viernes, 28 de noviembre de 2014

Riosalido.

En Sigüenza he estado muchas veces, pero en esta ocasión el objetivo es diferente. Vengo invitado por mi amigo Martín Contreras, más conocido por estos lares como “Jose, el Contre”, cuyo dominio de la horticultura y de la apicultura es proverbial en la zona, brilla con luz propia  a pesar de que
pasea su timidez intentando pasar desapercibido. En primer lugar hacemos una visita a su huerta, atendida con amoroso cuidado, para ver alguno de los prodigios que cultiva con entrenada destreza, como una espectacular cebolla que ha merecido la atención de salir en la prensa.

Después salimos de Sigüenza y nos desviamos a la derecha para ver los pueblos de Ures y Pozancos, ambos del Municipio de Sigüenza, enclavados en la Comarca de la Sierra Norte de Guadalajara, y muy despoblados (en 2009 tenían 9 y 34 habitantes respectivamente). En el primero, Ures, que está a 970 m de altitud, vemos, en el camino a Palazuelos, la Carrasca, una encina de un tronco: se dice que los vecinos tenían acceso a las bellotas y que por Los Santos la vareaban y repartían las bellotas para engordar a los cerdos durante noviembre, antes de matarlos en diciembre.

El valle va ascendiendo, por eso Pozancos está a 1050 m de altitud. La mañana es azul y radiante y el sol, a pesar de algunas nubes ingrávidas, se alza haciendo que las sombras disminuyan. La temperatura, en esta geografía donde reina el invierno, va subiendo. Aquí vemos la iglesia de la Natividad, románica del siglo XII, estilo del que conserva una portada con cuatro arquivoltas, capiteles con decoración vegetal y ábside. En el siglo XV se le añadió una capilla gótica y fue modificada en el siglo XVII. También vemos la plaza con la fuente y el palacio. El tiempo parece detenido en estos lugares.

Continuamos hacia nuestro objetivo, Riosalido, situado a 1000-1020 de altitud en las estribaciones de Sierra Ministra. Es otro pequeño pueblo que tenía 41 habitantes en 2001. En el cercano Alto del Castro, a 1047 m, hubo un castro celtibérico, de los arévacos, en el que se encontraron cerámicas y en el que queda un resto de muralla corroída por el tiempo y el abandono. En el pueblo vemos la iglesia de San Martín Obispo, del siglo XVI, con portada renacentista y una reja plateresca en el interior. Paseamos el casco urbano, longitudinal, con dos plazas, fuente y pilón abajo, otra fuente, lavadero y Ayuntamiento en el medio y fuente arriba. Desde el Alto de las Matas, a 1169 m, y la Fuente Vieja bajan unas regueras por las calles que alimentan las huertas del fondo. Perteneció hasta no hace mucho a los Gamboa, nobleza alcarreña desde el siglo XV, que debieron comprar las tierras tras la Desamortización de Mendizábal en 1836.

Muy próximo está nuestro objetivo de hoy. Venimos a hacer una revisión de salida de invierno a las
colmenas, una limpieza de fondo, una revisión de la cámara de cría, una revisión completa. El silencio nos envuelve como un manto y nos limpia a fondo los oídos de los ruidos de la ciudad. Nos ponemos los trajes –yo es la primera vez-, hacemos humo, abrimos, sacamos los paneles y comprobamos si falta o no miel, si tienen o no reina, la puesta, etc. Martín me explica -con el entusiasmo del que pone un subrayado- todo el proceso, que sigo con la mirada colmada de silencio mientras, escondido dentro de la escafandra, tengo una insólita sensación de miedo y seguridad a la vez con las abejas pululando alrededor de mi cara, hasta que termina y se rompe el hechizo en el que habíamos quedado atrapados. La exquisita miel es de espliego, tomillo y ajedrea, de flor, con más propiedades y menos oscura que la de melaza, de encina. Inmejorable.

La zona ocupa, entre monte, la ladera, con los huertos más abajo, y con una encina centenaria de tres brazos dentro del colmenar. La comparamos con la de Ures y recuerdo otras que he visto en Huesca (ver el artículo de Lecina).

Con la satisfacción de haber tenido otra experiencia interesante más y de haber disfrutado con las enseñanzas –que no deberían perderse en el futuro- de mi amigo, nos vamos con un tumulto de imágenes en la cabeza y recordando una cancioncilla de este pueblo: “Matas está en una cuesta, / Pozancos en un barranco. / Las chicas de Riosalido / se llevan la flor del campo”.

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