Agüero
Este pequeño pueblo, que experimentó una gran pérdida de
población en el s. XX, está situado en la comarca Hoya de Huesca, a 696 m de
altitud, en un emplazamiento áspero y bravío cerca del río Gállego, con el
telón de fondo de la espectacular sierra llamada los Mallos de Agüero, masas de
conglomerados de caprichosas formas y tinte algo rojizo típico de la era
Terciaria, similares a los de la orilla opuesta del río, los imponentes Mallos
de Riglos.
De su origen altomedieval quedan vestigios del castillo,
s. X, de cuando fue avanzadilla del reino de Aragón y a comienzos del s. XII,
la viuda de Pedro I, la reina Berta, gobernó desde aquí el “reino de los
Mallos” que incluía Murillo, Marcuello, Riglos y hasta Ayerbe. Conserva dos
joyas del románico aragonés: la portada de la iglesia de San Salvador y, en las
cercanías del pueblo, la iglesia de Santiago.
La iglesia de Santiago está antes de llegar al pueblo. Es
un proyecto original, inacabado, que deja abiertas incógnitas sobre su función.
Sus dimensiones no son las de una parroquia rural sino las de una iglesia
monástica. Fue proyectado como un edificio de planta basilical de tres naves y
tres ábsides semicirculares, pero no se terminó. Como fue donado por el rey
Sancho Ramírez (1064-1094) al Monasterio de San Juan de la Peña, algunos
historiadores han visto la posibilidad de que fuera a acoger a la comunidad
dadas las adversas condiciones de vida.
Tiene dos fases constructivas: los ábsides podrían ser
factura de un taller de origen francés que hubiera trabajado en la Catedral de
Santo Domingo de la Calzada, dada su relación con el lenguaje arquitectónico de
ésta (exuberante decoración de la portada y con las columnas-contrafuerte que
jalonan los ábsides y el muro meridional); el cerramiento de los ábsides y la decoración
son obra del Maestro de San Juan de la Peña o de Agüero. Éste concibió un
estilo propio, visible también en San Pedro el Viejo de Huesca y en las
portadas de San Nicolás de El Frago o San Antón de Tauste. Sus rasgos formales
más importantes son los ojos en forma de almendra, los pliegues de las ropas
semicirculares y el uso de un repertorio fijo de formas vegetales. Los marcos
arquitectónicos concretos a los que se liga su obra son los frisos, arquerías
de claustros –como en San Juan de la Peña-, capiteles a la altura del arranque
de bóvedas y portadas –Agüero-.
La pieza maestra es la portada meridional, cuyas
esculturas son en su mayor parte obra del Maestro de San Juan de la Peña. Tiene
cuatro arquivoltas, dos de baquetón y dos planas, que se apoyan sobre columnas
con ricos capiteles (izquierda: leones devorando un carnero, bailarina entre
dos músicos, bailarina contorsionada, hombre conversando y soldados luchando;
derecha: combate de centauros, leones devorando una cabra, perros enfrentados,
mantícoras o cuadrúpedos con rostro humano). El tímpano esculturado representa
la epifanía o adoración de los Reyes Magos. Debajo, las quicialeras representan
a monstruos en forma de león andrófago devorando a un guerrero y a una mujer
desnuda. Todo ello bajo un tejaroz sostenido por seis canecillos historiados
(arpía, dragón que se muerde la cola, hombre y mujer de pie, juglar
contorsionado, león, dragón). Hay magníficas y muy abundantes marcas de
cantería y todos los datos apuntan a la segunda mitad del s. XII como fecha de
su construcción en una pequeña meseta.
El pueblo está a un kilómetro escaso de este templo, en
una posición enriscada que ofrece innumerables rincones sugestivos en sus
empinadas calles y que presenta alguna curiosidad añadida como el Museo del
Órgano en la casa rectora o abacial. En el centro de la población hay un
espacio formado por la Plaza Mayor y el ensanchamiento de algunas calles que
está presidido por la iglesia de San Salvador, cuya peculiaridad radica en que
se trata de un edificio compuesto por construcciones de distintas épocas –desde
el s. XII hasta el s. XVIII-, que conjuga distintos estilos artísticos
manteniendo la armonía.
La nave central, de bóveda de cañón apuntado, es de
origen románico; las naves añadidas son de época tardogótica y la cripta
subterránea del s. XVI; el ábside semicircular es barroco, igual que los
retablos Mayor y de Santa Ana, ambos del s. XVIII; la torre, referente en el
paisaje, de planta rectangular y gran envergadura, es de los ss. XVI-XVII.
Pero lo más interesante es la portada románica, precedida
por un pórtico del que persisten dos arcos de medio punto apoyados en un zócalo
corrido. Consiste en una bella composición formada por arquivoltas
semicirculares profusamente labradas (taqueado ajedrezado jaqués, roleos,
palmetas, celdillas), decoración vegetal y capiteles labrados con figuras de
animales mitológicos sobre columnas laterales debajo, y un espléndido tímpano
con el Pantocrátor en el centro rodeado de los cuatro símbolos de los evangelistas:
ángel, león, toro y águila. Además tiene un elemento poco común, que es el
conservar todavía restos de policromía.
Desde la plaza puede distinguirse bien el conjunto, del
mismo modo que se ven bien las señas de identidad del pueblo, los majestuosos
monolitos de piedra muy cerca de las casas. Se aprecia su composición de
partículas sólidas procedentes del desgaste de los relieves pirenaicos y
depositadas por el río Gállego. La erosión ha completado su aspecto actual.
Entre todos destaca Peña Sola, fractura de una gran masa que sobrepasa los 200
m de altura. También es posible observar las rapaces que anidan en este medio,
molestadas por las varias vías de escalada, deporte aquí poco masificado.
Todo forma un conjunto único: paisajístico, senderístico
(Ver artículo Huesca, Villalangua-Salinas Viejo), artístico, etc., que bien
merece una detenida visita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario