lunes, 3 de noviembre de 2014

Ciruelas.

Esta salida, continuación de otras, sigue la Ruta del Cid. Etapa Ciruelas-Tórtola de Henares, 7 km, GR 160. Salimos antes de que el gris del alba mitigue el negro de la noche. Viajamos en coche mientras se abre paso el amanecer. Aparcamos en la plaza, con fuente central y escalinata que da acceso a la iglesia, cuyo pináculo parece comunicar la población con la bóveda celeste. Café en el bar, lleno de cazadores.

Situada en zona cerealista, transición entre la Alcarria y la Campiña, en el valle del Henares. Perteneció al Común de Villa y Tierra de Hita, a los Mendoza y Duques del  Infantado y es Villa desde el s. XVIII. Fue tradicional la fabricación de obras en mimbre. Su Iglesia parroquial de San Pedro de Antioquía destaca por su caliza blanca, es obra del s. XVIII con elementos neoclásicos. Se rodea por amplia barbacana en sillería de caliza con grandes  bolas en las esquinas. Posee una cruz procesional gótica, de fin s. XV o principios s. XVI.

Se sale por la calle Zuaznabar, por la casa de los Zuaznabar, s. XVII, de ladrillo y sillar en las esquinas, y se toma un buen camino. A la izquierda quedan unas lomas, cuyas cimas roza la fría luz del sol, con estratos calizos, con arbustos, olivos y algunos campos de cereal. A la derecha, los campos bajan lentamente hacia el valle del Henares.  El paisaje, suavemente alomado. El cereal, escasamente nacido da una ligera tonalidad verde al paisaje. En los bordes del camino, almendros. Hace fresco, pero las sombras se acortan al levantarse el sol, pálido, flotando en el despejado cielo de enero.

Pasamos un tramo de carretera, que lleva a la urbanización Los Cortijos, aunque la abandonamos a la derecha. Vemos cazadores y se escuchan tiros mientras las ligeras ondulaciones en el camino le dan gracia y evitan la monotonía. La conversación en el grupo es fluida. Todos, en estos años otoñales, crepusculares, irradian una especie de calmada fortaleza que resulta atractiva. Su tranquila presencia resultaba balsámica, porque intentan tranquilizarse, no paralizarse. Paz y sosiego. De los acontecimientos que tienen lugar en el mundo, aquí queda sólo un sonido amortiguado. En el cielo azul flotan unas pocas nubes venidas del Oeste. A la derecha se ve el Ocejón y la sierra de Madrid. Extendemos la mirada sobre la llanura, bañada por el blanquecino sol.

El grupo de caminantes de la Asociación de Hijos y Amigos de Alcalá en la plaza de Ciruelas.

Llegamos a Tórtola de Henares. Vamos a la iglesia Parroquial de Ntra Sra de la Asunción, s. XVI, de ladrillo, tapial y piedra según el estilo toledano, formando un importante hito visual, y paramos en la galería porticada al Sur, con la portada de acceso, en estilo renacentista popular. Bajamos a ver la Fuente Nueva y pilón, en sillería, y el lavadero público, todo del s. XIX, de cuando hay una casa neomudéjar. El paso del tiempo ha dejado restos prehistóricos y celtíberos a la izquierda del Henares y romanos en el cerro de la iglesia. El nombre de Tórtola, proviene de Torela o Tortolla en documentos del s. XII, dándole el significado de torre pequeña.  Perteneció a la realeza de los Austria, al Duque de Pastrana, al Común de Villa y Tierra de Guadalajara  y al duque del Infantado. Destacan algunas grandes bodegas subterráneas, para guardar el vino. Estos territorios devuelven un eco antiguo. La presencia de estas pequeñas poblaciones, que parecen salidas de la misma tierra, evoca permanencia, estabilidad.

Bocadillo y fruta al sol en la galería de la iglesia. Tranquilidad. El tiempo se desdobla, pero se va levantando viento y la sensación térmica es de más frío. Volvemos. Zona de olivos hacia el valle. A la derecha, lomas arboladas y con arbustos de verde intenso. Zonas aradas sin sembrar. Zonas sin arar, con la paja blanca. Todo es silencio, pero el viento arrecia y ahoga el sonido de nuestros pasos. En medio de la llanura, un profundo tajo: el arroyo de las Viñas. Volvemos a Ciruelas. La señora Mari, muy amable, nos abre y enseña la iglesia.

Como no nos ha gustado el bar, vamos a Tórtola donde pensamos seguir nuestro destino cósmico tomando una cerveza antes de volver a Alcalá.

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