miércoles, 3 de diciembre de 2014

Montañana.

En un día primaveral, soleado, de cielo sin nubes, vamos a ver esta maravilla medieval, pero antes nos acercamos al congosto de Mont-rebei, labrado por el río Noguera Ribagorzana en su lenta pero
persistente acción. Este río es la divisoria entre Cataluña y Aragón, y divide el macizo de Montsec (alineación montañosa prepirenaica de trazado transversal) en dos partes.

El paso de Mont-rebei fue construido horadando la roca y entró en funcionamiento en 1924 con el objetivo de acabar con el aislamiento de algunos pueblos. Quedó inundado al construirse el embalse de Canelles, por lo que la empresa construyó otro, más alto, acabado en 1982. Cuando el nivel del agua es bajo, como en esta ocasión, se ven los dos.

Al entrar en Cataluña ya está señalizado el camino hasta el aparcamiento. Desde aquí se sigue una senda por la orilla izquierda del río, amplia, con algo de arbolado, mientras la derecha, que tiene en lo
Conchita
alto una ermita románica y restos de una torre medieval de vigilancia, es cortada, rocosa y arbustiva. Más adelante, también en lo alto a la derecha, hay otra ermita románica ruinosa rodeada por farallones calizos que sobresalen entre la vegetación. Con estas vistas se llega a un barranco que se cruza por un puente metálico. Nos vamos acercando a la hoz.

El río se encajona y la senda asciende hasta empezar a estar labrada en la roca en un paso con mal piso pero con una sirga metálica de apoyo en la roca calcárea. Las pozas del río toman su color verde de la densa vegetación de los tramos no tan cortados. Sensación aérea. Conforme avanzamos el río se hunde más. Hay grandes paredones verticales con
José Luis, el de Huesca
algo de hierba, pero otros puntos están aterrazados, con árboles. Hacia atrás se ve la senda por la que venimos, un hilo marrón entre el verde. Hacia adelante se ve el camino excavado, anaranjado.  En algunas esquinas sobresalientes incluso hay bancos.

El río ahora lleva más agua, es la cola del embalse de Canelles. Después  hay un tramo en ascenso que lleva a la ermita de la Pertusa, del siglo XI y el valle se abre. Nosotros volvemos y recorremos el tramo bajo, bien visible porque el pantano tiene un nivel bajo. A la salida algunas rapaces sobrevuelan la zona.

Volvemos a Puente de Montañana, junto al río, con casas de piedra, arcos, pasadizos, puertas de medio punto doveladas y reconstrucción en piedra y madera. En lo alto está Montañana, sobre un
promontorio entre los barrancos de San Juan y de San Miguel, a 650 m de altitud, perteneciente a Ribagorza, condado independiente hasta que en 1044 se incorporó al Reino de Aragón. Los primeros datos se remontan al año 987, a través del Cartulario de Alaón, en el que aparece como un castrum, un pequeño territorio con un castillo a cuya defensa debía colaborar la gente, que compartió este espacio con órdenes religiosas (Hospitalarios y Templarios) y sufrió la incursión musulmana de Abdelmalik en 1017.

Es un conjunto medieval que nos transporta al siglo XI. Tras algunas casas, llegamos al puente gótico del siglo XVI, que une los dos barrios y pasamos al otro lado, subiendo por calles empedradas,
pasadizos, porches, rampas, etc., hasta el recinto amurallado, protegida su entrada por una torre cuadrangular del siglo XVI. Seguimos por un camino empedrado con pared lateral que serpentea escalonado hasta arriba, hasta la iglesia de Nuestra Señora de Baldós, románica, siglos XII-XIII, de planta de cruz latina, con una nave, y una torre campanario gótica, de planta cuadrada y cuatro cuerpos, con una campana del s. XVII y con una portada principal de magnífico tímpano y capiteles historiados. Al lado hay los restos de otra torre de vigilancia del siglo XI y otra más se encuentra al otro lado del barranco de San Juan.

Desde arriba se ve la ermita románica de San Juan Bautista, así que bajamos y, en el puente, nos desviamos a la izquierda para verla de cerca. Es románica, de los siglos XII-XIII, con ábside semicircular orientado al Este, con espadaña de tres ojos, portada de cuatro arquivoltas y capiteles historiados.

Volvemos al puente. Ésta va a ser la última imagen en nuestra retina desbordada de esta localidad anclada en el tiempo.

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