Dulce I
Continuando con la margen izquierda del río Henares, voy
a recorrer el río Dulce. Después de dejar el coche en Estriégana, tomo la
GU-125, muy buena, ancha, con un piso excelente, y subo hasta más arriba de
Bujarrabal, cerca del linde con Castilla-León. Esta zona debe ser la más
alejada de la desembocadura y la voy a considerar el inicio, aunque también
está el Arroyo Viejo que viene de Alcolea del Pinar y quizá sea en los
manantiales de Estriégana donde el aporte de agua es mayor.
En otro día espléndido de temperatura de este raro y seco
otoño que atravesamos, inicio la ruta en un paraje que desciende suavemente
desde unas lomas moteadas de encinas y con molinos de viento que lo limitan por
el norte. El campo es despejado, desarbolado, y se nota totalmente seco, con la
hierba amarillenta. En el centro, una hendidura jalonada por chopos
amarillentos señala el curso del arroyo de la Vega.
El primer pueblo es Bujarrabal,
situado a 1.152 m de altitud y que cuenta con 29 habitantes. Tiene una iglesia
del siglo XVI, estilo gótico tardío con elementos renacentistas, una nave, espadaña
de tres vanos, portada de arco apuntado y un pórtico de tres arcos de medio
punto y dos accesos, uno lateral y otro frontal. También quedan escasos restos,
abiertos a todos los vientos, de una fortificación –Ruta de los torreones
islámicos- que controlaba los caminos hacia Sigüenza y Alcolea del Pinar y la
calzada del valle del Henares hasta Medinaceli.
Salgo por la ermita viendo cómo el arroyo de la Vega
sigue hacia abajo por la derecha acompañado a trechos de los consabidos chopos
amarillentos que destacan del verde oscuro del encinar. Poco después, cruza
unos riscos y sigue en dirección a Estriégana. Hacia atrás se ve Bujarrabal en
alto, con el fondo de los molinos de viento, y delante las espesas frondosas
que rodean a Estriégana.
Esta pequeña población, de 17 habitantes, está situada a
una altitud de 1.106 m., en la comarca de Las Serranías. De su antiguo origen
conserva una necrópolis celtibérica (ss. IV al II a.C.) y restos, en el lugar
denominado “La Torrecilla”, de un antiguo torreón o torre vigía medieval en el
que podría haber existido un castro ibérico. Fue poblado, como toda la zona, a
partir de la reconquista en el siglo XII, tiempo del que data su iglesia,
románica en origen pero muy modificada. Muchas de las casas son de arenisca
rojiza, con grandes sillares utilizados como jambas y dintel en puertas y
ventanas.
A la entrada recibe un letrero con la inscripción “río
Dulce. Afluente”, que quizá quiera indicar que el Arroyo Viejo, que viene de
Alcolea del Pinar y rodea el pueblo por el norte, es el origen. Aquí, al lado
de la carretera, hay unos manantiales, unas surgencias rodeadas de piedras, que
alimentan un pequeño regato que se esconde en un espeso soto. Un poco después
hay un área recreativa con mesas y bancos, una fuente de tres chorros, y un
asador-barbacoa. El regato atraviesa el lavadero y continúa hacia el sur. Al
oeste, los altos chopos indican el curso del que vamos a considerar río Dulce.
Un poco más abajo se unen los dos y poco después llega
también el arroyo de la Vega. Ya está definitivamente formado el río Dulce con
todas estas aportaciones, aunque de poco le sirve. Está seco. El camino iba por
la margen izquierda, y se puede seguir, pero parece mejor el camino de la
margen derecha a la que se accede por un puentecillo. Los chopos, como siempre,
marcan el camino. Campos con girasol viejo, sin cosechar, ponen una nota marrón
oscuro entre la gama de verdes y el amarillo de rastrojos. Aneas y espadañas
ocupan el cauce.
Al fondo, apoyado en unas lomas que tienen en lo alto el
depósito del agua, aparece el pequeño caserío de Jodra del Pinar, con el
semicircular ábside de su iglesia románica destacando en primer lugar. Se sale
a la carretera donde llega al Dulce el arroyo de Saúca, igualmente seco. Este
pueblo tiene cinco habitantes y está a 1.100 m de altitud. Perteneció al Común
de Villa y Tierra de Medinaceli y formó parte del Señorío de los La Cerda,
anejo a Saúca. En este término, los obispos y cabildos de Sigüenza poseyeron
heredades y dehesas.
Lo más interesante es la iglesia parroquial de San Juan
Bautista, una de las mejores de estos contornos. Tiene una nave,
torreón-espadaña de dos vanos, ábside semicircular sujeto por canecillos sin
historia y un atrio con dos accesos: a poniente por arco semicircular y al
mediodía por portón central con arco de medio punto y dos arcos también
semicirculares a cada lado, sujetos por columnas pareadas rematadas en
capiteles de decoración vegetal. La entrada es por arco de medio punto con
arquivoltas sobre capiteles sin tallar.
La iglesia está restaurada en piedra de distintos colores
dando una apariencia algo chillona. En el pueblo está el antiguo horno comunal,
restaurado “en hacenderas” (trabajo colectivo) por la Asociación de Amigos de
Jodra del Pinar, Septiembre-2000, con el loable objetivo de “recuperar los usos
tradicionales, así como estimular en futuras generaciones la conservación del
patrimonio de este pueblo”.
Continúo viendo a la izquierda un vallecito limitado por
pequeñas lomas, las de la izquierda cubiertas de encinas y ralas las de la
derecha, y recorrido por el mínimo arroyo del Val. El camino gira a la derecha
y sigo por él hasta llegar al Dulce, que se había desviado por detrás de las
lomas sobre las que se apoya Jodra del Pinar, bordeando el Cerro de la Huelga, y
que se retuerce en meandros. Y como ya pasó en Cubillas del Pinar, aquí tampoco
hay pinos.
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