lunes, 3 de noviembre de 2014

Guijosa, Carabias y Palazuelos. 

En esta salida vamos a ver los alrededores de Sigüenza. Se inicia en dirección a Guijosa, se sobrepasa y en una curva pronunciada a la izquierda, sin llegar a Cubillas, se deja el coche. Al SE hay bosque de carrascas y, en los regatos, árboles de hoja caduca que ahora, en otoño, embellecen el paisaje, tan severo y adusto. Subimos el pronunciado desnivel hasta lo alto del cerro de caliza donde está el castro celtibérico. El interior es una zona arrasada de unos 3.000 m2, a una altitud de 1.090 a 1.150 m.

El castro presentaba un triple sistema defensivo. Muralla de bloques irregulares que forma una línea que cruza todo el cerro, unos 90 m, en dirección N-S, con 6 m de altura y 4 m de espesor. El lado S terminaba en una torre. Debajo, el foso. Finalmente, un friso de piedras hincadas, “chevaux” de frise o campo frisio, que evitaba el ataque por sorpresa de la caballería. Después el terreno desciende lentamente en dirección a Guijosa. Sus defensas se construyeron en la Primera Edad del Hierro, tuvo una ocupación residual en época celtibérica, y, en el periodo hispanomusulmán, fue punto de observación y control de la calzada –paso para cruzar el Sistema Central en su entronque con el Ibérico-, de las zonas agrícolas y de pastos.

Volvemos a Guijosa, a 1067 m. En su plaza Mayor vemos el castillo, de mediados del s. XIV, propiedad de los López Orozco, que perteneció en 1.424 a los condes de Medinaceli. Tiene una gran torre del homenaje central rodeada de un recinto cuadrado con cubos semicirculares en las esquinas, todo almenado. La entrada está en el lado S, bajo un arco apuntado con escudo de los López Orozco. También hay una iglesia con bonita portada bajo porche.

Pasamos de nuevo por Sigüenza para ir a Palazuelos y Carabias.

Mª Ángeles, Benjamín, Marciano y Carmela en Carabias

Carabias está situada en una zona de gran valor ecológico. Su Iglesia del Salvador, románica del siglo XIII, nos recibe en la parte baja de la plaza, a la entrada del pueblo. De su atrio abierto a los cuatro puntos cardinales conserva los tramos meridional y de poniente. El tramo sur tiene dos espacios continuos de siete arcos semicirculares sobre columnas pareadas con los fustes separados. Todos los capiteles tienen forma campaniforme, decorados con sencillos motivos vegetales, al gusto cisterciense, siguiendo el modelo de la catedral seguntina. Es un buen ejemplo de románico rural, construcciones humildes que encuentran la belleza en la simplicidad de las formas y en la sencillez de su fábrica. En la misma plaza hay una fuente neoclásica.

Volvemos a Palazuelos. Entramos por paso en ángulo bajo la torre para llegar a la plaza. Fue asentamiento celtibérico, propiedad de los obispos de Sigüenza y de la casa de Mendoza. En el siglo XV, Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, el gran poeta, construyó la muralla, un círculo completo de casi dos kilómetros, cubos defensivos, puertas en zigzag y el castillo, con dos recintos concéntricos. Su singularidad es que defienden una población pequeña y no particularmente estratégica. La picota de la plaza demuestra su carácter de villa. Es un museo, con casas campesinas tradicionales, con esgrafiados representando símbolos solares que entroncan con ancestros celtibéricos, y con traza urbanística medieval. Hay abundantes manantiales de agua como el de la fuente de los siete caños. También puede verse la Iglesia parroquial de San Juan Bautista, del siglo XVI, con artesonado de madera y restos románicos (portada), y la Ermita-Humilladero de la Virgen de la Soledad, del siglo XVI.

Para terminar, comida en Sigüenza, cuya descripción queda para otra ocasión.

                                                                                                                                                             

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