domingo, 3 de septiembre de 2017

Xexil Body Milk

Teníamos cosa de poco valor en lo que pensar y hacer, como es habitual, por lo que nuestro cronograma nos permitía el día libre para atender la amable invitación de Eduardo, concejal de Torrelaguna, así que nos convidamos a ver la representación de la Compañía Xexil Body Milk, previa a las fiestas patronales de la Virgen de la Soledad. Así, andando muchos días del mes de Agosto, recorrimos la noche reciente de la población, con las calles cercanas hormigueando de gente, y nos congregamos en el frontón. La noche nos reunió al mismo tiempo que a las estrellas, que iban subiendo al lugar que les está asignado. El frontón descubierto permitía entrar a la noche torrelagunense.

De entre la enorme cantidad de personas que lo desbordaban muchos eran conocidos, pero también había vistas y oídos vírgenes, como los nuestros. El elevado escenario presentaba un decorado que daba impresión de grandiosidad sin incurrir en colosalismo; se trataba de un templo egipcio, puesto que la obra a representar era “La corte del faraón ¡¡¡Otra vez nooo!!!”, en realidad una serie de escenas de las diversas obras de su extenso repertorio –la mayoría dirigidas por Pedro G. de las Heras-, con motivo de la celebración del aniversario número 30 desde que comenzó el grupo, lo que fue celebrado ya en junio con la publicación de un libro.

Tras un comienzo faraónico, rápidamente se dio paso a dos actores que actuaban también como presentadores –lo que sería repetido por otros-, que, obrando tranquilamente como si fueran dueños del tiempo, fueron anunciando prosopopéyicamente lo que íbamos a ver con el entusiasmo de quien pone un subrayado. Unas veces, parados en actitud escultural, lo explicaban docentemente; otras, lo comentaban como para que les oyeran las piedras de la iglesia en un rapto de hemorragia verbal.

El elenco, algunos de cuyos miembros han nacido entre estas casas que deben reconocerles, comparte unos ideales a los que han levantado un altar en su corazón siguiendo la ruta de su propio destino. Abandonan la tranquilidad de una vida de días iguales para llenar los días de vida. No viven rodeados de recuerdos y encerrados en sus nostalgias –algunos son muy jóvenes- ni comparten el aforismo de que la realidad es la escoria de la ilusión. Se identifican con el decorado de su vida. Todos tienen ese toque de luz, esa posibilidad de brillo y fuerza, el ardor mesiánico de la juventud. Son almas alegres; la sonrisa se dilata en su cara como una onda en un estanque. Se comunican por la mirada. Son Ulises cuya Ítaca es sólo interior.

Subidos al escenario sus cuerpos atléticos y estatuarios realizan una exhibición de energía mientras les rodea el silencio y sus voces rasgan la noche. Sus detalles de personalidad, sus señas de identidad, son muy variados: el/la de rico paisaje interior cuya tranquila presencia resulta balsámica, el personaje barojiano –de acción- que parece tener fuego controlado, el de elegancia natural –es decir, no preocupado por la elegancia-, el que habla como si su voz fuese música más que palabras, el que domina la retórica del gesto con particular virtuosismo, el de gran fertilidad de ingenio, el de aire distraído como de poeta en busca de consonantes, el de hablar florido, el que baja la voz a un diapasón más profundo e impresionante, el que sus palabras apenas si rozan sus labios, el que exhibe una sonrisa llena de dientes, el que avanza con pasos elásticos, el que se sitúa en el centro con el compás de las piernas abierto y los demás le hacen corona, el que irradia una especie de calmada fortaleza que resulta atractiva, señoras negras de viudez, etc.

Con entrenada destreza, cada uno se asoma al alma de los otros, cada uno se mete dentro de distintos vestidos, cada uno es, sucesivamente, no uno, sino muchos, y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, ofrecen entre sí los más raros y asombrosos contrastes construyendo imaginarios heroicos tanto individuales como colectivos. Por eso el grupo es mucho más que la suma de las individualidades que forman parte de él. Aparenta un tumulto de gente despareja misteriosamente unida en un conjunto armónico que tiene pleno sentido. Todos han buscado, desmonetizando sentimientos hermosos, construir un mapa de sus deseos y todos se integran en la familia sin que quede nadie en la periferia. Se ha creado un clima. Con su espíritu templado en el ensayo, este grupo –como muy pocos entre los muchos grupos aficionados- da la sensación de que los años pasan sin tocarle y que todavía no se ha puesto el sol en su recorrido.

Todas las personas del público –gustadores de belleza- damos un banquete a nuestros ojos y oídos. En este ambiente artístico que nos envuelve, acunados por melodías ensoñadoras, miramos a los actores como para aprendérnoslos de memoria. La representación comenzó a las diez y media. Luego fueron las once, las once y media, las doce … Hemos abandonado el cuerpo a una incómoda silla y no nos cansamos a pesar de que la larga duración, que la hace costumbre, no consigue que se avenga a ella. Continuamente, estallidos emocionales y zarabanda de risas. Los fragmentos de obras, representados casi sin solución de continuidad, están bien elegidos. La esgrima de la conversación se pone de manifiesto especialmente en las letras de las zarzuelas, picaronas, donde no se dicen las cosas claramente pero no se impide suponerlas.

En un principio hubiésemos preferido ver una única obra completa, pero esta representación –buscando datos en el almacén de la memoria del grupo y desgranando recuerdos-, que podría haber sido un relato fragmentado y zigzagueante, un embrollo, una madeja sin cabo, un laberinto sin hilo conductor y sin un faro que pudiese guiar por un piélago insondable, ha resultado ser una magnífica mirada retrospectiva. Han viajado por su memoria, han devuelto las viejas imágenes –poetizadas en la imaginación- al presente, han regresado despacio de sus recuerdos, han creado un fondo con una sucesión de escenarios imposible de establecer sin un esfuerzo de la memoria, y este recalar la mirada sobre el camino recorrido ha devenido un éxito completo: detrás de todo está la evidencia, la práctica siempre constituye la prueba definitiva. Aunque tienen en la cabeza un arca de Noé, las nostalgias líricas no se les caerán de la memoria. Las obras hacen la obra. Las obras representadas constituyen finalmente la obra, con carácter ontológico, la obra como metáfora, suma, saldo y gloria de una vida.

En este islote de felicidad el tiempo parece detenido como en un encantamiento; en este grupo hay algo profundo que atraviesa el tiempo. Se termina la representación, se rompe el hechizo en el que habíamos quedado atrapados y todos prorrumpimos en hiperbólicos encomios. Un rápido resumen puede ser éste: repaso de muchas obras, fragmentos cortos bien elegidos –aunque también hubieran estado bien otros-, calidad de interpretación, espectacular montaje de escenario-sonido-iluminación, mucho movimiento, tendencia al musical –canciones y baile-, buena y variadísima vestimenta, grupo compacto en el que están representadas todas las edades con jóvenes que podrán relevar a los mayores, etc.

Lejos quedan los inicios a finales de los años 70. Desde entonces han sido cerca de 40 textos los llevados a escena, además de participar en las fiestas locales (El auto de los Reyes Magos, Cabalgata de Reyes, Elección de la Reina, Entierro de la sardina, Noche de San Juan) y colaborar con entidades como Ayuda en acción, etc. Este año, este grupo aficionado de teatro –convertido en Asociación Cultural- interpreta fragmentos de estas obras: Los extremeños se tocan, El rey que rabió, El otro lado de la cama, El sobre verde, Cinco minutos nada menos, La cena de los idiotas, Aquí no paga nadie, Las visitas deberían estar prohibidas por el código penal, Un paseo por la Gran Vía, Los caciques, Las Pelópidas, ¡Ay, Carmela!, El sueño de una noche de verano, Las Leandras, Del Madrid castizo, El diluvio que viene, La corte de faraón.

Tanto trabajo no puede ser obra sino de muchos participantes, actores (Fran, Milagros, Jesús, Benito, Marta, Carmen Hernán, Juanín, Carlos, Leonor, Domingo, Sergio, Sandra, Carmen Martín, Julián, Andrea, Beatriz, Azucena, Oscar Pilar, Jessi, David, Mª Jesús Rodríguez, Dori, Mª Jesús Torres, Mª Luz, Bruno, Oscar Uriel, Raquel, Mercedes, Yolanda), un equipo técnico de 28 personas y la espléndida dirección de Pedro G. de las Heras.

Esta representación es muy emotiva para todos, público y grupo, pero, además, debe ser reflexiva para el grupo, que no puede ser parásito del recuerdo, que no puede vivir sobre la tradición, que sus vendimias no están hechas, al que, a pesar del tiempo devorador, el porvenir puede darle mucho todavía. Debe tener nostalgia de futuro que le haga poner de nuevo velas al viento.

Al final aprovechamos para felicitar a algunos actores y hablar especialmente con Eduardo. Cuando nos vamos, Plutón, dios de las sombras, se ha apoderado de Torrelaguna.

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