Aldeacentenera-Guadalupe.
Como
seguimos por carretera, nos ponemos los chalecos reflectantes. Van en cabeza
las mamis y el primo Paquito, corredor profesional. Pepe se queja del ritmo
lento que llevamos. Tras alguna breve parada, continuamos hasta Roturas (de
piernas, pensamos que el nombre está bien puesto). Son las 23:30 y el podómetro
marca 20 km .
Arrasamos el bar del pueblo, que aún está abierto, y pedimos 200 colacaos y
cocacolas. Necesitamos azúcar. Nos cambiamos las camisetas sudadas y renovamos
las tiritas gastadas. Viene un coche escoba por si estamos cansados pero nadie abandona.
Continuamos. Pepe, cansado de
protestar por nuestro ritmo, recoge melocotones, y Chumi, apurado, comenta que
a esa velocidad se le estrellan los mosquitos en la cara. Así llegamos a
Navezuelas. Son las 2:30, recenamos, cogemos agua y volvemos a cambiarnos las
camisetas. Estamos bastante cansados, aunque a lo largo de la noche
conseguiremos estarlo bastante más.
Una hora después abandonamos la
carretera de Cañamero y nos desviamos a la izquierda por una pista de cemento
que atraviesa la sierra de las Villuercas. Tomamos azúcar con los caramelos de
Inés y ascendemos en zigzag, en once giros, hasta la cima de la pista. El Pico
Villuercas, 1589 m ,
está más arriba con sus antenas de telefonía cuyas luces llevamos viendo desde
la distancia toda la noche. Son las 4:30. Danza de la victoria porque le hemos
robado unos minutos a nuestro tiempo del año pasado. Hace mucho frío, corre
mucho viento, estamos muy cansados y tenemos mucho sueño.
Cruce del río Almonte
La bajada es sencilla pero
el suelo de la pista, lleno de baches, nos hace daño en los pies. Hace frío y
en esta cara de la montaña no nos alumbra la luna. Andamos por inercia,
entregados al presente. Las espesas sombras aún son dueñas del espacio apenas
iluminado. El camino se pierde en la oscuridad. En una curva vemos Guadalupe
pero el camino vuelve a girar en otra dirección y nos alejamos (este año no nos
deprimimos, ya lo sabemos). En este último tramo, de unos 13 km , las palabras forman un
discurso débil que surge desde el cansancio, ya nadie habla. Sólo se oye el
arrullo de la brisa. Sentimos que nos dormimos de pie. Unos quieren parar,
tumbarse y no levantarse, otros preferimos seguir y no enfriarnos. Todos
protestamos. La senda militar se hace eterna.
Pasadas varias horas, hallamos la
señal que indica que hay un ceda el paso a 250 m ; eso significa que la
civilización está cerca. Falta poco para que las estrellas finalicen su turno:
el cielo se torna violeta. Alcanzamos la carretera principal que anuncia que
Guadalupe está a 4 km .
Ya no andamos, nos arrastramos.
Llegamos a Guadalupe a las 8.00
de la mañana, en el silencio apacible de la hora temprana, tras haber recorrido
exactamente 50 km ,
absolutamente satisfechos, con emoción contenida. Tomamos chocolate con churros
y entramos en calor, o en vida. Después unos visitamos el monasterio y otros
descansan y se duermen en las escaleras con una serena sonrisa dibujada en su
cara. Van llegando los coches a recogernos. Hemos salido de la monótona grisura
de los días sin emoción. Tenemos los sentidos saturados. Estamos al otro lado
del tiempo.
Datos técnicos:
Duración: 13-15 h.
Dificultad: alta (por la
distancia).
Época recomendada: primavera y otoño.
Época recomendada: primavera y otoño.
Qué ver:
Paisajes.
Guadalupe.
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