lunes, 27 de noviembre de 2017

LAS TROYANAS.


AUDEMA, Asociación Universitaria de Mayores de Alcalá, ha preparado, como una más de sus múltiples actividades culturales, la asistencia al templo del teatro, al Español de Madrid, para ver una versión actual de la magnífica obra Las Troyanas.

EL AUTOR.
Eurípides vivió una época de profunda crisis, el momento crítico de la Guerra del Peloponeso, que puso en peligro los valores inmutables de la sociedad: el Estado, la cultura y la religión. Sus obras reflejan –con alto grado de realismo psicológico-, no sólo los cambios coyunturales, sino el gran cambio espiritual de Atenas, las miserias y pasiones de la naturaleza humana, lo que le llevó al pesimismo. Fue el espíritu de su época y expresó en su obra la crisis y la decadencia.

LA OBRA.
Fue representada en el año 415 a.C. y formaba parte de una tetralogía junto con Alejandro, Palamedes y Sísifo. Alejandro o Paris era hijo de Príamo y Hécuba, y Casandra profetizó que Troya sería destruida si él vivía. Palamedes, el mítico inventor de la escritura, fue engañado en Troya y condenado por traición, siendo vengado por su padre Nauplio.

Las Troyanas es un canto lleno de dramatismo por las consecuencias de la guerra, donde se destaca la crueldad de los vencedores que no tienen piedad con los vencidos, incluyendo los niños, ni respeto por los dioses, pero que también han sufrido mucho y, tras la victoria, sufrirán más desgracias como un acto de justicia. Constituye un alegato antibelicista en el que se pone de manifiesto la simpatía por los vencidos. La reina Hécuba, que lucha por la dignidad  suya y la de todos y que representa el dolor y el padecimiento de las mujeres troyanas, sirve de nexo de unión de una serie de acciones y personajes desarrolladas durante el saqueo de Troya. Junto a los personajes individuales, los cantos corales desempeñan un importante papel.


Sergio Parra/Teatro Españo
EL ARGUMENTO.
En la literatura griega el tema de la guerra fue recurrente. Incluso Troya había sido destruida ya por Heracles, en venganza porque el rey troyano Laomedonte no quiso darle los caballos prometidos por librar a la ciudad de un monstruo cuando el héroe pasó por la ciudad, enrolado en la expedición de los argonautas.



EFE/Jero Morales
En esta obra, Troya ha sido arrasada de nuevo, en una victoria mítica que alimentó el orgullo griego, y parece que todo ha terminado. La flota griega está a punto de partir. Poseidón se lamenta de la destrucción de los muros que edificó y Atenea de la profanación de su templo, del que han sacado a Casandra. Entonces empieza el reparto de las mujeres como botín de guerra, como esclavas, para hacer más daño a los vencidos cuya desesperación representa Hécuba, puesto que incluso Astianacte es despeñado y recibe su cadáver para enterrarlo. No aparecen los héroes de la guerra, lo que da mayor relieve al papel de las mujeres, viudas y huérfanas, y con un terrible futuro. Atenas había aplicado el mismo castigo a los habitantes de la isla de Melos, por lo que el claro mensaje es el horror y el sufrimiento de todas las guerras.

LOS PERSONAJES.
Poseidón (dios del mar), Atenea (diosa del pensamiento y de la guerra, divinidad epónima de Atenas), Hécuba (exreina de Troya, esposa de Príamo, madre de Héctor, Paris, Casandra y Políxena), Casandra (hija de Hécuba y Príamo, sacerdotisa de Apolo quien le había concedido el don de la profecía), Andrómaca (viuda de Héctor), Astianacte (hijo de Andrómaca y Héctor), Menelao (rey de Esparta), Helena (esposa de Menelao y Paris, lleva el peso de la ideología y el análisis sociopolítico, “¿De verdad crees que el deseo y posesión de mi cuerpo ha desatado esta guerra?”), Taltibio (mensajero de los griegos, portador de malas noticias, conciencia culpable del conflicto), Coro (mujeres troyanas cautivas).

LA REPRESENTACIÓN.
Se dice que las grandes obras no necesitan modernizarse, sin embargo, en esta representación se notan bastantes cambios. Se producen varias desapariciones respecto al texto original: personajes como los dioses, Poseidón y Atenea, que se han unido para castigar a sus antiguos protegidos, aunque aparece Políxena; escenas importantes como la que se desarrolla entre Hécuba y Menelao, que promete matar a Helena a su vuelta a Esparta a pesar de que intenta justificarse; también desaparece prácticamente el coro. Sin embargo, mantiene la historia original y sólo se permite licencias en el vestuario y en alguna proyección.

El texto, aunque modernizado, mantiene el espíritu e incluso la letra del original. El reparto no se corresponde en parte con la obra: Hécuba es muy joven y atractiva. Como en el original, el desarrollo de la obra tiene un carácter estático, con movimientos mínimos, monótonos, rítmicos. También es algo monótono el ritmo, que no aumenta su fuerza trágica hasta el climax final, ralentizado por algunos parlamentos largos. El vestuario, la caracterización física, es moderno, anodino, neutro, evidenciando la temporalidad de la obra, excepto el blanco. El decorado presenta un suelo lleno de cadáveres envueltos en sábanas, con una gran T inclinada y una estructura, una especie de andamio, detrás, que no aportan nada y quitan dramatismo, y una silla donde se sienta Toltibio. Las proyecciones se ven en la T y en el fondo y comprenden imágenes del mar y de casas destruidas y refugiados sirios, concesión a la actualidad. La iluminación es tenue en algunos momentos y espectacular en otros, con luces rojas que acentúan el dramatismo, como en los espectáculos de luz y sonido. La música tiene muy poca importancia.

COLOFÓN.
El antibelicismo se pone de manifiesto ya desde los primeros versos en los que se desvanece la gloria de la guerra: “Está loco el mortal que arrasa ciudades / y a la desolación entrega / templos y tumbas, recintos sagrados / de los muertos: ese ya es carne de cementerio”. Alfonso Sastre dijo que “El teatro no debe dejar de ser un hecho lúdico, no es política y nunca lo será, pero sí se puede suponer que va a cubrir ese aspecto lúdico con una energía crítica y creadora”. E incluso se puede ir más lejos porque “El teatro no se hace para cantar las cosas, sino para cambiarlas” (Vitorio Gassman).

Casandra dice en uno de los pasajes de la obra que “Sensato es el hombre que huye de la guerra. / Mas si llega la guerra, no es corona de infamia para una ciudad / morir honrosamente. La deshonra es morir cobardemente”. Pero eso no es óbice para que el final sea trágico: “Nunca llaméis feliz a nadie por afortunado que parezca hasta que no haya muerto”. “Sólo el muerto olvida su llanto”.


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