lunes, 3 de noviembre de 2014

Aniés: Ermita de la Virgen de la Peña.

 Huesca se despierta en la bruma. Llueve y hay una niebla espesa y húmeda. Dudamos en salir pero el
guía decide que vamos igualmente. No nos perdona ni una. En Aniés no hay nadie en las calles. Lo cruzamos y giramos, en el primer cruce, a la derecha, por un camino en buen estado. Hay algunos regatos, para que el agua se salga del camino, que hay que pasar con cuidado. El camino va ascendiendo mientras sigue lloviendo y la niebla se enreda en los pinos del bosque, espeso y cerrado, manto verde que asciende presuroso por las faldas de la montaña. Un regato es más ancho y no podemos pasar, por lo que seguimos andando. Llegamos a un cruce donde avisa que los caminantes van por la derecha. En una curva el bosque se abre y, por encima de los árboles, podemos ver la ermita en lo alto. Poco después el camino toma esa dirección y la vemos mejor, entre la niebla. Un poste indica el punto donde abandonar el camino.

El ascenso por una senda es abrupto. Hay tramos de tierra, entre vegetación, con el agua corriendo en algún punto, pero otros son de roca, escalonada en algunos lugares. La pendiente es dura y, cuando
paramos para tomar aire, la niebla impide ver el paisaje. En lo alto, la puerta que da acceso a la ermita está cerrada, pero unas escaleras nos llevan a una cima desde la que podemos verla.

El emplazamiento de la ermita de la Virgen de la Peña de Aniés es espectacular, colgada sobre el vacío y con increíbles vistas panorámicas sobre la comarca. Encaramada entre los riscos, desafiando las leyes de la gravedad como un nido de águilas, adaptada a un abrigo pequeño, es quizá el conjunto eremítico rupestre más interesante del Alto Aragón. Cuenta la leyenda que habiendo salido de caza un caballero cristiano, en persecución de una perdiz soltó el halcón que
José Luis, el de Huesca, en la cima
llevaba. Al percatarse de que el animal no regresaba, decidió penetrar en la cueva donde se había metido para rescatarlo, encontrándose una imagen de
la Virgen. Los vecinos trasladaron la imagen al pueblo, pero volvió milagrosamente al primitivo lugar, por lo que tallaron el camino y construyeron la ermita. Esto es como un invernadero del espíritu, una armonía con el infinito, sin relación con la tierra, con la vida.

Es un edificio de traza barroca, de una nave, aunque hay restos románicos: un tímpano primitivo y un capitel historiado. Está en obras y tiene el tejado desmantelado, y los andamios por delante. A su izquierda se encuentra la casa del santero y dependencias de los romeros, un edificio de tres alturas cuya planta se adapta al limitado espacio que le ofrece la roca. De ella, sólo vemos una pequeña espadaña de ladrillo con una campana.

Los jirones de niebla pasan delante de nosotros. Por momentos se abren dejando ver algo del fondo, como el pueblo, pero enseguida se vuelven a cerrar formando un mar blanco, del que sobresalen picos fantasmagóricos, que produce una sensación de  despreocupación melancólica. En un momento en que la niebla se abre se vislumbra a lo lejos el castillo de Loarre, que aparece en la película  “El
Reino de los cielos”. El blanco vaporoso de la niebla contrasta con el verde intenso del pinar, que ahora tiene una apariencia fantasmal.

Toda la zona, tanto el pinar como la pared rocosa, es una ruta ornitológica, pudiéndose ver rapaces (halcón peregrino, alimoche, buitre leonado, milano real, quebrantahuesos, etc.), aves más pequeñas (chova piquirroja, avión roquero, treparriscos, pico picapinos, etc.) y mariposas.

Volvemos. Vemos la iglesia del pueblo con su torre apuntando al cielo y desapareciendo en la niebla. No ha parado de llover y sigue la niebla, lo que da una sensación de frío y humedad. Como el bar está cerrado, seguimos hasta Esquedas y, para terminar, entramos a tomar un café en la famosa Venta del Sotón.

Datos técnicos:         
            Desnivel: 100-150 m.
            Duración: 1,5 – 2 h.
            Nivel de dificultad: bajo.
            Época recomendada: cualquiera.
            Descripción: Se deja el coche en el camino y se sigue andando por él hasta el letrero que indica la subida a la ermita. Desde aquí son unos 25´. Puede bajarse por donde se ha subido o dar una vuelta circular desde la cima con una duración de 1,5 h.

Qué ver:
            Ermita.
            Paisaje.
            Aniés: Iglesia parroquial de San Esteban: portada románica y espléndida torre del siglo XVIII. Casas infanzonas.
            Castillo de Loarre.
            Colegiata y Museo Etnológico en Bolea.

Otras excursiones:
            GR1. Sendero histórico. Camino al castillo de Loarre. Duración 1 h 20´.
            PR-HU 109. Aniés-La Paúl de Aniés- Rasal. Duración 3 h 40´. Desnivel 600 m. Puntos de interés: arquitectura tradicional en Rasal.

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