domingo, 9 de noviembre de 2014

LIZARA.            

Esta excursión es, en parte, continuación de la que hicimos a Borau. Seguimos por San Adrián de Sasau, abandonamos el valle del río Lubierre y, cruzando la divisoria, pasamos al valle del Estarrún, llegando a Aísa, a 1043 m de altitud, a cuyo término pertenece la estación de esquí de Candanchú. El pueblo es muy bonito, está muy bien arreglado, con casas nuevas, de piedra, y con chimeneas típicas.
José Luis -el de Huesca- y Conchita
Al fondo los Lecherines, muy nevados, destacando sobre el verde claro de las praderas y el verde intenso del bosque.

Seguimos hasta Lizara, cuyos llanos se encuentran a los pies del Bisaurín, la cima que domina estos valles con sus 2.669 m. De los barrancos y manantiales de la alta montaña se forma un inicial río Osia que se despeña espectacularmente en la cascada de la Chorrota.  Cerca está el dolmen de Lizara, muestra de la cultura megalítica de los primitivos pobladores, que se desarrolló durante el Neolítico y el Eneolítico, desde el 5000 a.C. hasta el 1800 a.C. Estos restos están formados por una cámara funeraria y un túmulo de 15 m de diámetro, en cuyo interior se introducían varios difuntos con sus respectivos ajuares, habitualmente muy austeros.

Todo está muy nevado, incluso muchos están esquiando, aunque ya se ve algo de hierba. Los picos de alrededor, totalmente nevados, conforman un paisaje intimidante a pesar del sol espléndido y la buena temperatura. En el refugio, que también tiene habitaciones, también se puede comer.

Por la tarde, el río Osia nos lleva hasta Aragües del Puerto, a 970 m de altitud, cuyas casas tienen también chimeneas curiosas, algunas con una cruz como espantabrujas. Los almendros en flor
adornan la ruta de las fuentes: la de Malaz (cerca del hotel Lizara), la Vieja, la de Chilipas (en la plaza del Consistorio), la Nueva y el lavadero y, enfrente, la del Baño o de los “huevos podridos”, de aguas sulfurosas conocidas por sus cualidades curativas para las enfermedades de la piel. Se termina por la de Pir, (junto a la plaza de Charaguás), una escultura de formas originales.

Volvemos al río Osia, donde, según dicen, es fácil observar el vuelo a media altura de los milanos, buscando peces y anfibios. Lo seguimos hasta su desembocadura en el Aragón Subordán, en Puente la Reina de Jaca. Giramos a la izquierda, hacia Jaca, y, pensando en hacer el Camino de Santiago Aragonés, paramos en Santa Cilia, a 649 m de altitud. Vemos el Ayuntamiento, con puerta y ventana doveladas, el Palacio de la Clavería, con puerta
dovelada, ventanas ajimezadas, chimenea y escudos, la iglesia parroquial del Salvador, del siglo XVIII pero sobre otra documentada en el siglo XIV, en cuyo interior se conserva la imagen románica de Nuestra Señora de la Peña, del siglo XIII, y unas estelas visigóticas en el jardín. También vemos el albergue y salimos por el monumento al Peregrino.

Seguimos hacia Jaca pero, pensando en la etapa de San Juan de la Peña, nos desviamos a la derecha hacia Atarés, a 840 m de altitud, en un pequeño valle entre la Peña de Oroel –de la que hay una espléndida vista- y la sierra de San Juan de la Peña, un agreste y atractivo entorno natural.  Formó
parte de una línea fortificada que fijó la frontera del condado de Aragón en el siglo X. Tiene una iglesia del siglo XVI sobre otra románica, que conserva la imagen de Nuestra Señora de Atarés, del siglo XII. La plaza de la iglesia, junto a la que se halla la casa de los condes de Atarés, del siglo XVII, se abre a rincones de arquitectura popular con patios empedrados, pozos, tejados de losas y las típicas chimeneas troncocónicas. A la salida nos fijamos en la torre de los Moros.

Tras haber preguntado por la señalización del sendero, que, según nos han dicho, está bien, damos por terminada esta salida llegando a Jaca.


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