Memorias del Camino. La tierra.
Recorrer un territorio en bicicleta significa adaptarse por
completo a su topografía, notar el más insignificante desnivel especialmente si
se circula por camino. La primera sensación del viaje es la del terreno, las
duras subidas, los peligrosos descensos, los ríos que hay que cruzar, la
existencia de vegetación o su ausencia, etc.
Las cimas que se coronan son el alto de Ibañeta, antes de
Roncesvalles, Mezquiriz y Erro, antes de Pamplona, y el Perdón, después. Tras
Logroño está la Grajera y antes de Nájera, San Antón. Los Montes de Oca se
cruzan por la Pedraja, nosotros envueltos en las llovedoras nubes. Después
viene la llanura, la “terrible estepa castellana” que atravesamos entre “polvo,
sudor y hierro –por las bicicletas-“. El viento se quejaba tristemente sobre
los campos desiertos, sobre este paisaje sobrio pero no sombrío. Tras Astorga
–a 868 m de altitud-, se cruzan los Montes de León ascendiendo hasta la Cruz de
Hierro a 1504 m. Del Bierzo se sale subiendo desde los 505 m de Villafranca hasta
los 1300 del Cebreiro. Queda el alto de Hospital de la Cruz. Las hemos atacado con entusiasmo ciclista ya
que no con ligereza inmaterial, pero contando los minutos por eternidades y,
con descompuesto semblante, mirando hacia lo alto sin un átomo de espiritualidad.
En nuestros ojos anhelantes se leía la amenaza y reflejaban la duda, la
ansiedad, aunque al fin la preocupación ha dejado paso a la determinación.
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Burguete |
Este año los ríos llevan muy poca agua, pero su cruce
siempre fue uno de los escollos más importantes. Hemos cruzado el Arga, desde
Zubiri hasta Pamplona y después en Puente la Reina, el Ega en Estella, el Ebro
en Logroño, el Najerilla en Nájera, el Arlanzón en Burgos, el Pisuerga en Itero
del Castillo, el Carrión en Carrión de los Condes, el Valderaduey antes de
Sahagún, el Esla en mansilla de las Mulas, el Órbigo en Puente de Órbigo, el
Sil en Ponferrada y el Miño en Portomarín, entre otros. Para cruzarlos se
construyeron puentes ya desde las épocas romana y medieval. Se cruza el río
Arga por el de la Rabia en Zubiri, el de la Magdalena en Pamplona y el de
Puente la Reina. Éste es del siglo XII, construido por Sancho el Mayor y tiene
seis ojos de medio punto entre estribos horadados por pequeños arquillos. Muy
modificado es el del Pisuerga en Itero. El más espectacular por sus dimensiones
es el de Puente de Órbigo. Otros a destacar son los de Astorga, Molinaseca,
Leboreiro y Furelos.
El Camino y el calor se conjugan para producir sed. Las
fuentes más famosas son las de Reniega en Zariquiegui, Monasterio de Irache
–con dos grifos para agua y vino-, la de los Moros en Villamayor de Monjardín,
Torres del Río, la de los Romeros en Azofra, la de Mojapán en el Puerto de la
Pedraja y la de Sambol en Hornillos del
Camino, la de los Peregrinos antes de Castrojeriz, la del Peregrino en
Foncebadón, etc.
La conjunción de montañas, ríos, llanuras, ofrece una gran
variedad de paisajes. Cerca de Roncesvalles está el bosque de Erro, con acebos,
arces, hayas. Esta solemne belleza vegetal es la floresta primigenia. La luz
mortecina del atardecer aumentaba el aire siniestro del umbroso bosque.
Baudelaire llamó a estos lugares, a la naturaleza protegida, “verduras
consagradas”. Esta exuberancia desaparece antes de Pamplona y después de Puente
la Reina dominan las viñas y los olivos. Los viñedos y las líneas quebradas
desaparecen a partir de Santo Domingo de la Calzada, excepto los Montes de Oca
–bosque de robles y pinos- cuando la horizontalidad se apodera del paisaje en
la cerealista Tierra de Campos. Después la montaña reaparece en los Montes de
León y en O Cebreiro que enmarcan el Bierzo. Desde aquí un terreno quebrado, el
mundo rural gallego. Después de Melide, uno de los mejores bosques. El reino de
la verticalidad.
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