lunes, 3 de noviembre de 2014

Etapa5. LE SOMAIL-VILLENEUVE-LÈS-BEZIERS. Viernes, 5.

            Por la ventana de la habitación entra un cielo azul pálido. El tiempo meteorológico está bien
en Carcassonne. Hay algo de viento. Cuando la luz del alba empieza a dorar los tejados partimos en la furgoneta hasta Le Somail, donde terminamos ayer. Preparamos el material y hacemos la consabida foto de grupo.

            Salimos por la orilla derecha, por un camino en aceptable estado y muy arbolado. Casi inmediatamente está el desvío del canal hacia Narbonne, a nuestra derecha. Lo cruzamos y seguimos por el Canal, por la misma orilla derecha, por mal camino, a veces una simple senda casi comida por la vegetación. En este tramo vuelvo a pinchar y tengo que cambiar la cámara.

            Tras atravesar zonas con muchos barcos amarrados a la orilla, pasamos por el Port de Capestang, abarrotado. Lo rodeamos y seguimos por una zona poco arbolada donde el calor se hace
sentir de lleno. El Canal se va hundiendo dejando una boca abierta a lo lejos: es el túnel de Malpas. Una subida pedregosa nos deja en lo alto. Puede irse también por la izquierda, aunque seguimos por la derecha. Poco después vemos una zona arbolada donde está la furgoneta. Habríamos ido mejor por el lado izquierdo. Así llegamos a Colombiers. Manel, como cada día, trae comida: ensaladas, cus-cus, etc. Muy bien, como siempre. Damos buena cuenta de la comida bajo la espesa sombra de los altos árboles y nos relajamos un poco antes de reemprender la marcha.

Por la tarde seguimos por la orilla izquierda. El camino es malo, una senda con mucha vegetación que en un punto incluso llega a formar un pequeño túnel. Mientras tanto el cielo se ha ido
encapotando. El camino se va animando, cada vez se ve más gente de todo tipo, incluso familias enteras. El motivo es que llegamos a las Écluses de Fonsérannes, un conjunto maravilloso formado por siete esclusas seguidas. Paramos en lo alto y contemplamos toda la bajada llena de gente haciendo fotos. Hay puestos de comida y bebida móviles, y todo parece una fiesta. En este momento comienzan a caer las primeras gotas, casi impalpables. La vista no es del todo satisfactoria. No hay ningún punto en el que se vean bien las siete esclusas. Lo mejor sería una vista aérea. En el punto más bajo hay posibilidad de confusión puesto que hay un canal de desagüe que sigue bajando. Hay que cruzar al otro lado, subir una pequeña cuesta y continuar a la izquierda. Empieza a llover y debemos ponernos los chubasqueros.

Muy cerca está otro de los puntos emblemáticos del Canal: el paso en puente sobre el río Orb. La lluvia no impide que inmortalicemos el momento. El camino es bastante bueno pero mejora
porque hay un tramo asfaltado hasta Villeneuve-lès-Beziers. El paso por Béziers es algo complicado debido a que el camino del Canal ha desaparecido en una zona completamente urbanizada, incluso con escaleras.

Béziers, que se eleva en terrazas sobre las riberas del río orb, fue la ciudad natal de Pierre Paul Riquet, fundador del Canal del Midi. Debe su prosperidad a la explotación de la vid, siendo hoy conocida por sus vinos de excelente calidad, y al turismo fluvial. Es interesante un paseo fluvial para descubrir las obras de ingeniería más prestigiosas: el puente-canal sobre el Orb, el Puerto Nuevo, la esclusa del Orb y la extraordinaria escalera de agua de Fonsérannes. Visitas de interés son la catedral de Saint Nazaire, de los siglos XII y XV; casas señoriales del siglo XVII; la basílica de Saint Aphrodise, de los siglos XII-XIII; el mercado, del siglo XIX.

Nos cruzamos con mucha gente en este último tramo, bajo la lluvia. Volvemos a Béziers, al Hotel Ibis, mucho mejor que el F1. Cena en el mismo hotel. Tarta de celebración porque llevamos 250 kilómetros de un Canal que nos ha separado falsamente del mundo. El reto está conseguido, aunque no era lo más importante. Entonces nos damos cuenta de que hemos perdido la pancarta. Las fotos de grupo ya no serán lo mismo.

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