El Caminito del Rey
El nombre es un homenaje a Alfonso XIII que recorrió el
Camino de los Balconcillos, como se llamaba entonces, el 21-5-1921. Pero el
paso por el desfiladero, transitado antes sólo por pastores y cazadores, quedó
abierto en 1865 cuando se terminó la vía férrea que, para ayudar a la
industrialización, unía las cuencas mineras de Córdoba y las fábricas de
Málaga. Años después, buscando alternativas al carbón para satisfacer la
creciente demanda energética, el ingeniero Rafael Benjumea –que obtendría el
título de Conde de Guadalhorce- recibió el encargo de aprovechar el desnivel
del desfiladero para producir electricidad. La obra se terminó en 1906 y
consistía en un canal que, saliendo de la entrada de Gaitanejo, circulaba
durante unos tres kilómetros hasta la salida de los Gaitanes y dejaba caer el
agua desde una altura de más de cien metros hasta la primitiva central del
Salto del Chorro. Para su mantenimiento se construyó un camino adosado a la
roca, con pequeños balcones.
En el año 2000 se prohibió el acceso por motivos de
seguridad, pero se reabrió en 2015, acudiendo desde entonces tantas personas
que hay que reservar las entradas por Internet con mucha antelación. Antes de
llegar, hablo con un empresario de actividades acuáticas en el embalse que me
cuenta la situación y la distribución de las aguas, mezcladas porque alguna es
salina. Continúo hasta el restaurante El Kiosko, en la presa del embalse Conde
de Guadalhorce, donde se deja el coche.
Se cruza un túnel, se aspira el aire cerrando los ojos,
se llenan los pulmones de brisa mañanera y se sigue una senda indicada a la
derecha, de unos dos kilómetros, muy agradable, entre el olor balsámico de los
pinos, que desciende a orillas del pequeño embalse de Gaitanejo, donde está el
Control de Acceso Norte, único en la actualidad. En el recorrido se ha podido
apreciar la vegetación de ribera, en buen estado de conservación, formada por
fresnos, tarajes, sauces, adelfas y eucaliptos. Ésta última especie, exótica,
está siendo retirada y sustituida por especies autóctonas. A esa vegetación
riparia le sucede un matorral de palmitos, lentiscos, algarrobos y acebuches,
enmarcados en grandes masas de pino carrasco.
Nos colocamos un casco, nos dan unas indicaciones y
avanzamos libremente. Muy pronto se llega a la presa del embalse de Gaitanejo,
pequeña pero ruidosa. Un ensanchamiento permite ver el fondo fluvial cubierto
de vegetación. El rico colorido incluye el lujuriante verde caribeño del agua,
el blanco de la espuma, una gama de diferentes verdes de las plantas, el rosa
de las flores de las adelfas, el grisáceo de la piedra, etc. La pasarela va
anclada a la roca, con un piso de maderas ligeramente separadas y con una
barandilla a la izquierda. La sensación de seguridad es absoluta y todo el
recorrido está vigilado por cámaras.
Poco después se llega al primer desfiladero, Gaitanejos,
muy estrecho, con el fondo umbrío, oscuro. El sol no entra todavía en la hoz lo
que disminuye la temperatura. La roca caliza que nos rodea presenta dos
coloraciones, blanco-gris y dorada, y, al ser un medio tan inhóspito por la
carencia de suelo, no exhibe vegetación a excepción de algunas especies
rupícolas en las grietas y fisuras de la roca, endemismos como los zapaticos y
el escobón, e incluso helechos y acanto en zonas de umbría.
Toda la zona está incluida en el Paraje Natural del
Desfiladero de los Gaitanes y, al estar regulado por embalses, este tramo del
río presenta un caudal permanente. Hemos ido a bastante altura, pero, conforme
se va abriendo el desfiladero, la pasarela desciende en curvas. Cruzamos el
canal, ahora vacío, antes de abrirse el valle. Al otro lado se ven los túneles
y los taludes protegidos para el ferrocarril, mientras en el centro hay un
estrecho y profundo cortado. La vegetación cubre las laderas excepto en los
riscos calizos de lo más alto.
Pasamos por un pequeño puente y entre zonas rocosas, sin
vegetación. Aunque las calizas y dolomías jurásicas producen los relieves más
destacados, como los Tajos de Ballesteros y Almorchón, entre los que va el
Caminito, aparece otro tipo de roca, las areniscas, de color pardo, en la que
los agentes erosivos han modelado oquedades características llamadas Tafonis.
Esta zona, más ancha, ofrece gran diversidad de hábitats faunísticos y está
catalogada como ZEPA, incluyendo algunas especies en el catálogo de las
Amenazadas.
Las aves son especialmente importantes en los escarpes
rocosos (buitre leonado, alimoche, águilas real y perdicera, halcón peregrino,
búho real) y asociadas al cauce fluvial (cormorán, garza real), aunque también
abundan otras como chova piquirroja, arrendajo, vencejo, avión, lavandera,
paloma, etc. Entre los mamíferos pueden verse la cabra montés, zorro,
meloncillo. En el cauce fluvial, la nutria, fauna piscícola, anfibios y
reptiles.
La amplitud de esta zona también permite ver los
distintos ambientes de la flora, además de los desfiladeros calizos. En las
márgenes del Guadalhorce hay vegetación de ribera, destacando desde lejos las
floridas adelfas. Las menores pendientes y la disponibilidad de suelo de este
Valle del Hoyo, que es como se llama este tramo intermedio, favorecen la
vegetación de matorral mediterráneo (romero, lentisco, albaida, mejorana) y
pinar de repoblación (pino carrasco), con algarrobos y palmitos en zonas más
soleadas. Por último, las laderas de la sierra de Huma muestran un sabinar
(sabina caudada) de gran interés por tratarse de una especie propia de
ambientes litorales y por el porte de algunos ejemplares.
Una cabra bebiendo, un rebaño de ovejas en el fondo del
valle, las ruinas del Cortijo de Hoyo y una gruta refugio de murciélagos,
antiguo túnel de servicio del canal, son los últimos signos de vida. El valle
se vuelve a cerrar y la altura de la pasarela aumenta. Al otro lado, túneles y
viaductos para el ferrocarril. Debajo de la pasarela nueva, la antigua. Los
siguientes hitos son un mirador con el suelo de cristal, pero que no se ve
bien, y una lápida a tres muertos en el año 2000 –quizá por esto se cerraría el
Caminito-. Nos rodea el silencio. Son los momentos en que vamos a mayor altura -acentuada por la verticalidad de las calizas-,
los de las sensaciones más vertiginosas. Según la información estamos a más de
100 metros de altura sobre el cauce.
El desfiladero termina. Cruzamos al otro lado por un
puente-pasarela –puede ser el momento más dramático- con el canal entubado al
lado, entre paredes verticales, y salimos al sol. Seguimos estando a mucha
altura y ascendemos en paralelo al terreno para pasar por encima del
ferrocarril y llegar al Acceso Sur, ahora sin servicio para que las personas no
se crucen en el trayecto. Todavía queda un largo trecho, ahora por buen camino,
hasta la estación de tren de El Chorro donde espera el bus-lanzadera que nos
devuelve al punto de partida. En total han sido casi ocho kilómetros.
La unión de tres ríos, embalsados en sendos pantanos,
forma el Guadalhorce en Gaitanejo. Esos ríos cortan las areniscas y
conglomerados calcáreos del Mioceno, por lo que las aguas arrastran arena y
cantos rodados, lo que unido al desnivel (algo más de 100 metros en poco más de
3,5 km) le da un potencial de erosión importante que ha utilizado, apoyándose
en la existencia de fallas y fisuras en las calizas, y en su proceso de
disolución cárstica, para excavar el Arco Calizo Central malagueño en su camino
hacia el mar. Por eso este paisaje es de fuertes pendientes, tajos verticales y
profundas cárcavas fluviales. El agua también lleva en suspensión arcillas y
materiales provenientes de los yesos de las Comarcas del Guadalteba y
Antequera, que le aportan cierta salinidad, como me han explicado antes.
El autobús se va llenando. Llega la gente trayendo en la
cara todo el sol del último tramo y la satisfacción –y algunos el miedo- del
trayecto. Para todos ha merecido la pena y predominan las caras intrépidas de
determinación. Yo me voy con el mismo buen recuerdo que me dejaron las rutas
similares de Las pasarelas del río Vero (Alquézar, Huesca) y el Congost de
Mont-rebei en el río Noguera Ribagorzana (Puente de Montañana, Huesca-Lérida).
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