lunes, 3 de julio de 2017

Los dólmenes de Antequera.



Las primeras formas de arquitectura monumental en piedra en la Prehistoria europea son los megalitos, del periodo Neolítico, hace 6.500-7.000 años. Esta arquitectura servía a las primeras comunidades de agricultores y pastores, en su función como cámaras mortuorias o como templos y espacios rituales, para la realización de ceremonias propiciatorias relacionadas con la fertilidad de la naturaleza y la memoria de los antepasados, para fijar ideológicamente la presencia y arraigo de la sociedad en la tierra, para dar orden a la existencia frente a la imprevisible naturaleza y garantizar la cohesión social frente al conflicto.

En este viaje en el tiempo a una sociedad y forma de vida muy distintas de la actual, evocamos el pasado no sólo como rescate de la memoria frente al olvido, sino como toma de conciencia de un lugar privilegiado. Antequera cuenta con uno de los sitios prehistóricos más valiosos, un conjunto de tres monumentos culturales y dos naturales, un gran centro ritual que constituye una de las más antiguas y originales formas de monumentalización paisajística mediante la integración de la arquitectura megalítica, que parece un paisaje natural al estar enterrada bajo túmulos de tierra, y la naturaleza, cuyas dos referencias visuales tan importantes como La Peña de los Enamorados y El Torcal sirven de orientación a los monumentos.

En el Centro de Recepción puede verse interesantísimo documental “Menga: Proceso de Construcción”, en el que se aprecia el alto grado de coordinación social necesario. Al lado está el Centro Solar Michel Hoskin (Universidad de Cambridge) cuyo muro integra el perfil del horizonte oriental de la vega antequerana, con la silueta de la Peña de los Enamorados y la señalización del orto solar en cada solsticio o equinoccio. Desde aquí se sale al Campo de los Túmulos donde se comprueba la igualdad de altura entre los túmulos de Menga y Viera y el promontorio natural del Marimacho, constatando la relación entre monumentos y paisaje.

Este Sitio es especialmente singular. En las sierras de El Torcal y Mollina hay cuevas que fueron utilizadas por los primeros grupos neolíticos, como la de El Toro, en el Torcal, con una ocupación inicial del Neolítico Antiguo (5400-4700, antes de nuestra era [ANE]). Al final del Neolítico (4300-3800 ANE) se asistió a un fuerte incremento de la actividad económica, no sólo agrícola y ganadera, sino artesanal (alfarera y textil). Estas primeras comunidades serranas pueden considerarse las predecesoras de las constructoras de megalitos. En la vega de Antequera se han estudiado varios asentamientos del Neolítico Final y de la Edad del Cobre en un radio de seis kilómetros de los dólmenes o de la Peña, pero no es probable que cualquiera de estas comunidades pudiera acometer individualmente la construcción, tarea que debió requerir una estrecha cooperación entre numerosas comunidades que compartían códigos religiosos y una noción conjunta de pertenencia tribal o clánica.

En el Neolítico Final (4200-3200 ANE), periodo en el que las comunidades agrarias de las fértiles tierras del valle del Guadalhorce empezaron a experimentar un fuerte crecimiento demográfico y económico, es cuando se construyeron Menga y Viera, mientras que el tholos de El Romeral fue construido en la Edad del Cobre (3200-2200 ANE), periodo en el que se desarrolla la metalurgia y se consolidan la complejidad social y los contactos a larga distancia. Con estos monumentos megalíticos las comunidades constructoras quisieron expresar su vinculación simbólica con los elementos terrestres y con el cosmos, a través de los alineamientos que establecieron a partir de los ejes de sus corredores, basándose en dos líneas principales. Una está representada por los hitos geográficos: Menga está orientado hacia La Peña, El Romeral se situará en la trayectoria del eje Viera-Menga-La Peña y su corredor se orientará hacia otro accidente geográfico, la sierra de El Torcal. La segunda se establece mediante el alineamiento del eje del corredor de Viera hacia el orto solar de los equinoccios.

Los tres monumentos conservan todos sus elementos constitutivos y su carácter unitario y están en buen estado de conservación, con su estructura original casi intacta. Muestran una amplia diversidad de soluciones y técnicas arquitectónicas, pero se caracterizan por el uso de grandes bloques de piedra que forman cámaras y espacios techados con cubierta adintelada (dolmen, Menga y Viera), característica de la tradición cultural atlántica, o en bóveda por aproximación de hiladas en falsa cúpula (tholos, El Romeral), propia de la tradición mediterránea, siendo ambas formas utilizadas con fines rituales y funerarios y demostrando la planificación arquitectónica excepcional por parte de quienes los edificaron.

El dolmen de Menga, cumbre de la Prehistoria europea, es un megalito de galería en el que un atrio abierto al exterior da paso a un corredor de planta rectangular que sirve de acceso a la cámara, ovalada. Está construido con técnica ortostática, su longitud es de 27,50 m, la altura varía desde los 2,70 m de la entrada a los 3,50 m de la cabecera y la máxima anchura de 6 m está en el final de la cámara, donde hay un pozo excavado en la arenisca de 1,50 m de diámetro por 19,50 m de profundidad, quedando alineado con los tres pilares. Cada lateral está formado por 12 ortostatos y la cabecera por uno, y la cubierta la integran 5 losas. Pudo construirse en una fase temprana del Neolítico final, 3800-2400 ANE, y posteriormente fue utilizado como espacio sagrado o lugar funerario. El cementerio actual se ubica cerca de este lugar, lo que manifiesta la pervivencia del valor y significación cultural a lo largo de milenios.

Todo se cubre con un túmulo de 50 m de diámetro, orientado al NE (acimut de 45º), al N de la salida del sol en el solsticio de verano, orientación excepcional, explicada por el alineamiento con La Peña de los Enamorados, formación natural de gran prominencia y significación cultural en la región que recuerda por su silueta la cara de una persona durmiente. En su sector norte, que es a donde apunta el eje de Menga, se encuentra un espacio que en el Neolítico estuvo investido de un especial significado simbólico y religioso, que incluye el abrigo de Matacabras, con pinturas rupestres de estilo esquemático, que pudo ser un santuario o espacio de reunión relacionado con la montaña. Esta dimensión paisajística del Sitio, estas relaciones visuales entre Menga y La Peña son posiblemente únicas en la Prehistoria europea.  

El dolmen de Viera es un sepulcro megalítico de corredor, al final del cual se dispone una cámara cúbica a la que se accede por una puerta perforada en una gran losa de piedra. Está edificado, como Menga, con técnica ortostática y tiene un recorrido de 22 m, una anchura que oscila entre 1,30 m al principio y 1,60 al final, y su altura interior media es de poco más de 2 m. Cada lateral debió contener 16 ortostatos, la cabecera una única losa y la cubierta unas 11 cobijas, aunque no todas las piezas se conservan. El sepulcro se cubre con un túmulo de 50 m de diámetro, orientado ligeramente hacia el SE (acimut de 96º), que es lo convencional. Probablemente se construyó en una fase avanzada del Neolítico Final, con posterioridad a Menga, siendo luego utilizado como lugar de culto y enterramiento.


A unos 4 km se encuentra el tholos de El Romeral. Exteriormente el túmulo no difiere de los otros dos aunque es más grande, 85 m de diámetro, pero interiormente tiene particularidades. Un corredor de paredes de mampostería de sección trapezoidal y cubierta adintelada (conserva 11 losas) con una longitud de 26 m, una anchura media de 1,50 m y una altura media de 1,95 m, da acceso, a través de una puerta muy elaborada, a una gran cámara funeraria con cubierta abovedada por aproximación de hiladas de mampostería que terminan en una gran losa horizontal. Sus dimensiones son 5,20 m de diámetro por 3,75 m de altura. Al fondo se abre un vano de acceso a un pequeño corredor que termina en otra cámara que reproduce, a menor escala, la morfología y técnica constructiva de la anterior. La longitud total es de 34 m y sólo las puertas de acceso están construidas con técnica ortostática. Está orientado a un acimut de 199º, al S-SO, ejemplo excepcional puesto que su eje apunta a la mayor elevación de la sierra de El Torcal, conocida como Camorro de las Siete Mesas. 

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