AÍNSA.
Aínsa está situada en un magnífico enclave, en una proa formada en el punto de unión de los ríos Cinca y Ara. Su historia se fecha en el año 724, el de su reconquista. La leyenda –no existeterritorio de la Historia a salvo de leyendas- de la Cruz de Sobrarbe dice que la batalla fue ganada por los cristianos con la ayuda de una cruz luminosa aparecida sobre una carrasca. Cerca, a 1,5 kms, un templete señala el lugar. El árbol de Sobrarbe –es un símbolo, y la Historia está hecha de símbolos- ocupa uno de los cuarteles del escudo de Aragón y en septiembre de todos los años impares se celebra la Morisma, fiesta que evoca la aparición de la cruz al rey Garci Jiménez, leyenda que se hunde en la noche medieval.
El casco viejo, original de los
siglos XI y XII, es un conjunto uniforme y armónico de casas. Estaba totalmente
amurallado y todavía se conservan dos de los arcos de entrada. Se organiza en
torno a dos calles, casi paralelas, que desde la Plaza Mayor, donde acababa,
descienden hacia el sur. La Mayor, o de los Nobles, contiene los edificios más
suntuosos y la Pequeña, o de Santa Cruz, albergaba los talleres artesanos.
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Conchita y José Luis, el de Huesca. Peña Montañesa |
La vida se trasladó hace tiempo a
la parte baja, pero la historia quedó en la alta, convertida en un decorado
para turistas. Accedemos por el Portal de Afuera, con entrada en forma de
recodo, y nos sumergimos en un mundo medieval. Todo está muy bien, muy
restaurado, las tiendas abiertas, pero no hay gente en las casas. El agradable
paseo no consiste sólo en ver las espléndidas construcciones de
piedra, sino en fijarse en detalles menores que están explicados en una serie de paneles: llamadores (trucadores), puertas dinteladas, chimeneas, representaciones solares, aleros, balcones. Los materiales nobles utilizados son, además de la piedra, la madera y el hierro.
piedra, sino en fijarse en detalles menores que están explicados en una serie de paneles: llamadores (trucadores), puertas dinteladas, chimeneas, representaciones solares, aleros, balcones. Los materiales nobles utilizados son, además de la piedra, la madera y el hierro.
Al final de la calle de la Santa
Cruz llegamos a la colegiata de Santa María, románica del siglo XII, que es la
belleza de la piedra por su sencillez. Destaca la torre-vigía –espléndido
mirador-, la portada, el irregular claustro y la cripta. En la parte de atrás,
pasando bajo el Arco del Hospital, hay un mirador con buenas vistas sobre el
valle del Cinca y la Peña Montañesa.
Tras la colegiata aparece la
maravillosa Plaza Mayor, principal atractivo de la población, de grandes
dimensiones y planta trapezoidal, con los laterales atravesados por pasadizos
de grandes soportales de medio punto y ojivales. Quedaba fuera del primer
recinto amurallado pero terminó estando en el centro de la población, aunque
ahora se ve en un extremo al haberse derribado las viviendas entre ella y el
castillo, espacio ocupado ahora por una zona ajardinada.
El que fue potente castillo
todavía conserva su fuerte aspecto, su muralla –con unos grandes
arcos en el
interior que sostienen el paso de ronda-, sus torreones cuadrangulares en los
ángulos y con la pentagonal torre del homenaje, del siglo XI, de cinco pisos
con saeteras, que en la actualidad alberga el Centro de Interpretación de la
Fauna Pirenaica, en el que una serie de paneles y figuras ilustran sobre los
pisos forestales (colino, montano, subalpino y alpino), la fauna (aves rapaces,
sarrios, etc.), la flora (edelweis), la formación geológica de los Pirineos e
incluso la mitología: Pyrene, diosa de los manantiales, muere de tristeza al
ver cómo el valle que custodiaba es destruido por Gerión, un monstruo de tres
cabezas. Hércules, hijo de Zeus, da
muerte al monstruo y, en honor a Pyrene,
levanta una gran cordillera montañosa a la que da su nombre, Pirineos.
Tras la subida a las murallas,
desde donde hay una vista excelente sobre la zona, salimos del patio de armas
viendo una balsa, almadía o nabata como las que bajaban el Cinca. Actualmente,
el tercer fin de semana de mayo se rememora, con un descenso del río desde la
localidad de Laspuña, esta actividad en pleno contacto con la naturaleza, este
oficio de condiciones tan penosas: “Zinca traidora, que as piedras amuestras y
a os ombres afogas”.
Así termina la visita a esta
población que huye a un esplendoroso
pasado, pero donde se trata de encontrarle sentido a la Historia para que se
convierta en el libro de los vivos.
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