jueves, 6 de noviembre de 2014

Ventosa-Santo Domingo de la Calzada.

La de ayer fue una etapa larga, 29 km, pero hoy la vamos a superar, 35 km. Nos despertamos a las 5:00, pero otros ya están levantados. Enfado de la hospitalera. Salimos de noche utilizando las linternas. A poco pasamos por una zona de hitos como antes de Puente la Reina de Huesca: son pequeñas columnas de piedras que simbolizan el lastre que dejan los peregrinos a su paso por aquí. En el alto de San Antón había un convento y cuenta la leyenda que los malhechores salían al paso de los peregrinos disfrazados de monjes.

Dos kilómetros antes de Nájera hay un otero, el poyo de Roldán, cuya cumbre es llana y en la que se sitúa una hazaña de Roldán. Según la leyenda, acudió a Nájera para liberar a caballeros cristianos encerrados por Ferragut y lo descalabró de una pedrada. Leyendas que vienen del fondo de las edades épicas, historias y leyendas que nadie dice creer y que sin embargo perviven en la memoria de generaciones como la única crónica del pasado.


En Nájera vemos un bar abierto. Desayuno. Cruzamos el río Najerilla y vamos hacia la colegiata. Leyenda sobre el origen de la localidad: el rey García Sánchez IV, de caza, penetró en una cueva donde encontró una imagen de la Virgen. Allí se levantó el monasterio de Santa María la Real, para convertirse en panteón de los reyes. Su nombre tiene ascendencia árabe, ya que Naxera significa “entre peñas”. Sancho III el Mayor de Navarra la convirtió en capital, haciendo pasar por ella el Camino, desviándolo del Norte. Tiene un entramado urbano medieval, alargado, entre el cerro y el río.

Salida en subida, entre pinos y cereal, menos vides y algo de regadío. En Azofra, de urbanismo jacobeo, vemos la Fuente de los Romeros. Un crucero marca el límite con Alesanco. El Camino es despejado, sin árboles, sin sombra. Todo está lleno de sol. Hay regadío, patatas, y menos vid. La carretera cercana está en obras. Subida a Cirueña. Aquí fue apresado, según su cantar, el conde castellano Fernán González por tropas navarras tras la batalla de Valpierre. Poco después el alto de Matacón nos pone a la vista de Santo Domingo, que yace en la llanura. Los cuerpos avanzan por sí mismos, sin intervención de la voluntad. Comemos fruta porque no pueden despreciarse las servidumbres del cuerpo.


El albergue municipal está muy bien. Es amplio y nuevo. Los servicios son muy completos y tiene jardín. Los amabilísimos hospitaleros son Helena, de Barcelona, y Celestino y Encarnita de Torrejón de Ardoz. En el segundo piso las habitaciones tienen nombres de pueblos cercanos: Nájera, Cirueña, etc. Nos asignan Azofra, 20 camas. Una chica eslovaca, Maika, nos cambia la cama para estar cerca de su novio, Lukas.

Crucero, límite con Alesanco.

Paseo corto. Comida en restaurante Piedra. Hablamos con Mamen, la amable dueña que nos dice que es el único sitio donde puede desayunar el peregrino porque abren a las 6:30. Siesta. Tarde y paseo.
Población nacida para el Camino, debida a Domingo, patrón de Ingenieros de caminos, canales y puertos. Leyenda sobre el gallinero: a finales del siglo XIII, una familia alemana llegó camino de Santiago. El hijo, Hugonell, de 18 años, rechazó los amores de la hija del mesonero, que, en venganza, introdujo un vaso de plata en su equipaje para acusarle de robo. El joven fue ahorcado, pues tal era la condena según el fuero de Alfonso X el Sabio. Los padres, a la vuelta de Santiago, pasaron a despedirse de su hijo, y éste les contó cómo Santo Domingo le había sostenido salvándole la vida. Fueron a ver al corregidor y éste les contestó que estaba tan vivo como el gallo y la gallina que se comía en ese momento. Las aves se incorporaron y cantaron. Desde entonces el refranero dice: “Santo Domingo de la Calzada, que cantó la gallina después de asada”.


Aquí hemos reencontrado a la catalana e hijos, a los polacos, masajista, religioso, policía, etc. A un mexicano que deplora la inseguridad en su país, todo le parece bien. Con esa conformidad entramos en el sueño reparador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario