Rodellar. La Virgen del Castillo.
Llegamos a Rodellar, pueblo del Somontano de Barbastro, conocido
por sus actividades de escalada y barranquismo. Vemos las casas de piedra, con
chimeneas pirenaicas, y la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVII, pero
aprovechando elementos de la anterior románica. Estamos en el Parque Natural de
la Sierra y Cañones de Guara y, como el descenso de barrancos es una actividad
regulada, hay una serie de carteles indicativos con información.
Salimos del pueblo y seguimos un camino de piedras
irregulares, el “Camino de la montaña”, flanqueado por tapias de piedra seca,
sin mortero, construidas por los agricultores para impedir que el ganado
entrase en los campos. Hace frío porque el camino va a la sombra de las encinas
o carrascas, quercus ilex, árboles sagrados que recibían culto entre los
celtíberos. La palabra proviene de dos términos celtas. Bajo las grandes se
celebraban ceremonias importantes (tratos comerciales, asuntos de tierras,
bodas, etc.), como cuando en 1873, bajo la “carrasca de las Coronas” se
proclamó en el
Somontano la I República. Alternan con el quejigo, quercus
faginea, en los ambientes más húmedos. Todo esto nos recuerda la excursión a
Lecina.
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Conchita, camino de Cheto |
El terreno asciende progresivamente hasta el poblado de
Cheto, de casas de piedra oscura, rodeado de árboles y con el fondo azul de las
montañas coronadas por el blanco de la niebla que no va a conseguir
sobrepasarlas. Al lado, en la loma de San Chil, hubo un poblado, una iglesia y
un castillo en época medieval, aunque sólo se conservan restos de un muro. La
vida no era fácil por la dificultad para abastecerse de agua y por la distancia
a la tierra de labor. Un gran incendio obligó finalmente a los vecinos a
abandonar la loma y trasladarse más cerca de los ríos Alcanadre y Mascún. Así
nació Rodellar. En Aragón se llamaba cheto a una colmena vacía, untada con miel
rebajada para atraer a las abejas.
Seguimos, acercándonos al barranco de la Virgen que hay que
cruzar antes de emprender el ascenso a la ermita de la Virgen del Castillo,
destino de la excursión, que se ve enfrente, colgada
inverosímilmente en el fuerte desnivel de la ladera, mimetizada en el paisaje. Pasamos por la fuente de Fonciachas (del latín fons, fuente), surgencia característica de la gran permeabilidad del sustrato calizo de la sierra, que, en la Edad Media, abasteció a personas y animales de San Chil y que nunca se secó. El ir a por agua era una tarea que realizaban normalmente las mujeres, que regresaban con los cántaros llenos sobre la cabeza o ayudadas por burros que las transportaban en las argaderas (cestos de mimbre).
inverosímilmente en el fuerte desnivel de la ladera, mimetizada en el paisaje. Pasamos por la fuente de Fonciachas (del latín fons, fuente), surgencia característica de la gran permeabilidad del sustrato calizo de la sierra, que, en la Edad Media, abasteció a personas y animales de San Chil y que nunca se secó. El ir a por agua era una tarea que realizaban normalmente las mujeres, que regresaban con los cántaros llenos sobre la cabeza o ayudadas por burros que las transportaban en las argaderas (cestos de mimbre).
Rodeados de unos fuertes cantiles verticales y vegetación de
arbustos comenzamos la subida hacia la ermita de la que se aprecia claramente
el ábside. El paisaje es extraordinariamente agreste, con grandes cuevas y
oquedades en las murallas de caliza blanca y gris y con los meandros del río en
el cauce. El ascenso es duro. Mientras la ermita se acerca, aumenta la
panorámica sobre los barrancos.
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José Luis, el de Huesca, en la ermita |
Arriba ya no tenemos frío. En este inexpugnable risco, sólo
accesible por la cara Sur –ahora hay una vía ferrata-, se construyó un castillo
en el siglo XI, desde el que se dominaba el Mascún. En el siglo XII el lugar se
santificó con la construcción de este pequeño templo románico, cuya bella talla
románica, policromada, se conserva en el Museo Diocesano de Huesca. Mientras
comemos el bocadillo al sol un gran número de buitres sobrevuela la zona.
Al otro lado, por el río Alcanadre, se llega a la Losa Mora,
ejemplo de cultura megalítica, un dolmen del III milenio a.C. Hay muchas
leyendas vinculadas a los grandes bloques pétreos, considerándolos
elementos mágicos vinculados directamente con la vida y la muerte, que se relacionan con la Gran Madre, propia de culturas prerromanas. Así se habla de una hilandera nacida de entre luces y sombras que fue creando el mundo a través de los hilos de luz que iba trenzando. El hada, portadora de la vida, llevaba sobre su cabeza una gran losa que, al concluir su tarea, depositó sobre otros dos bloques formando el enigmático dolmen.
Bajamos viendo los Ventanales. En el que tiene forma de
delfín hay escaladores. Tras el paso del
barranco, desde donde contemplamos de nuevo la ermita, la senda recupera la
horizontalidad, la pendiente es mucho menor y se anda más deprisa por la senda
con altos cortados a nuestra izquierda, hasta Rodellar.
elementos mágicos vinculados directamente con la vida y la muerte, que se relacionan con la Gran Madre, propia de culturas prerromanas. Así se habla de una hilandera nacida de entre luces y sombras que fue creando el mundo a través de los hilos de luz que iba trenzando. El hada, portadora de la vida, llevaba sobre su cabeza una gran losa que, al concluir su tarea, depositó sobre otros dos bloques formando el enigmático dolmen.
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