lunes, 17 de noviembre de 2014

AÍNSA.

Aínsa está situada en un magnífico enclave, en una proa formada en el punto de unión de los ríos Cinca y Ara. Su historia se fecha en el año 724, el de su reconquista. La leyenda –no existe
territorio de la Historia a salvo de leyendas- de la Cruz de Sobrarbe dice que la batalla fue ganada por los cristianos con la ayuda de una cruz luminosa aparecida sobre una carrasca. Cerca, a 1,5 kms, un templete señala el lugar. El árbol de Sobrarbe –es un símbolo, y la Historia está hecha de símbolos- ocupa uno de los cuarteles del escudo de Aragón y en septiembre de todos los años impares se celebra la Morisma, fiesta que evoca la aparición de la cruz al rey Garci Jiménez, leyenda que se hunde en la noche medieval.

El casco viejo, original de los siglos XI y XII, es un conjunto uniforme y armónico de casas. Estaba totalmente amurallado y todavía se conservan dos de los arcos de entrada. Se organiza en
Conchita y José Luis, el de Huesca. Peña Montañesa
torno a dos calles, casi paralelas, que desde la Plaza Mayor, donde acababa, descienden hacia el sur. La Mayor, o de los Nobles, contiene los edificios más suntuosos y la Pequeña, o de Santa Cruz, albergaba los talleres artesanos.

La vida se trasladó hace tiempo a la parte baja, pero la historia quedó en la alta, convertida en un decorado para turistas. Accedemos por el Portal de Afuera, con entrada en forma de recodo, y nos sumergimos en un mundo medieval. Todo está muy bien, muy restaurado, las tiendas abiertas, pero no hay gente en las casas. El agradable paseo no consiste sólo en ver las espléndidas construcciones de
piedra, sino en fijarse en detalles menores que están explicados en una serie de paneles: llamadores (trucadores), puertas dinteladas, chimeneas, representaciones solares, aleros, balcones. Los materiales nobles utilizados son, además de la piedra, la madera y el hierro.

Al final de la calle de la Santa Cruz llegamos a la colegiata de Santa María, románica del siglo XII, que es la belleza de la piedra por su sencillez. Destaca la torre-vigía –espléndido mirador-, la portada, el irregular claustro y la cripta. En la parte de atrás, pasando bajo el Arco del Hospital, hay un mirador con buenas vistas sobre el valle del Cinca y la Peña Montañesa.

Tras la colegiata aparece la maravillosa Plaza Mayor, principal atractivo de la población, de grandes dimensiones y planta trapezoidal, con los laterales atravesados por pasadizos de grandes soportales de medio punto y ojivales. Quedaba fuera del primer recinto amurallado pero terminó estando en el centro de la población, aunque ahora se ve en un extremo al haberse derribado las viviendas entre ella y el castillo, espacio ocupado ahora por una zona ajardinada.

El que fue potente castillo todavía conserva su fuerte aspecto, su muralla –con unos grandes
arcos en el interior que sostienen el paso de ronda-, sus torreones cuadrangulares en los ángulos y con la pentagonal torre del homenaje, del siglo XI, de cinco pisos con saeteras, que en la actualidad alberga el Centro de Interpretación de la Fauna Pirenaica, en el que una serie de paneles y figuras ilustran sobre los pisos forestales (colino, montano, subalpino y alpino), la fauna (aves rapaces, sarrios, etc.), la flora (edelweis), la formación geológica de los Pirineos e incluso la mitología: Pyrene, diosa de los manantiales, muere de tristeza al ver cómo el valle que custodiaba es destruido por Gerión, un monstruo de tres cabezas. Hércules, hijo de Zeus, da
muerte al monstruo y, en honor a Pyrene, levanta una gran cordillera montañosa a la que da su nombre, Pirineos.

Tras la subida a las murallas, desde donde hay una vista excelente sobre la zona, salimos del patio de armas viendo una balsa, almadía o nabata como las que bajaban el Cinca. Actualmente, el tercer fin de semana de mayo se rememora, con un descenso del río desde la localidad de Laspuña, esta actividad en pleno contacto con la naturaleza, este oficio de condiciones tan penosas: “Zinca traidora, que as piedras amuestras y a os ombres afogas”.

Así termina la visita a esta población  que huye a un esplendoroso pasado, pero donde se trata de encontrarle sentido a la Historia para que se convierta en el libro de los vivos.


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