sábado, 1 de noviembre de 2014

2.- Pamplona-Logroño.

Aún no ha roto el día por completo y el alba tiñe de gris la calle. El día empieza de acuerdo con sus ritos. Con ojos en los que aún se advierte el sueño salimos por la Ciudadela –ejemplar importante de la arquitectura castrense del Renacimiento- hacia Cizur entre un ondulante mar de césped. A poco se comienza la subida al Alto del Perdón, con molinos de viento, aunque no tenemos nada que hacernos perdonar. Después de Zariquiegui está la fuente de Reniega donde dice la leyenda que se apareció el demonio a un peregrino sediento y le propuso llevarle hasta donde había agua a cambio de su alma; al negarse apareció Santiago e hizo brotar la fuente.

La mañana comienza a deslizarse detrás de nosotros. En Obanos se une la ruta tolosana, la aragonesa, donde puede verse la iglesia de Stª Mª de Eunate. Poco después llegamos a Puente la Reina, de planta rectangular con el camino central que articula toda la población. Lo cruzamos hasta llegar al impresionante puente sobre el Arga. Una pequeña torreta de arco apuntado preside su entrada. En el centro existió una torre con una escultura de la Virgen del Puy; de su cuidado se encargaba un pájaro que la lavaba con agua del río. Es la leyenda del chori (pajarillo en euskera).
Puente la Reina
El sol describe su arco diurno. Seguimos, teniendo como compañeros de viaje a viñedos y olivos en medio del bárbaro resplandor del día veraniego. El Camino gira para apuntar directamente al Oeste, sólo hay que seguir la dirección del sol poniente. Pronto aparece Cirauqui que conserva su estructura de ciudadela fortificada. A la salida, los miliarios de la calzada romana y los kilómetros del Camino fueron coincidentes.

Cerca se cruzaba el río Salado en un lugar señalado por la Guía del Peregrino como muy peligroso para las caballerías. La siguiente población es Estella, aunque hasta 1090 el Camino iba por la ladera de Montejurra y llegaba al monasterio de Iratxe sin pasar por la ciudad. El apogeo llegó en el siglo XIII cuando era una ciudad de mercaderes. Llegamos al centro y en el Palacio Real un señor con amabilidad de tiempos antiguos, nos aconseja sobre el camino a seguir con gran ceremonia y prosopopeya.

Proseguimos por el monasterio benedictino de Iratxe. En su famosa fuente del vino nos encontramos muchas personas, algunas de las cuales volveremos a ver. Continuamos dejando Montejurra a nuestra izquierda y la elevada ermita de Villamayor de Monjardín a la derecha. Hace calor y nos cuesta llegar a Los Arcos para comer.

La tarde es pesada. Tras descansar bajo unos árboles vamos a Torres del Río, que posee una de las más bellas arquitecturas atribuidas a los templarios, la iglesia del Santo Sepulcro, parecida a la de Eunate. Sufrimos un pinchazo y unos austriacos nos ofrecen un recipiente para arreglarlo. Sigue el calor asfixiante y con él seguimos hasta Viana, de típica planta rectangular. Aquí se nos rompe una cadena.

El sol poniente acaba de librarse de unos árboles y cae sobre nosotros. El descendente crepúsculo forma un cielo de un azul oscuro, sin contrastes. Por un buen camino asfaltado terminamos la jornada en Logroño, ciudad hija del Camino. Cerca, en Albelda-Clavijo, los cristianos debían entregar a los musulmanes cada año el tributo de las cien doncellas y, al rebelarse, fueron vencidos hasta que Santiago les llevó a la victoria. Tras el silencio del camino, el griterío hiere nuestros oídos.

Aseo y paseo. Sigue haciendo mucho calor y comentamos que por la mañana hemos visto peregrinos, pero no por la tarde. El mundo se difumina entre luces borrosas. El largo crepúsculo se precipita hacia la noche.

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