7.- El Tiemblo-El Escorial.
Última etapa. Esto llega a su fin. No madrugamos. Desayunamos y salimos haci Cebreros, como siempre, en cuesta. El paisaje va cogiendo color conforme el sol levanta su curso. Llegados al pueblo dudamos por dónde seguir; preguntamos a un señor y nos recomienda no ir por El Hoyo de Pinares, .porque "hay que dar zapatilla en el puerto", sino girar a la derecha. Eso hacemos, y por un magnífico bosque de pinos, entre terreno rompepiernas, vemos la gran antena de seguimiento de satélites espaciales de Cebreros y dejamos Ávila, entrando en la provincia de Madrid.Llegamos al desvío de la carretera que viene de Navas del Rey y giramos a la izquierda para parar en Robledo de Chavela. Comemos un bocadillo y descansamos porque vamos bien de tiempo. Preguntamos a otro señor que nos anima: la subida al puerto de la Cruz Verde no es muy dura desde aquí, lo es más en cualquiera de los otros dos sentidos de ascenso, desde El Escoairla o desde la carretera de Ávila. A pesar de todo los nueve kilómetros de subida se hacen duros con lo que llevamos ya en las piernas.
Desde el alto, la bajada es rápida pero todavía no se han terminado los ascensos. Paramos para que una pareja nos haga la última fotografía todos juntos y nos desviamos a la derecha para ver la Silla de Felipe II y hay otros dos kilómetros de ascenso. Hacemos unas fotos y bajamos al pueblo, dejando el Monasterio que ya hemos visto muchas veces. Lo primero es ir a la estación para preparar el regreso a casa: preguntamos si habrá algún problema con las bicicletas y nos tranquilizan diciéndonos que podemos coger el tren que queramos.
Comemos, nos cambiamos de ropa y al tren. Nos distribuímos por varios vagones para no crear problemas en las entradas-salidas y seguimos hasta Vicálvaro donde tenemos que cambiar de tren. Sin contratiempos, estamos de nuevo en Alcalá. Última cerveza para repartir lo que queda del fondo y a casa. Y así lo hemos contado en estos microrrelatos, esta especie de literatura cuántica que necesitaría más sentido de la nitidez narrativa para expresar claramente la fugacidad de los sueños.
No nos entregamos a meditaciones proustianas sobre el paso del tiempo que lo marca todo. Perdidos en un álbum de paisajes, desde alta montaña y bosques apretados hasta cuadros de cereal, nuestra ruta ha dibujado un itinerario con zonas de gran interés superponiendo momentos de historia; al menos eso creemos, aunque nuestra mirada es pasional, con veneración faraónica. Hemos recorrido un espacio lleno de contrastes geográficos y sociales, de contradicciones visuales entre el mundo salvaje y el humanizado, entre lo agreste y lo domesticado, entre los picachos rocosos y las lomas vegetadas, entre la piedra estéril y la tierra fértil.
Han sido unos días en los que ha parecido que se congelaba el curso de la Historia, en que la mirada del tiempo se detenía. Nos hemos cansado pero hemos resistido bien en un intento permanente de invertir el giro del reloj, de que reducir los opuestos -edad y este tipo de viajes- a complementarios no esté alcanzando su límite. Esto es una inversión a fondo diluido, es uno de los asideros del tiempo, al ver cumplida la existencia arrastrada por el curso de la historia que va hundiéndose en el ayer, alejándose. Dijo el poeta: "No creas que vas a partir como llegaste; otros pensaron lo mismo, pero al marchar sus pensamientos se anclaron aquí". "Ni el futuro ni el pasado nos pertenecen" (Machado). La ceremonia del adiós exige siempre una segunda mirada. Sólo cuando algo se pierde es posible el delicioso ejercicio de la nostalgia.
Qué ver:
Cebreros: Picota, siglo XVI, iglesias (Santiago Apóstol, siglo XVI, vieja, siglo XV) puente de Valsordo, ermita de Nuestra Señora de Valsordo (a dos kilómetros, artesonado mudéjar).
Robledo de Chavela: iglesia parroquial de la Asunción, siglo XV, Vía Cruicis, siglo XVIII, Estación de seguimiento Espacial INTA-NASA.
La Silla de Felipe II
El Escorial: Monasterio (palacio, biblioteca, panteón, basílica y monasterio), Casitas del Infante y del Príncipe.
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