Castillo de Loarre.
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Esta excepcional construcción, a 1.071 m de altitud, es del
s. XI. Se ha pensado que se construyó sobre las ruinas de la Calagurris
fibularia romana al haberse hallado monedas romanas e íberas en las cercanías. En
1020 el rey Sancho III el Mayor de Navarra decidió su construcción
convirtiéndolo en baluarte defensivo frente a los musulmanes. Las obras de
fortificación y la configuración actual datan de 1071, reinado de Sancho
Ramírez, cuando se añadió al castillo un componente religioso con la fundación
del monasterio de canónigos de San Agustín.
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El hijo de Sancho Ramírez, Pedro I, fundó Montearagón como
cabeza de la congregación quitando a Loarre su carácter monástico, lo que unido
a la pérdida de su carácter defensivo por el avance de la frontera, hizo que
perdiera valor y que volviera a la Corona aragonesa que lo entregó a tenentes y
seniores. En el s. XII inició su declive excepto en algún episodio histórico,
participación que desaparece a partir del s. XV, lo que ha contribuido a su
buena conservación. Es una obra cumbre de las fortificaciones, uno de los
mejores ejemplos de la arquitectura militar y civil y la fortaleza románica más
importante de España.
La visita se inicia en la muralla de torreones
semicirculares –excepto uno rectangular-, s. XIII, que rodea el conjunto por el
Sur. Dejando a la izquierda la torre albarrana, y a la derecha la enorme mole
de sillares del ábside, se llega a la puerta románica, con decoración en el
tímpano. Una bóveda de cañón cubre la empinada escalera que lleva, en su primer
tramo, al cuerpo de guardia a la izquierda y la cripta de Santa Quiteria (lugar
de culto y enterramiento y donde se guardaban tesoros) que comunica con la
iglesia por una angosta escalera.
El segundo tramo de la escalera lleva a la iglesia de San
Pedro, románica, s. XI, con gran cúpula de 26 m de altura, bellas ventanas y
decoración en el ábside a base de columnas adosadas cuyos capiteles tienen
motivos de figuras fantásticas, vegetales y escenas de la Biblia. Pasillos y
escaleras llevan, por camino rodeado de piedra y con pasajes abovedados, a los
pabellones –primero de canónigos y después de nobles-, a la despensa-cárcel,
sala de armas, etc. En el recorrido, unas ventanas ajimezadas, al lado de donde
Sancho Ramírez ordenó la ampliación adosando el monasterio, permiten la vista
de la antigua ubicación del pueblo.
En el parte superior se aprecian la antigua puerta y el gran
patio de armas que incluye la iglesia de Santa María –capilla primitiva antes
de adosar el monasterio-, el mirador de la reina –bella panorámica sobre la
comarca de la Sotonera- y los aljibes –hasta 80.000 litros de agua-. En la zona
norte destacan los pabellones militares, la torre Norte –destruida- y las
cocinas. Al lado está la Torre de la Reina, cuyas bellas ventanas ajimezadas,
vigilan el Sur y protegen la primitiva puerta de entrada.
Queda la Torre del Homenaje, con cinco plantas y 22 m de
altura, y con el acceso más difícil, puesto que se comunicaba con el castillo
por un puente levadizo, por lo que podía quedar aislada. Otros elementos, en
mejor o peor estado de conservación, son la puerta del mediodía, la torre del
vigía, necrópolis, pabellones, pozo, habitaciones, depósitos, etc. Tras ver
este impresionante castillo, la visita debe completarse en el pueblo de Loarre,
a 773 m de altitud, cuya historia está unida a la del castillo, del que fue
aldea, hasta que, perdida su anterior importancia, el pueblo se trasladó hasta
su actual emplazamiento a principios del s. XVI.
Esta pequeña población cuenta con un patrimonio artístico
importante: aunque sin datar, se le llama “romano” a un pequeño puente sobre el
río Astón (un ojo, arco rebajado), las ermitas de Santa Águeda (románica, s. XII,
portada con cuatro arquivoltas, ajedrezado jaqués) y Santa Marina, el palacete
renacentista del antiguo Ayuntamiento (s. XVI, actual Hospedería), la fuente
renacentista (s. XVI) y otros ejemplos de arquitectura civil (casonas con
portadas y escudos, Fausto, Garrica, Lacambra, Lorés, Pola, Coarasa, etc.)
También nos interesa –sirve la misma entrada que al
castillo- la iglesia parroquial de San Esteban de la Huerta. De la original
construcción del s. XVI sólo se conserva la esbelta torre de sillería, coronada
por un espléndido chapitel octogonal y pináculos de tradición gótica. La
capilla bajo la torre, cubierta con bóveda estrellada, está decorada con
pinturas en los muros. En el s. XVIII, se construyó la iglesia, de nave única y
cubierta con bóveda de cañón.
La capilla del lado de la Epístola más cercana al altar,
barroca de planta cuadrada, está dedicada a San Demetrio, martirizado en
Tesalónica en el año 303 por el emperador Maximiliano. Unos grupos escultóricos
en altorrelieve, en yeso policromado, narran la historia de cómo las reliquias
de este santo llegaron aquí. Quiere la tradición que dos clérigos franceses
cruzaron el Pirineo con una mula que cargaba una arqueta con las reliquias. En
Jaca la población quiso conocer el tesoro que llevaban y, ante la su negativa,
arrancaron los ojos a la mula y decidieron que donde se parase, allí se
quedarían. La mula murió frente al castillo.
Esta iglesia también contiene varios retablos (San Pedro,
San Demetrio, etc.), varias arquetas como la de San Demetrio (s. XI, cuyas
reliquias estuvieron en la cripta del castillo), las imágenes románicas de San
Pedro (titular de la iglesia del castillo, conserva su policromía original) y
de la Virgen del Castillo (también era venerada en él hasta que la parroquia se
trasladó al llano), un cáliz de plata y una cruz procesional del s. XVI, y un
órgano del s. XVIII.
El castillo en lo alto, recortándose sobre el verde oscuro
del monte, nos despide cuando nos vamos. Fundado en peñasco vivo, se yergue
como una belicosa presencia sobre la llanura. Atalaya roquera que domina los
contornos desde su altura. Hiératico vigía, castillo acantilado, en su cumbre
solitario y aislado. Su fama le llevó a aparecer en la película “El Reino de
los Cielos”, como si la Edad Media quedase reducida a una nostalgia de
castillos.
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