Xexil Body Milk
Teníamos cosa de poco valor en lo que pensar y hacer,
como es habitual, por lo que nuestro cronograma nos permitía el día libre para
atender la amable invitación de Eduardo, concejal de Torrelaguna, así que nos
convidamos a ver la representación de la Compañía Xexil Body Milk, previa a las
fiestas patronales de la Virgen de la Soledad. Así, andando muchos días del mes
de Agosto, recorrimos la noche reciente de la población, con las calles
cercanas hormigueando de gente, y nos congregamos en el frontón. La noche nos
reunió al mismo tiempo que a las estrellas, que iban subiendo al lugar que les
está asignado. El frontón descubierto permitía entrar a la noche
torrelagunense.
De entre la enorme cantidad de personas que lo desbordaban
muchos eran conocidos, pero también había vistas y oídos vírgenes, como los
nuestros. El elevado escenario presentaba un decorado que daba impresión de
grandiosidad sin incurrir en colosalismo; se trataba de un templo egipcio,
puesto que la obra a representar era “La corte del faraón ¡¡¡Otra vez nooo!!!”,
en realidad una serie de escenas de las diversas obras de su extenso repertorio
–la mayoría dirigidas por Pedro G. de las Heras-, con motivo de la celebración
del aniversario número 30 desde que comenzó el grupo, lo que fue celebrado ya
en junio con la publicación de un libro.
Tras un comienzo faraónico, rápidamente se dio paso a dos
actores que actuaban también como presentadores –lo que sería repetido por
otros-, que, obrando tranquilamente como si fueran dueños del tiempo, fueron
anunciando prosopopéyicamente lo que íbamos a ver con el entusiasmo de quien
pone un subrayado. Unas veces, parados en actitud escultural, lo explicaban
docentemente; otras, lo comentaban como para que les oyeran las piedras de la
iglesia en un rapto de hemorragia verbal.
El elenco, algunos de cuyos miembros han nacido entre
estas casas que deben reconocerles, comparte unos ideales a los que han levantado
un altar en su corazón siguiendo la ruta de su propio destino. Abandonan la
tranquilidad de una vida de días iguales para llenar los días de vida. No viven
rodeados de recuerdos y encerrados en sus nostalgias –algunos son muy jóvenes-
ni comparten el aforismo de que la realidad es la escoria de la ilusión. Se
identifican con el decorado de su vida. Todos tienen ese toque de luz, esa
posibilidad de brillo y fuerza, el ardor mesiánico de la juventud. Son almas
alegres; la sonrisa se dilata en su cara como una onda en un estanque. Se
comunican por la mirada. Son Ulises cuya Ítaca es sólo interior.
Subidos al escenario sus cuerpos atléticos y estatuarios
realizan una exhibición de energía mientras les rodea el silencio y sus voces
rasgan la noche. Sus detalles de personalidad, sus señas de identidad, son muy
variados: el/la de rico paisaje interior cuya tranquila presencia resulta
balsámica, el personaje barojiano –de acción- que parece tener fuego
controlado, el de elegancia natural –es decir, no preocupado por la elegancia-,
el que habla como si su voz fuese música más que palabras, el que domina la
retórica del gesto con particular virtuosismo, el de gran fertilidad de
ingenio, el de aire distraído como de poeta en busca de consonantes, el de
hablar florido, el que baja la voz a un diapasón más profundo e impresionante,
el que sus palabras apenas si rozan sus labios, el que exhibe una sonrisa llena
de dientes, el que avanza con pasos elásticos, el que se sitúa en el centro con
el compás de las piernas abierto y los demás le hacen corona, el que irradia
una especie de calmada fortaleza que resulta atractiva, señoras negras de
viudez, etc.
Con entrenada destreza, cada uno se asoma al alma de los
otros, cada uno se mete dentro de distintos vestidos, cada uno es,
sucesivamente, no uno, sino muchos, y estas personalidades sucesivas, que
emergen las unas de las otras, ofrecen entre sí los más raros y asombrosos
contrastes construyendo imaginarios heroicos tanto individuales como
colectivos. Por eso el grupo es mucho más que la suma de las individualidades
que forman parte de él. Aparenta un tumulto de gente despareja misteriosamente
unida en un conjunto armónico que tiene pleno sentido. Todos han buscado,
desmonetizando sentimientos hermosos, construir un mapa de sus deseos y todos
se integran en la familia sin que quede nadie en la periferia. Se ha creado un
clima. Con su espíritu templado en el ensayo, este grupo –como muy pocos entre
los muchos grupos aficionados- da la sensación de que los años pasan sin
tocarle y que todavía no se ha puesto el sol en su recorrido.
Todas las personas del público –gustadores de belleza-
damos un banquete a nuestros ojos y oídos. En este ambiente artístico que nos
envuelve, acunados por melodías ensoñadoras, miramos a los actores como para
aprendérnoslos de memoria. La representación comenzó a las diez y media. Luego
fueron las once, las once y media, las doce … Hemos abandonado el cuerpo a una
incómoda silla y no nos cansamos a pesar de que la larga duración, que la hace
costumbre, no consigue que se avenga a ella. Continuamente, estallidos
emocionales y zarabanda de risas. Los fragmentos de obras, representados casi
sin solución de continuidad, están bien elegidos. La esgrima de la conversación
se pone de manifiesto especialmente en las letras de las zarzuelas, picaronas,
donde no se dicen las cosas claramente pero no se impide suponerlas.
En un principio hubiésemos preferido ver una única obra
completa, pero esta representación –buscando datos en el almacén de la memoria
del grupo y desgranando recuerdos-, que podría haber sido un relato fragmentado
y zigzagueante, un embrollo, una madeja sin cabo, un laberinto sin hilo
conductor y sin un faro que pudiese guiar por un piélago insondable, ha
resultado ser una magnífica mirada retrospectiva. Han viajado por su memoria,
han devuelto las viejas imágenes –poetizadas en la imaginación- al presente,
han regresado despacio de sus recuerdos, han creado un fondo con una sucesión
de escenarios imposible de establecer sin un esfuerzo de la memoria, y este
recalar la mirada sobre el camino recorrido ha devenido un éxito completo:
detrás de todo está la evidencia, la práctica siempre constituye la prueba
definitiva. Aunque tienen en la cabeza un arca de Noé, las nostalgias líricas
no se les caerán de la memoria. Las obras hacen la obra. Las obras
representadas constituyen finalmente la obra, con carácter ontológico, la obra
como metáfora, suma, saldo y gloria de una vida.
En este islote de felicidad el tiempo parece detenido
como en un encantamiento; en este grupo hay algo profundo que atraviesa el
tiempo. Se termina la representación, se rompe el hechizo en el que habíamos
quedado atrapados y todos prorrumpimos en hiperbólicos encomios. Un rápido
resumen puede ser éste: repaso de muchas obras, fragmentos cortos bien elegidos
–aunque también hubieran estado bien otros-, calidad de interpretación,
espectacular montaje de escenario-sonido-iluminación, mucho movimiento,
tendencia al musical –canciones y baile-, buena y variadísima vestimenta, grupo
compacto en el que están representadas todas las edades con jóvenes que podrán
relevar a los mayores, etc.
Lejos quedan los inicios a finales de los años 70. Desde
entonces han sido cerca de 40 textos los llevados a escena, además de
participar en las fiestas locales (El auto de los Reyes Magos, Cabalgata de
Reyes, Elección de la Reina, Entierro de la sardina, Noche de San Juan) y
colaborar con entidades como Ayuda en acción, etc. Este año, este grupo
aficionado de teatro –convertido en Asociación Cultural- interpreta fragmentos
de estas obras: Los extremeños se tocan, El rey que rabió, El otro lado de la
cama, El sobre verde, Cinco minutos nada menos, La cena de los idiotas, Aquí no
paga nadie, Las visitas deberían estar prohibidas por el código penal, Un paseo
por la Gran Vía, Los caciques, Las Pelópidas, ¡Ay, Carmela!, El sueño de una
noche de verano, Las Leandras, Del Madrid castizo, El diluvio que viene, La
corte de faraón.
Tanto trabajo no puede ser obra sino de muchos
participantes, actores (Fran, Milagros, Jesús, Benito, Marta, Carmen Hernán,
Juanín, Carlos, Leonor, Domingo, Sergio, Sandra, Carmen Martín, Julián, Andrea,
Beatriz, Azucena, Oscar Pilar, Jessi, David, Mª Jesús Rodríguez, Dori, Mª Jesús
Torres, Mª Luz, Bruno, Oscar Uriel, Raquel, Mercedes, Yolanda), un equipo
técnico de 28 personas y la espléndida dirección de Pedro G. de las Heras.
Esta representación es muy emotiva para todos, público y
grupo, pero, además, debe ser reflexiva para el grupo, que no puede ser
parásito del recuerdo, que no puede vivir sobre la tradición, que sus vendimias
no están hechas, al que, a pesar del tiempo devorador, el porvenir puede darle
mucho todavía. Debe tener nostalgia de futuro que le haga poner de nuevo velas
al viento.
Al final aprovechamos para felicitar a algunos actores y
hablar especialmente con Eduardo. Cuando nos vamos, Plutón, dios de las
sombras, se ha apoderado de Torrelaguna.
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