sábado, 1 de noviembre de 2014

8.-Sarria-Melide.

Nuestros apuntes indican que el camino es difícil pero étnicamente aconsejable, así que decidimos seguirlo. Efectivamente el camino es muy bonito pero duro. Atraviesa la Galicia profunda, el minifundio, el bosque, los prados, avanzando por una difícil corredoira en ocasiones taponada por las vacas. Se sumerge en los olores del campo y en la música de los pájaros y cruza bajo los ladridos de los perros. Es muy agradable pero se avanza muy poco porque algunas subidas hay que hacerlas andando.

Pasamos por Barbadelo, donde en el Codex Calixtinus se alertaba a los peregrinos sobre los criados de los hosteleros compostelanos, y por Vilachá, cerca de donde estuvo el monasterio de Loio en el que nació la Orden de los Caballeros de Santiago, cuando doce caballeros acordaron proteger a los cristianos de la presencia musulmana que pudiera quedar, como hacían los caballeros templarios en los Santos Lugares. Ante el avance de la Reconquista, el objetivo de la orden quedó sin fundamento, pero su intervención resultó decisiva para limpiar la ruta de bandidos.

Por fin, una bajada nos lleva hasta el Miño y el embalse de Belesar. Subimos a Portomarín, pueblo muy nuevo –reconstruido- y bonito, llegando junto a la iglesia de San Nicolás, románica y con aspecto de fortaleza. Para evitar el Monte de San Antonio salimos por la carretera en subida hasta Hospital de la Cruz y luego alternamos el camino y una carretera secundaria. El camino es muy bonito, formando los robles un túnel por el que se transita a la sombra. Vamos aislados del mundo, reducidos a nosotros mismos entre el cielo infinito y el bosque inmenso. Llevamos nuestra alegría viajera al silencio del bosque. A derecha e izquierda los árboles huyen detrás de nosotros, espíritus intrépidos.

Toda la vegetación dormita bajo el aire cálido y pesado. Así llegamos a Palas del Rey, zona de cultura castreña. En el Libro I del Codex Calixtinus se previene a los peregrinos de las prostitutas que salían a su encuentro entre Portomarín y esta villa. A la salida se encuentra el lugar Campo dos Romeiros, donde los peregrinos se reunían al salir el sol antes de iniciar la última jornada que les llevaría a Santiago.

Continuamos por un relieve muy accidentado, lentamente. Cruzamos el río Pambre. Siguiendo su curso se llega a los pazos de Ulloa. El alto de Coto marca el límite entre Lugo y La Coruña. Después sólo quedan los poblados medievales de Leboreiro y Furelos antes de llegar a Melide. Como la última etapa va a ser muy corta, paramos aquí, paraíso de la gastronomía. Comemos un delicioso churrasco en O Muiño, donde nos reencontramos con Juanjo y Juanma. Nos hemos despedido ya de Aitor y Dafne. Llamamos a unas agencias para reservar una furgoneta para el viaje de vuelta. Volvemos al alojamiento para echar una siesta.

Por la tarde, paseo por el pueblo con nuestro elegante desaliño. Vemos las calles antiguas, sus plazas, iglesias, etc., y hacemos algunas compras. Pulsamos el latido de los barrios mientras la procesión de la vida sigue su curso. En el centro se siente el clima del pasado. El resplandor dorado de la tarde estival todavía inunda las calles. Tenemos sed. En el bar perfeccionamos nuestra naturaleza física y moral mirando la jarra de cerveza con gesto de honda sabiduría.

Para la cena nos han recomendado la pulpería Ezequiel que resulta mejor de lo esperado. El cielo se va oscureciendo al otro lado de la ventana mientras hablamos. Cuerpo indolente. Sedación de nervios. Debido a la hora, y quizá al ribeiro, nos sentimos tentados a expresar algunas dulces naderías.

Hoy es viernes y se ha notado en la abundancia de peregrinos, especialmente grupos organizados de jóvenes que taponaban el camino y nos jaleaban al pasar. Descansados por la corta jornada esperamos terminar mañana sin novedad.

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