lunes, 16 de octubre de 2017

Dulce I




Continuando con la margen izquierda del río Henares, voy a recorrer el río Dulce. Después de dejar el coche en Estriégana, tomo la GU-125, muy buena, ancha, con un piso excelente, y subo hasta más arriba de Bujarrabal, cerca del linde con Castilla-León. Esta zona debe ser la más alejada de la desembocadura y la voy a considerar el inicio, aunque también está el Arroyo Viejo que viene de Alcolea del Pinar y quizá sea en los manantiales de Estriégana donde el aporte de agua es mayor.

En otro día espléndido de temperatura de este raro y seco otoño que atravesamos, inicio la ruta en un paraje que desciende suavemente desde unas lomas moteadas de encinas y con molinos de viento que lo limitan por el norte. El campo es despejado, desarbolado, y se nota totalmente seco, con la hierba amarillenta. En el centro, una hendidura jalonada por chopos amarillentos señala el curso del arroyo de la Vega.



El primer pueblo es Bujarrabal, situado a 1.152 m de altitud y que cuenta con 29 habitantes. Tiene una iglesia del siglo XVI, estilo gótico tardío con elementos renacentistas, una nave, espadaña de tres vanos, portada de arco apuntado y un pórtico de tres arcos de medio punto y dos accesos, uno lateral y otro frontal. También quedan escasos restos, abiertos a todos los vientos, de una fortificación –Ruta de los torreones islámicos- que controlaba los caminos hacia Sigüenza y Alcolea del Pinar y la calzada del valle del Henares hasta Medinaceli.



Salgo por la ermita viendo cómo el arroyo de la Vega sigue hacia abajo por la derecha acompañado a trechos de los consabidos chopos amarillentos que destacan del verde oscuro del encinar. Poco después, cruza unos riscos y sigue en dirección a Estriégana. Hacia atrás se ve Bujarrabal en alto, con el fondo de los molinos de viento, y delante las espesas frondosas que rodean a Estriégana.

Esta pequeña población, de 17 habitantes, está situada a una altitud de 1.106 m., en la comarca de Las Serranías. De su antiguo origen conserva una necrópolis celtibérica (ss. IV al II a.C.) y restos, en el lugar denominado “La Torrecilla”, de un antiguo torreón o torre vigía medieval en el que podría haber existido un castro ibérico. Fue poblado, como toda la zona, a partir de la reconquista en el siglo XII, tiempo del que data su iglesia, románica en origen pero muy modificada. Muchas de las casas son de arenisca rojiza, con grandes sillares utilizados como jambas y dintel en puertas y ventanas.



A la entrada recibe un letrero con la inscripción “río Dulce. Afluente”, que quizá quiera indicar que el Arroyo Viejo, que viene de Alcolea del Pinar y rodea el pueblo por el norte, es el origen. Aquí, al lado de la carretera, hay unos manantiales, unas surgencias rodeadas de piedras, que alimentan un pequeño regato que se esconde en un espeso soto. Un poco después hay un área recreativa con mesas y bancos, una fuente de tres chorros, y un asador-barbacoa. El regato atraviesa el lavadero y continúa hacia el sur. Al oeste, los altos chopos indican el curso del que vamos a considerar río Dulce.

Un poco más abajo se unen los dos y poco después llega también el arroyo de la Vega. Ya está definitivamente formado el río Dulce con todas estas aportaciones, aunque de poco le sirve. Está seco. El camino iba por la margen izquierda, y se puede seguir, pero parece mejor el camino de la margen derecha a la que se accede por un puentecillo. Los chopos, como siempre, marcan el camino. Campos con girasol viejo, sin cosechar, ponen una nota marrón oscuro entre la gama de verdes y el amarillo de rastrojos. Aneas y espadañas ocupan el cauce.

Al fondo, apoyado en unas lomas que tienen en lo alto el depósito del agua, aparece el pequeño caserío de Jodra del Pinar, con el semicircular ábside de su iglesia románica destacando en primer lugar. Se sale a la carretera donde llega al Dulce el arroyo de Saúca, igualmente seco. Este pueblo tiene cinco habitantes y está a 1.100 m de altitud. Perteneció al Común de Villa y Tierra de Medinaceli y formó parte del Señorío de los La Cerda, anejo a Saúca. En este término, los obispos y cabildos de Sigüenza poseyeron heredades y dehesas.

Lo más interesante es la iglesia parroquial de San Juan Bautista, una de las mejores de estos contornos. Tiene una nave, torreón-espadaña de dos vanos, ábside semicircular sujeto por canecillos sin historia y un atrio con dos accesos: a poniente por arco semicircular y al mediodía por portón central con arco de medio punto y dos arcos también semicirculares a cada lado, sujetos por columnas pareadas rematadas en capiteles de decoración vegetal. La entrada es por arco de medio punto con arquivoltas sobre capiteles sin tallar.



La iglesia está restaurada en piedra de distintos colores dando una apariencia algo chillona. En el pueblo está el antiguo horno comunal, restaurado “en hacenderas” (trabajo colectivo) por la Asociación de Amigos de Jodra del Pinar, Septiembre-2000, con el loable objetivo de “recuperar los usos tradicionales, así como estimular en futuras generaciones la conservación del patrimonio de este pueblo”.




Continúo viendo a la izquierda un vallecito limitado por pequeñas lomas, las de la izquierda cubiertas de encinas y ralas las de la derecha, y recorrido por el mínimo arroyo del Val. El camino gira a la derecha y sigo por él hasta llegar al Dulce, que se había desviado por detrás de las lomas sobre las que se apoya Jodra del Pinar, bordeando el Cerro de la Huelga, y que se retuerce en meandros. Y como ya pasó en Cubillas del Pinar, aquí tampoco hay pinos.

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