jueves, 6 de noviembre de 2014

Agés-Burgos.

Desayunamos en el bar del albergue. Salimos temprano, como otros, por la carretera, con incomodidad porque pasan coches y camiones. Llano, fresco como ayer noche; se avanza bien. En Atapuerca pasamos junto al museo donde se exponen restos del Homo Antecesor extraídos en el yacimiento arqueológico de la Gran Dolina.

Iniciamos el ascenso a la sierra de Atapuerca entre encinas en las que se enreda la intensa niebla. El camino es muy malo, con muchas piedras, mientras bordeamos un acotado militar a la izquierda. Vemos a tres chicas ciclistas (Luisa, Diana y Elena), canarias, que avanzan penosamente. Dos son profesoras de Secundaria, una de Educación Física, la más fuerte, y la otra trabaja en Hacienda. Algunas se bajan de la bici y suben andando. Nos juntamos en lo alto, en la cruz de madera, y hacemos una foto. Ellas siguen rápidamente hacia abajo y ya no las veremos.


Es zona boscosa y de monte bajo. En el descenso la niebla va quedando en lo alto, zona desarbolada, páramo, y empieza a asomar el sol. Abajo ya hay más arbolado y, en los regatos, de hoja caduca. Pasamos por Villalval, Cardeñuela-Riopico, cerca de Quintanilla-Riopico, donde está todo cerrado y, por fin, encontramos un bar abierto en Orbaneja-Riopico. Comemos una empanada de chorizo, muy energética y nos quitamos las chaquetas. Llegan los polacos y los eslovacos con los que hacemos fotos de despedida.

Poco después llegamos al desvío. Dos opciones. A la derecha se entra en Burgos por Villafría y la carretera de Briviesca. Nos han recomendado ir por la izquierda, bordeando el aeropuerto, para salir a la carretera de Belorado en Castañares. Cuando podemos vamos a nuestra izquierda para coger el camino al lado del cauce del Arlanzón, más bonito, pero que se hace muy largo, hasta la catedral.
Burgos, quinta etapa del Códex Calixtinus, no nació con el Camino. En 884 era necesario defender el territorio conquistado a los musulmanes y Alfonso III ordenó la repoblación. Con el apoyo de Alfonso VI se convirtió en el centro más importante de la ruta, obispado e importante cruce de comunicaciones: el Camino y la ruta que unía el mar con las tierras de dentro. La gran referencia visual es la Catedral de Santa María, iniciada en 1221, gótica. Arquitectura, impulso ascensional de los pilares, ritmo de los arcos. Arco, peso convertido en ligereza por el juego de fuerzas contrarias. La luz y la sombra se modelan igual que la materia.


Detrás está el albergue, todavía cerrado, por lo que no podemos ducharnos. Damos un paseo, compramos morcilla, pasamos por la Puerta de Santa María y, en el Paseo del Espolón, nos gritan “Ultreia” desde una de las casetas de la feria. Es un final adecuado para este viaje de 200 km en ocho días.  Después de comer cogemos el autobús hasta Belorado donde tenemos el coche. Aquí vemos a dos conocidos que también hacen el Camino y llevan los pies con varias heridas. Volvemos a Burgos, sin entrar. La A-1 está casi toda en obras hasta cerca de Somosierra.


Nostalgia de las botas. Secuencia continua de lugares, sensaciones, rostros, días y noches relacionados entre sí, aunque individuales. Días nómadas. Hemos llegado a nuestro destino pero en el cuerpo dura la tensión del viaje. El Camino nos ha ofrecido el catálogo completo de sus encantos. Conservamos el recuerdo congelado en las fotografías, punto fijo que se va quedando atrás en el tiempo, cada vez más lejano, más infiel, aunque la memoria, esa frágil bruma donde los recuerdos se esfuman, se mezclan, cambian, pronto comenzará a dar tropezones. El Camino se va borrando, alargándose en el tiempo, pero, desde la distancia del tiempo y la geografía, nuestros recuerdos nos impulsarán el año que viene.

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