sábado, 29 de noviembre de 2014

Ecce Homo.

El Monte de Utilidad Pública Los Cerros, en la margen izquierda del río Henares, es el entorno natural más conocido de Alcalá de Henares, acoge en sus 800 has restos arqueológicos e incluye
alturas como el Malvecino, 693 m., y el Ecce Homo, de 835 m., nuestro objetivo de hoy. Se deja el coche en el aparcamiento, frente al Cementerio Jardín, y se va al Aula de la Naturaleza, inicio de las rutas: la de los tarayes (rojo), la de la Puerta Verde (verde), la del Castillo Árabe (azul) y la del Ecce Homo (amarillo). (página loscerrosdealcala.es). El objetivo es seguir la ruta del Ecce Homo a la ida y la del Castillo Árabe al regreso para convertir las dos rutas lineales en una circular. En otras ocasiones, con los alumnos del instituto, hemos ido siguiendo completamente el barranco de la Zarza, viendo el antiguo vertedero, pero ahora seguimos las balizas.

Es un buen día de octubre, más cálido de lo normal, despejado, con el cielo azul, sin viento. La ruta sigue el camino  de los Catalanes, pasando por zonas  que se repoblaron en los años 60 con pino
carrasco (pinus halepensis), que se adapta bien al terreno y a las condiciones de sequía y es refugio de aves y elemento regulador del régimen hídrico, pero que ha supuesto la desaparición del estrato arbustivo. Se ha convertido en el hábitat más extenso detrás de laderas y montes.  En sus extremos aparece el sotobosque sobrevolado por palomas torcaces.  También atravesamos baldíos, terrenos que ni se cultivan ni están adehesados, antiguos campos de cereal, con abundantes cardos, donde es fácil ver perdices y conejos.

La ruta enlaza con el barranco de la Zarza y el desnivel va aumentando. En los lados hay vegetación
Benjamín y Roberto
arbustiva, de poco porte pero bien adaptada al medio y eficaz contra la erosión: retama de bolas (con sus raíces de hacían badajos de cencerros), tomillo (uso culinario o balsámico) y esparto (industria textil). Al llegar a la altura del cerro hay una fuerte cuesta que enlaza con otra zona de pinar a la derecha, pero a la izquierda, hacia el cerro, en los lugares más recónditos e inaccesibles de la cabecera del barranco de la Zarza, quedan ejemplares dispersos de encinar (madera de alto poder calorífico, encinas) y coscojar (porte achaparrado), restos del primitivo encinar mediterráneo. También hay espino albar y espino negro.

Queda lo más fuerte de la subida, el mayor desnivel hasta este cerro del Ecce Homo o Pico de la Vera Cruz donde, el 3 de mayo de 1118, se cuenta que se apareció una cruz luminosa en lo alto que animó
Ex-alumnos
a los cristianos a la conquista de la fortaleza cercana. Se han hallado yacimientos pertenecientes a la Edad del Bronce y del Hierro. La panorámica es excelente. Vemos las posibilidades de bajada: otras veces hemos ido directamente al castillo, pero hoy vamos a seguir la senda, camino más largo pero más suave.

La bajada no es problemática salvo que el suelo esté mojado. Puede apreciarse como la acción erosiva de las aguas y el dinamismo geomorfológico, con calizas, arcillas, margas y yesos, han originado un paisaje de cortados abruptos y barrancos de fuertes pendientes, con especies de flora esteparia como albardines y espartos. Vemos huellas de jabalíes. Paramos en la entrada de la cueva de los Gigantones o del Champiñón, donde hemos estado muchas veces, poco antes de la antigua fortaleza Qal´ at´Abd-
Salam, construida en el siglo IX  como parte del sistema defensivo de Toledo, que tenía dos arrabales donde vivía la población islámica y mozárabe. Después se la conocería como Alcalá la Vieja. Ahora está todo vallado y no se puede acceder. Desde fuera vemos la torre principal, la torre albarrana y una puerta excavada.

Queda la vuelta, por la ribera, otro hábitat del parque aunque poco extendido por las abusivas talas. Hay árboles de hoja caduca y crecimiento rápido –la cadena de humedad edáfica la forman los alisos, sauces, chopos, álamos y fresnos-, carrizos y mimbreras que dan cobijo a aves acuáticas como martín pescador, focha común, lavandera, etc. Se sigue el camino, muy arcilloso y encharcado en época de lluvias, y se llega al Malvecino. En la izquierda hay una cueva grande, con una entrada principal y otras dos salidas laterales. A la derecha se ven las ruinas de una antigua casa agrícola. Bordeamos el monte y volvemos por el camino de la Alvega hasta llegar al punto de partida. 

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