lunes, 3 de noviembre de 2014

Etapa4. CARCASSONNE-LE SOMAIL. Jueves, 4.

Amanece soleado, con algo de viento. Nos despreocupamos. Vamos al puerto de Carcassonne,
bonito de día, y hacemos la foto habitual. Salimos por la orilla derecha, por un camino cuyo suelo varía según los tramos, aunque no está muy mal. Rodamos bastante bien, en un tramo con muchos barcos amarrados en las orillas. Parece que sean viviendas permanentes, porque incluso tienen acceso para vehículos.

Un nuevo pinchazo obliga a parar y cambiar la cámara. Va haciendo calor, por lo que nos ponemos en una sombra. El Canal se apoya en una loma y recuerda al Henares rozándose con los farallones rocosos en la zona de El Val. Tras un tramo con menos arbolado, entramos en una zona muy umbría que da una reconfortante sensación de frescor. En las
esclusas parece que haya más piedrecillas que antes, lo que aumenta el miedo al pinchazo. 

Encontramos a unos de Tarragona que vienen de Burgos y van hasta Roma en bici. Notamos el agua del Canal más chocolateada que en los días anteriores y así llegamos a Homps. Nos hemos adelantado, sin darnos cuenta, Albert y yo; los demás habrán parado en algún momento y llegarán más tarde. Mientras tanto, voy a por unas cervezas frías. Después van llegando los demás. Hemos visto la furgoneta aparcada pero no a Manel, que estará comprando. Al poco trae un pollo, patatas fritas, aceitunas, pan, cervezas, etc. Todo muy bien. El servicio que nos presta Manel resulta impagable.

Comemos junto al puente, al final del puerto, en una zona ajardinada con una mesa y bancos.
Después descansamos un poco, esperando que pase un poco el centro del día porque la tarde se adivina calurosa. Así va a ser, efectivamente, porque, además, hay menos árboles. Atravesamos un trozo de senda muy estrecha, entre maleza y cañas. En otro tramo el suelo está con algo de agua y los que van más bajos, como Jorge, casi se mojan. Es un puente sobre un barranco. El camino desaparece en algún momento y tenemos que ir por la carretera. El suelo está mal, lo que provoca desajustes en alguna de las piezas de las bicis, como el apoyo de los pies en la de Jorge. Todo el campo circundante está poblado de vides.

Esta etapa está resultando un poco más larga. Ponemos punto final al cansancio en el Port la Robina, en Le Somail. Hemos recorrido 63 kilómetros. Manel nos espera con bebidas frescas.
Descansamos, comemos algo y bebemos mientras una gran bandada de lo que parecen estorninos nos sobrevuela. Sonreimos al crepúsculo, acalorados. El día, apenas dorado, se extingue en la noche que se acerca. En la penumbra del día declinante volvemos a Carcassonne, al mismo hotel. Ducha, colada, arreglo de la bici de Jorge.

El ser humano está esclavizado por las exigencias de su cuerpo. Por la noche vamos a cenar a la ciudadela. Tras aparcar cómodamente viene una cansada subida hasta la plaza, llena de gente. Sentados se nota mucho calor porque no corre nada de aire. Después damos un
tranquilo paseo. Nos invade la dilatada pereza del esfuerzo físico sin preocupación mental. Todo está iluminado y es muy bonito, aunque alguien dice, acertadamente, que desde dentro no parece tan bonito como por fuera.

La ciudadela, construida en el siglo XII por los Trencavel, vizcondes de Carcasona, y modificada sin cesar a lo largo de los siglos siguientes, todavía está habitada. 52 torres y dos murallas concéntricas hacen un total de 3 kilómetros de recinto amurallado. Hay que ver la Basílica de St-Nazaire - del s. XII-, las puertas de Narbona –con dos enormes torres- y de Aude - del s. XIII-, la palestra - espacio entre los dos recintos amurallados amoldado a la pendiente de la colina-, y el teatro -lugar emblemático del Festival de la Cité-.

            Hemos andado como guiados por el coraje de un alto propósito, con indomable perseverancia. Ahora toca descansar.

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