San Vicente de Labuerda.
A la vuelta de Tella paramos en este rincón olvidado del
municipio de Labuerda, a 569 m de altitud, que ya se cita en documentos de
1056. Sus casas se disponen a lo largo de la ladera del Pico Moro, 1323 m, y quedan flanqueadas por los barrancos de
Sarratón o Fontanal y el de San Miguel.
Es una pequeñísima población con ejemplos de arquitectura
popular pirenaica plasmados en detalles como las típicas chimeneas y ejemplos
de arquitectura civil sobrarbesa como la casa Buil, del siglo XVI,
perteneciente a un infanzón que quiso plasmar su poder adosando a su casa un
robusto torreón
de planta cuadrada, con una bonita ventana geminada en un
lateral. El cielo sigue bastante cubierto, pero no parece que vaya a llover. No
hay mucha luz y el verde de la vegetación se ve muy oscuro.
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Al fondo, la Peña Montañesa |
Vamos, por un estrecho camino ascendente, a la Iglesia parroquial
de San Vicente, una gran construcción separada del casco urbano y rodeada de
fajas de añejos olivos. Todo es piedra. Todo el recinto está cercado por unos
muretes que delimitan el área del cementerio. El acceso se realiza a través del
esconjuradero, un tipo de edificio de raigambre popular que se puede encontrar
en varias localidades de Sobrarbe (Asín de Broto, Almazorre, Mediano, Burgasé o
Guaso, tal vez el más conocido). Éste es una construcción de pequeño tamaño, en
piedra, abierta a los cuatro puntos cardinales mediante arcos de medio punto y
con cubierta a cuatro aguas con lajas de piedra. (Ver un artículo sobre
Alquézar).
Estas construcciones hablan de las viejas creencias
populares de los habitantes de la zona y de su total dependencia respecto a los
avatares meteorológicos. Se alzaban en puntos altos del paisaje y por tanto
dominando excelentes vistas para que, desde allí, el párroco acompañado de los
feligreses, recitara
oraciones y plegarias con las que aplacar los peligros de
las amenazantes tronadas, ya que las tormentas de granizo o las avenidas de
agua por las lluvias eran una tragedia.
Entramos al recinto para ver la iglesia, cuya grandiosidad
para un lugar tan pequeño no se entiende salvo por el hallazgo cercano de las
reliquias de San Visorio. En origen fue un templo románico de tradición
lombarda al que se le realizaron añadidos en el siglo XVII. Por un lado tiene
formas lombardas (friso de baquetones y pilastras en el ábside), pero por otro
parece pertenecer a la corriente jacobea típicamente románica (gran desarrollo
de los vanos del ábside, repertorio decorativo con canecillos, crismón y hasta
capiteles, y la portada abierta con cuatro sencillas arquivoltas –símbolo solar
en un capitel-). El interior es de una nave rematada con cabecera semicircular
y cubierta de cañón apuntado, y cuenta con el retablo mayor gótico.
Más arriba está la ermita rupestre de San Visorio. Fue un
joven francés llamado Missolin, que
emprendió viaje buscando la bendición divina. En estas montañas de Sobrarbe profundizó en la sabiduría de lo místico de la mano del anacoreta Froilán y pronto fue nombrado sacerdote y se convirtió en una celebridad, pero fue muerto por los musulmanes junto a sus ayudantes Firminiano y Clemencio. Aquí se levantó, en el siglo XVIII, el eremitorio situado en un mirador natural con una panorámica excepcional, con el valle del Cinca y la Peña Montañesa al fondo. El interior es una sencilla nave, parte excavada y parte construida, aunque en la primera se concentra la riqueza decorativa, cubriéndose totalmente con pinturas murales: motivos florales, geométricos, figuras del santo e imágenes contrapuestas del sol y la luna, el día y la noche.
emprendió viaje buscando la bendición divina. En estas montañas de Sobrarbe profundizó en la sabiduría de lo místico de la mano del anacoreta Froilán y pronto fue nombrado sacerdote y se convirtió en una celebridad, pero fue muerto por los musulmanes junto a sus ayudantes Firminiano y Clemencio. Aquí se levantó, en el siglo XVIII, el eremitorio situado en un mirador natural con una panorámica excepcional, con el valle del Cinca y la Peña Montañesa al fondo. El interior es una sencilla nave, parte excavada y parte construida, aunque en la primera se concentra la riqueza decorativa, cubriéndose totalmente con pinturas murales: motivos florales, geométricos, figuras del santo e imágenes contrapuestas del sol y la luna, el día y la noche.
Otras construcciones roqueras de la zona son el eremitorio
de San Urbez en el espectacular valle de Añisclo, la ermita de San Lorenzo de
Revilla en las gargantas del Yaga y la enigmática Espelunca de San Victorián en
la soberbia Peña Montañesa.
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