Belorado-Agés.
La luz débil del amanecer comienza a entrar por la ventana. El
día ha madrugado más que nosotros. Nos levantamos más tarde que otros días.
Hace fresco, hay una ligera llovizna y Pepe con los estigmas de la etapa de
ayer. Cruzamos el río Tirón por un puente peatonal de madera que la tradición
atribuye a San Juan de Ortega. Es la belleza de las cosas útiles, la honradez
de los materiales.
Monte a la izquierda y cereal a la derecha. También algunos
árboles frondosos. Crece la luz del alba.
Amanecer de niebla en Tosantos,
mientras vemos los cerros y la ermita rupestre de la Virgen de la Peña.
Enseguida llega Villambistia, la villa de Laín el Bestia, su primer poseedor.
Después de Espinosa del Camino entramos en el Valle de Oca entre campos de
cereales. Pasamos por el ábside de San Felices, resto del monasterio mozárabe
dedicado a San Félix, maestro de San Millán y donde se dice que se enterró al
conde castellano Diego Porcelos, fundador de Burgos. Aquí conocemos a Serena, italiana
de cerca de Rímini, que viene de Tosantos. Nos cuenta que, en el albergue
parroquial, el cura inculca a los peregrinos la idea de ir tranquilos, de no
levantarse demasiado temprano, de noche, para poder ver el Camino y que ha
dormido en el “campanile”.
En Villafranca tardamos en comer un bocadillo. El bar está
lleno y el dueño dice que tenemos mucha prisa, pero que él no tiene ninguna.
Cerca está el pozo de San Indalecio, cuyos restos fueron trasladados en el
siglo XI a San Juan de la Peña y, después, a la catedral de Jaca. Río Oca. Aquí
comienza Castilla y Tierra de Campos. En el poema de Fernán González se dice “Entonces
era Castiella un pequeño rincón/ Era de castellanos Montes de Oca mojón”. La
montaña enmarca la imagen.
En la fuerte subida a los Montes de Oca, cada vez hay más
niebla y el bosque de robles parece fantasmagórico. En la Fuente de Mojapán los
robles se mezclan con repoblaciones de coníferas. El camino es bueno y ancho. En
el Alto de la Pedraja nos detenemos en el Monumento a los Caídos. La pista
forestal llanea mientras la niebla va levantando. Paramos para comer algo y
llega Patricia, de Barcelona, que ha coincidido con Serena en Tosantos. Pasan
todos los conocidos.
Una chica cuenta que fue a urgencias a curarse una ampolla y
tuvo que advertirle al médico que la tenía en el pie, porque le revisaba las
piernas. En esta zona, uno de los parajes más temibles, infestado de alimañas y
forajidos, hubo varios hospitales como uno cisterciense del que se conserva la
Ermita de Valdefuentes. Los peregrinos se unían en grandes grupos para
defenderse mejor.
Descenso suave hasta San Juan de Ortega donde hay mucha
gente. Sol, nubes, no excesivo calor. El santo nació en 1080 y fue colaborador
y discípulo de Santo Domingo de la Calzada. Es patrono del Colegio de
Aparejadores y Arquitectos Técnicos. Era famosa su intercesión contra la
esterilidad, y por eso visitó el santuario Isabel la Católica en 1477. En la
iglesia, en cada equinoccio, un rayo de luz penetra desde el exterior a través
de un pequeño orificio e ilumina la escena de la Anunciación en un capitel, metáfora
del alumbramiento del Niño Jesús por el Espíritu Santo. Hacemos una foto, que
ese momento salvado del tiempo.
Seguimos hasta Agés, en cuyas cercanías murió don García en
1054, siendo enterrado aquí hasta su traslado a Santa María de Nájera. El
albergue está bien, aunque los servicios son escasos, como siempre. Comemos
aquí mismo y Ángel, que está en otro albergue, cura el pie a Pepe. Después de
la siesta llegan Maika y Lukas. Por la tarde damos un pequeño paseo, porque
hace viento y frío. En la cena nos despedimos de Serena y Patricia, que mañana
saldrán más tarde. Se acerca el final. Ahora que esto se acaba, Pepe va
cogiéndole el tranquillo y ya duerme mejor.
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