sábado, 1 de noviembre de 2014

1.- Roncesvalles-Pamplona.

Llegamos hasta Pamplona en autobús. A Roncesvalles nos suben el sobrino de Mª Ángeles –la mujer de Benjamín- y un compañero, taxistas, que nos cuentan los avatares de su huelga. Gracias a los dos. Por estos parajes la historia se ha ido escribiendo bajo la sangre de batallas y la leyenda de héroes. Roldán, guerrero de Carlomagno, hizo sonar su olifante al verse atrapado pero llegaron tarde a socorrerle. Era el verano del año 778. El eco de la poesía épica más conocida y escuchada de Europa, La Chanson de Roland, permanece en el alto de Ibañeta.

El primer hospital y hospedería datan del siglo XII. La joya estética es la Colegiata de Santa María, gótica, y su cripta con el sepulcro de Sancho el Fuerte. Tras breve visita salimos –y ya son las 18 h.- junto al Silo de Carlomagno o capilla de Roldán, donde enterraron a los soldados que fallecieron en la batalla de Roncesvalles y donde, durante la Edad Media, enterraban a los peregrinos que morían en el hospital. La tradición señala que en este lugar estaba la roca que Roldán partió de tres golpes con su célebre espada Durandarte.

El primer tramo se realiza, bajo un espeso y maravilloso bosque, por una estrecha senda, por un serpenteante sendero orillado por los árboles, entre florestas y despoblados. De lo profundo del bosque llega una llamada misteriosa y atractiva, estremecedora, que hace brotar el primitivismo de su ser. Escuchamos tratando de que el bosque nos revele el sentido de sus sonidos, pero el bosque guarda silencio. Pasamos bajo la verde bóveda en un encantador ensueño. La adusta soledad no es turbada por nada. Atravesamos los bellos y adornados pueblos de Burguete y Espinal. Cruzamos límpidos y parleros arroyuelos en cuyo rumor hay una melodía. Atacamos los altos de Mezquiriz y Erro, duros, por entre el espeso bosque en tramos no hechos para la bicicleta. Pinchazo en la bajada. Se nos va a hacer tarde.

En Zubiri salimos a la carretera por el puente medieval de la Rabia, sobre el Arga: según la tradición, los animales que daban una vuelta alrededor del pilar central quedaban protegidos. Cada vez hay más tráfico y así llegamos a Pamplona siguiendo el Arga y cruzando el puente de la Magdalena.
Se entra al casco viejo por el Portal de Francia, el mismo por el que salió el general carlista Zumalacárregui en 1833. Está situado en un otero que fue el origen cuando Cneo Pompeio fijó allí su campamento en el 75 a.C. aprovechando un gran meandro del Arga. Se llamó Pompaelo. Su importancia estratégica hizo que fuese muy codiciada: Carlomagno aparece como su señor en el 778. Entre los siglos X y XII se establece el reino de Navarra: tras varias crisis, el siglo XIV es de esplendor, guerras en los siglos XV y XVI ante las pretensiones francesas a su trono, lo que obligó a Felipe II a fortificarla.
Puente de la Magdalena, Pamplona
Por las murallas vamos hacia nuestro hospedaje. Después del viaje desde Alcalá sólo hemos tenido tiempo de hacer una media etapa pero ya es casi de noche. Tras el aseo y antes de la cena paseamos por la ciudad, especialmente por su zona vieja, rodeados de muchos letreros alusivos a las próximas fiestas de San Fermín. La música llena la calle. El paisaje civil, el paisanaje, forma una colorista mezcolanza humana. Vemos las calles estrechas, la magnífica plaza del Ayuntamiento, el recorrido del encierro, la plaza del Castillo, y pasamos por la Catedral, de la que únicamente vemos la fachada neoclásica, obra de Ventura Rodríguez.

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