Camino de Santiago: Palencia.
Itero parece derivar de hito, frontera. En el poema de
Fernán González, cuando habla de los límites de Castilla, se dice “E de la otra
parte Fitero el fondon”. El río Pisuerga era
el límite entre Castilla y León y ahora lo es entre Burgos y Palencia. Estamos
en el límite, en el puente románico –remodelado posteriormente- mandado
construir por Alfonso VI, gran promotor del Camino, que tuvo molinos, aceñas,
etc.
Pasamos por Itero
de la Vega (ermita de la Piedad, s. XIII, con imagen de Santiago Peregrino)
y atravesamos el llano cruzado por el canal del Pisuerga, línea húmeda en la
tierra seca. Cruzamos la Tierra de Campos, campos de tierra, zona de un físico
homogéneo, con lejano y recto horizonte y escasez de árboles, que se llamó
Campos Góticos en el s. IX.
La monotonía de la llanura se rompe en el suave ascenso
al Otero Largo y en el también suave descenso hasta Boadilla del Camino. Paramos en el albergue “En el Camino” donde hemos estado en otras ocasiones. El ancho
camino continúa hasta que la presencia de altos árboles nos anuncia el
espejismo del Canal de Castilla, que
seguimos por el camino de sirga hasta la triple
esclusa en las afueras de Frómista.
Esta población, cuyo nombre es un antropónimo visigótico
que significa “el primero, el más importante”, es considerada fin de etapa en
el Liber sancti Jacobi. De aquí era oriundo Pedro González Telmo, dominico,
patrón de los marineros (fuego de San Telmo). Quizá debido a su riqueza
artística, aquí todo es más caro sin que haya más calidad en el servicio. El
tiempo cambia, baja la temperatura y hace mucho viento. Como en Hornillos del
Camino, también aquí nos despide un gallo, situado en lo alto de una de las
torres.
Tras cruzar las infraestructuras que rodean Frómista, se
toma una senda peregrina que ya no se abandona. La ermita de San Miguel, s.
XIII, anuncia la llegada a Población de
Campos -que data, como los pueblos cercanos, de la repoblación de los ss.
X-XI-, donde hubo una casa de los Caballeros de San Juan. El arbolado se desvía
a la derecha siguiendo el cauce del río Ucieza. Con el mismo viento seguimos
hasta Revenga de Campos y Villarmentero de Campos, fundado por
alguno de los Armenteros o Armentales (“rico en ganados”) que aparecen en los
documentos, que estuvo bajo la influencia de los cluniacenses instalados en
Carrión, Frómista y Sahagún. Paramos en el albergue “Amanecer”, muy curioso,
con instalaciones diferentes (tipis, cabañas, etc.).
A la izquierda se libró la batalla de Golpejera, en 1072,
en la que Sancho II rey de Castilla y el Cid derrotaron a Alfonso VI rey de
León, en la lucha por la sucesión de Fernando I que había dividido el reino. Seguimos
en paralelo a la carretera hasta Villalcázar
de Sirga o Villasirga, cuyo impresionante templo de Santa María la Blanca
sobresale del caserío. La senda peatonal sigue hasta Carrión de los Condes, capital de la Tierra de Campos. Este nombre
sustituyó al anterior, Santa María de Carrión, por la importancia de los
Banu-Gómez. Uno de sus miembros hizo traer desde Córdoba los restos del mártir
paleocristiano Zoilo y construyó un monasterio. También hubo hospitales e
instituciones religiosas dedicadas a la hospitalidad y aquí nació D. Íñigo
López de Mendoza, Marqués de Santillana, en 1398.
En la ruta por esta provincia nos hemos detenido para
admirar muchas obras. En Boadilla, palomares,
rollo (fin s. XV, gótico, decoración
con motivos jacobeos) y la iglesia de la
Asunción (románica reconstruida en el s. XVI; gran pila bautismal románica,
s. XIII, semiesférica, pilar de 12 columnillas, decoración con motivos
célticos).
En esta tierra reseca el Canal de Castilla es un agradable espejismo convertido en realidad,
uno de los proyectos más importantes de la ingeniería civil española en el s.
XVIII. Su objetivo era ser vía fluvial de comunicación y transporte para
solucionar el aislamiento de la meseta castellana y dar salida a los excedentes
agrarios, cereales en su mayoría. Su construcción tuvo muchos problemas: se
empezó en 1753 pero la explotación no comenzó hasta 1849. La época de mayor
esplendor fue a mitad del s. XIX cuando había más de 350 barcas. La apertura de
la línea férrea lo inhabilitó como vía de transporte pero siguió funcionando
como fuerza motriz para fábricas de papel, harineras, etc., despertando
industrialmente la zona.
En Frómista, además de San Pedro (gótica s. XIV, talla de
Santiago peregrino s. XVI) y Santa María del Castillo (sobre antigua
fortaleza), vemos la iglesia de San
Martín, resto del monasterio del s. XI. Tiene tres naves y tres ábsides,
cimborrio octogonal y gran riqueza escultórica. En Población de Campos está la
ermita románica del Socorro, con talla románica de la titular, y en
Villarmentero de Campos la iglesia de San Martín, con artesonado mudéjar.
Santa María la
Blanca, en Villasirga, tiene forma fortificada puesto que fue
casa-fortaleza de los Caballeros Templarios. Su románico es de transición, con
tres naves, doble crucero, gran rosetón, conjunto escultórico en la fachada
porticada, talla gótica de la titular, y sepulcros del infante don Felipe
–hermano de Alfonso X- y su esposa doña Leonor Ruiz de Castro. Alfonso X el Sabio, en las
Cantigas, cuenta curaciones de peregrinos.
A la entrada de Carrión de los Condes está el convento de
Santa Clara (s. XIII, Piedad de Gregorio Fernández). Adosada a la muralla, la
iglesia de Santa María del Camino, que dio nombre a la población (s. XII, tres
naves, imagen románica, portada bajo pórtico, rico programa escultórico.
Cabezas de toro alusivas a la leyenda por la que Carrión se vio libre del
tributo anual de las cien doncellas). En la plaza, la iglesia de Santiago, asentamiento templario (fachada, gran conjunto
escultórico con figuras cotidianas en la arquivolta, el friso con el apostolado
y el Pantocrátor rodeado del Tetramorfos).
Esta última parte ha sido de despedida. En puente Fitero
nos han adelantado las chicas catalanas ciclistas. En Frómista, donde conocemos
a Francesco (Milano, Italia), dejamos a Antonio (Almería), con un problema en
un pie, y a Antonio y Silvia (Roma). Ya no vemos a Daniel que ha tenido que
volver sobre sus pasos por un olvido.
Hemos atravesado el universo peregrino -un universo de
libertad- cargados con los años y el peso de la mochila, reparando el cuerpo en
un trabajo de Sísifo, con las ampollas en el punto de fuga de la andadura,
caminando en distintas lenguas, entregándonos dócilmente al camino con los
pasos marcando las pautas del tiempo, estimulando el ardor peregrino con el
ánimo de los demás. Nos hemos sumado a las generaciones de personas
continuándose en un mismo empeño, a la larga cadena humana que sigue la
capacidad de fabulación de este mito colectivo por un camino que conduce a una
estrella, al faro de esperanza al Oeste. Todos, como León el Africano (Amin
Maalouf), decimos: “no procedo de ningún país, soy hijo del camino”.
“Yo no viajo para
llegar a ningún sitio. Lo hago tan sólo por el placer de ir” (Robert Louis
Stevenson). En realidad no se trata de llegar, sino de ir; no de encontrar,
sino de buscar. No hemos llegado al final, pero aquí es nuestro final, de
momento. Nuestras pisadas se han detenido en este lugar. Dejamos la antorcha en
otras manos. El Camino vive con la vida de todos los que lo andamos y lleva una
inmensa carga de recuerdos y esperanzas. En el albergue de Castrojeriz, en la
litera de encima, había un letrero que suscribimos. Con los pies algo heridos
por el calor y el roce –sin dolor no hay gloria-, volvemos a casa donde
trataremos de superar el estrés postraumático, el vacío posterior. El cuerpo se
ha hecho presente, pero la mente no se ha reunido con él todavía.
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Pepe acaba como si nada |
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