laomedonte no quiso darle los caballos prometidos por
librar a la ciudad de un monstruo cuando el héroe pasó por la ciudad, enrolado
en la expedición de los argonautas.
EFE/Jero Morales |
En esta obra, Troya ha sido arrasada de nuevo, en una
victoria mítica que alimentó el orgullo griego, y parece que todo ha terminado.
La flota griega está a punto de partir. Poseidón se lamenta de la destrucción
de los muros que edificó y Atenea de la profanación de su templo, del que han
sacado a Casandra. Entonces empieza el reparto de las mujeres como botín de
guerra, como esclavas, para hacer más daño a los vencidos cuya desesperación
representa Hécuba, puesto que incluso Astianacte es despeñado y recibe su
cadáver para enterrarlo. No aparecen los héroes de la guerra, lo que da mayor
relieve al papel de las mujeres, viudas y huérfanas, y con un terrible futuro.
Atenas había aplicado el mismo castigo a los habitantes de la isla de Melos,
por lo que el claro mensaje es el horror y el sufrimiento de todas las guerras.
LOS PERSONAJES.
Poseidón (dios
del mar), Atenea (diosa del
pensamiento y de la guerra, divinidad epónima de Atenas), Hécuba (exreina de Troya, esposa de Príamo, madre de Héctor, Paris,
Casandra y Políxena), Casandra (hija
de Hécuba y Príamo, sacerdotisa de Apolo quien le había concedido el don de la
profecía), Andrómaca (viuda de
Héctor), Astianacte (hijo de
Andrómaca y Héctor), Menelao (rey de
Esparta), Helena (esposa de Menelao y
Paris, lleva el peso de la ideología y el análisis sociopolítico, “¿De verdad crees que el deseo y posesión de mi
cuerpo ha desatado esta guerra?”), Taltibio
(mensajero de los griegos, portador de malas noticias, conciencia culpable del
conflicto), Coro (mujeres troyanas
cautivas).
LA REPRESENTACIÓN.
Se dice que las grandes obras no necesitan modernizarse,
sin embargo, en esta representación se notan bastantes cambios. Se producen
varias desapariciones respecto al texto original: personajes como los dioses,
Poseidón y Atenea, que se han unido para castigar a sus antiguos protegidos,
aunque aparece Políxena; escenas importantes como la que se desarrolla entre
Hécuba y Menelao, que promete matar a Helena a su vuelta a Esparta a pesar de
que intenta justificarse; también desaparece prácticamente el coro. Sin
embargo, mantiene la historia original y sólo se permite licencias en el
vestuario y en alguna proyección.
El texto, aunque modernizado, mantiene el espíritu e
incluso la letra del original. El reparto no se corresponde en parte con la
obra: Hécuba es muy joven y atractiva. Como en el original, el desarrollo de la
obra tiene un carácter estático, con movimientos mínimos, monótonos, rítmicos. También
es algo monótono el ritmo, que no aumenta su fuerza trágica hasta el climax
final, ralentizado por algunos parlamentos largos. El vestuario, la
caracterización física, es moderno, anodino, neutro, evidenciando la
temporalidad de la obra, excepto el blanco. El decorado presenta un suelo lleno
de cadáveres envueltos en sábanas, con una gran T inclinada y una estructura,
una especie de andamio, detrás, que no aportan nada y quitan dramatismo, y una
silla donde se sienta Toltibio. Las proyecciones se ven en la T y en el fondo y
comprenden imágenes del mar y de casas destruidas y refugiados sirios,
concesión a la actualidad. La iluminación es tenue en algunos momentos y
espectacular en otros, con luces rojas que acentúan el dramatismo, como en los
espectáculos de luz y sonido. La música tiene muy poca importancia.
COLOFÓN.
El antibelicismo se pone de manifiesto ya desde los
primeros versos en los que se desvanece la gloria de la guerra: “Está loco el mortal que arrasa ciudades / y
a la desolación entrega / templos y tumbas, recintos sagrados / de los muertos:
ese ya es carne de cementerio”. Alfonso
Sastre dijo que “El teatro no debe
dejar de ser un hecho lúdico, no es política y nunca lo será, pero sí se puede
suponer que va a cubrir ese aspecto lúdico con una energía crítica y creadora”.
E incluso se puede ir más lejos porque “El
teatro no se hace para cantar las cosas, sino para cambiarlas” (Vitorio Gassman).
Casandra dice en uno de los pasajes de la obra que “Sensato es el hombre que huye de la guerra.
/ Mas si llega la guerra, no es corona de infamia para una ciudad / morir
honrosamente. La deshonra es morir cobardemente”. Pero eso no es óbice para
que el final sea trágico: “Nunca llaméis
feliz a nadie por afortunado que parezca hasta que no haya muerto”. “Sólo el muerto olvida su llanto”.
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