Dulce III
Es otro buen día, otoñal casi veraniego excepto por la
temperatura a primera hora de la mañana, con un cielo sin nubes. Dejo el coche
en Mandayona y vuelvo hasta la carretera de Sigüenza, la CM-1101, donde terminé
el otro día. El río Dulce viene acompañado, como desde Aragosa, por una
longitudinal pantalla de chopos amarillentos y continúa hasta Mandayona.
Aquí no he podido ver el Centro de Interpretación porque
está cerrado. Debe abrir únicamente los fines de semana, cuando hay más gente.
Este tranquilo pueblo, situado a 858 m de altitud entre las comarcas Alcarria y
Serranía, con pocas personas por la calle, con poco tráfico en la carretera,
tuvo fábricas de harinas y papel que crearon puestos de trabajo. Hacia la mitad
del s. XIX tuvo una población parecida a la actual, que aumentó hasta casi mil
en la mitad del s. XX, para descender a los actuales 326 habitantes. Estuvo
situado en la calzada romana que unía Emerita Augusta con Caesar Augusta y ahora
es paso del Camino de la Lana.
Un pescadero vende su mercancía a algunas mujeres a la
salida del pueblo, al lado de la iglesia, por donde salgo. El camino empieza
aquí, en la iglesia de San Pedro Apóstol, renacentista, con los escudos de
armas de los Mendoza y de la Cerca, señores de la población. El Dulce, muy
cercano, es pequeño, lleva poca agua pero muy transparente, y es muy bonito,
presentando una amena ribera.
El camino es bueno, sombreado, con el suelo alfombrado de
hojas, hasta llegar a una pequeña presa que deriva el agua a la derecha para el
canal de Mandayona, que va sólo excavado, sin canalizar. El camino se desvía
siguiendo a éste, se hunde en los chopos y sale al exterior, al terreno despejado,
labrantío; se aleja del cauce y se mete en los montes. Al girar se aleja de la
dirección de Villaseca, así que me doy la vuelta. Pruebo por otro y sucede lo
mismo. Quizá otro vaya hacia Villaseca, pero dando mucho rodeo, así que termino
volviendo a Mandayona.
Aunque no me gusta, tomo la carretera CM-1003 hasta el
desvío a Villaseca de Henares y giro
a la derecha –a la izquierda, más alto, queda Castejón de Henares-, pasando el
Dulce, hacia el pueblo que se ve en un pequeño alto. Esta pequeña población de
34 habitantes, está situada a 853 m de altitud en la comarca de La Alcarria.
Por aquí pasó la vía romana y en el Medievo perteneció al Común de Atienza y al
de Jadraque. Del siglo XIII conserva los trazos románicos de su iglesia de San
Blas Obispo: ábside semicircular, cornisa decorada con canecillos lisos, dos
portadas formadas por arquivoltas de medio punto.
Desde aquí hay un camino que retrocede hasta casi el
punto donde me he dado la vuelta antes, pero prefiero seguir adelante. El
camino sale a la izquierda desde la parte baja del pueblo y sigue teniendo a la
izquierda el río y su pantalla de chopos, así como los campos labrantíos, y a
la derecha el monte de encinas.
Al lado del camino, a la derecha, va el canal de
Mandayona, ahora canalizado. Al cruzar los barrancos hace un puente para dejar
pasar el agua por debajo, y tiene además algún aliviadero que baja a la
izquierda, hacia el río. El valle sigue igual, longitudinal, con el encinar
que, en algunos puntos, llega casi hasta los chopos y, en medio, los campos
arados. A la derecha, un monte que separa los dos ríos, el Dulce y el Henares,
tiene la cima caliza y deja ver en su ladera arcillas y yesos.
Bajo el cielo azul, el contraste de color: tierras aradas
marrones oscuros, tierras sin arar ocres, encinar verde oscuro y frondosas
verde claro y amarillo. A la izquierda la pantalla de chopos ralea y permite
ver la ermita, cementerio y chimenea de Matillas. A la derecha hay un desagüe
del canal. Mientras el camino baja algo, el canal se mantiene en alto, recibe
al canal de Baides y se precipita hasta una antigua central hidroeléctrica,
adonde también llega el camino.
Paro un poco para comer algo y beber tranquilamente. Aquí
terminan los canales. El edificio no está ruinoso, pero tiene los cristales
rotos, presenta apariencia de abandono y el canal de salida no tiene agua
porque se ha vaciado en el desagüe anterior. Este es el cruce del camino de la
Solana, por el que venía, con el que viene de Baides, que recorrí en otra
ocasión.
Siguiendo un poco hacia Matillas se cruza el Dulce por un
puentecillo, por última vez. Aquí ha perdido la prestancia que tenía antes,
especialmente en Mandayona, y se arrastra entre un revuelto de enredaderas
justo antes de que se cumpla su destino. Salgo a un campo desde donde se ven
bien las dos hileras de frondosas que acompañan a los dos ríos convergiendo en
el punto de unión, en la muerte de un río.
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