lunes, 30 de octubre de 2017

Dulce III




Es otro buen día, otoñal casi veraniego excepto por la temperatura a primera hora de la mañana, con un cielo sin nubes. Dejo el coche en Mandayona y vuelvo hasta la carretera de Sigüenza, la CM-1101, donde terminé el otro día. El río Dulce viene acompañado, como desde Aragosa, por una longitudinal pantalla de chopos amarillentos y continúa hasta Mandayona.


Aquí no he podido ver el Centro de Interpretación porque está cerrado. Debe abrir únicamente los fines de semana, cuando hay más gente. Este tranquilo pueblo, situado a 858 m de altitud entre las comarcas Alcarria y Serranía, con pocas personas por la calle, con poco tráfico en la carretera, tuvo fábricas de harinas y papel que crearon puestos de trabajo. Hacia la mitad del s. XIX tuvo una población parecida a la actual, que aumentó hasta casi mil en la mitad del s. XX, para descender a los actuales 326 habitantes. Estuvo situado en la calzada romana que unía Emerita Augusta con Caesar Augusta y ahora es paso del Camino de la Lana.

Un pescadero vende su mercancía a algunas mujeres a la salida del pueblo, al lado de la iglesia, por donde salgo. El camino empieza aquí, en la iglesia de San Pedro Apóstol, renacentista, con los escudos de armas de los Mendoza y de la Cerca, señores de la población. El Dulce, muy cercano, es pequeño, lleva poca agua pero muy transparente, y es muy bonito, presentando una amena ribera.

El camino es bueno, sombreado, con el suelo alfombrado de hojas, hasta llegar a una pequeña presa que deriva el agua a la derecha para el canal de Mandayona, que va sólo excavado, sin canalizar. El camino se desvía siguiendo a éste, se hunde en los chopos y sale al exterior, al terreno despejado, labrantío; se aleja del cauce y se mete en los montes. Al girar se aleja de la dirección de Villaseca, así que me doy la vuelta. Pruebo por otro y sucede lo mismo. Quizá otro vaya hacia Villaseca, pero dando mucho rodeo, así que termino volviendo a Mandayona.



Aunque no me gusta, tomo la carretera CM-1003 hasta el desvío a Villaseca de Henares y giro a la derecha –a la izquierda, más alto, queda Castejón de Henares-, pasando el Dulce, hacia el pueblo que se ve en un pequeño alto. Esta pequeña población de 34 habitantes, está situada a 853 m de altitud en la comarca de La Alcarria. Por aquí pasó la vía romana y en el Medievo perteneció al Común de Atienza y al de Jadraque. Del siglo XIII conserva los trazos románicos de su iglesia de San Blas Obispo: ábside semicircular, cornisa decorada con canecillos lisos, dos portadas formadas por arquivoltas de medio punto.

Desde aquí hay un camino que retrocede hasta casi el punto donde me he dado la vuelta antes, pero prefiero seguir adelante. El camino sale a la izquierda desde la parte baja del pueblo y sigue teniendo a la izquierda el río y su pantalla de chopos, así como los campos labrantíos, y a la derecha el monte de encinas.


Al lado del camino, a la derecha, va el canal de Mandayona, ahora canalizado. Al cruzar los barrancos hace un puente para dejar pasar el agua por debajo, y tiene además algún aliviadero que baja a la izquierda, hacia el río. El valle sigue igual, longitudinal, con el encinar que, en algunos puntos, llega casi hasta los chopos y, en medio, los campos arados. A la derecha, un monte que separa los dos ríos, el Dulce y el Henares, tiene la cima caliza y deja ver en su ladera arcillas y yesos.


Bajo el cielo azul, el contraste de color: tierras aradas marrones oscuros, tierras sin arar ocres, encinar verde oscuro y frondosas verde claro y amarillo. A la izquierda la pantalla de chopos ralea y permite ver la ermita, cementerio y chimenea de Matillas. A la derecha hay un desagüe del canal. Mientras el camino baja algo, el canal se mantiene en alto, recibe al canal de Baides y se precipita hasta una antigua central hidroeléctrica, adonde también llega el camino.



Paro un poco para comer algo y beber tranquilamente. Aquí terminan los canales. El edificio no está ruinoso, pero tiene los cristales rotos, presenta apariencia de abandono y el canal de salida no tiene agua porque se ha vaciado en el desagüe anterior. Este es el cruce del camino de la Solana, por el que venía, con el que viene de Baides, que recorrí en otra ocasión.



Siguiendo un poco hacia Matillas se cruza el Dulce por un puentecillo, por última vez. Aquí ha perdido la prestancia que tenía antes, especialmente en Mandayona, y se arrastra entre un revuelto de enredaderas justo antes de que se cumpla su destino. Salgo a un campo desde donde se ven bien las dos hileras de frondosas que acompañan a los dos ríos convergiendo en el punto de unión, en la muerte de un río.




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