1.- Plasencia-Monfragüe-Plasencia.
Soñar, viajar. Ha llegado el momento. El aroma de la aventura nos invade. Estamos listos para el "machadiano" hacer camino al andar, acaso influenciados por libros de viajes que siempre tienen un toque histórico, geográfico o étnico. Para nosotros, no obstante, es un viaje sentimental; es la seducción de la vida desfilando ante los ojos porque todas las cosas pequeñas, los detalles, se despojan de su apariencia trivial y se convierten en protagonistas. Por eso no se viaje en línea recta, sino que se mira a derecha e izquierda.Es antes del alba. Madrugamos. Tren de Cercanías hasta Atocha donde el revisor nos dice que el tren hasta Plasencia está "inútil" y, además, no admite bicicletas. Los días anteriores habíamos mirado la página web y telefoneado al Servicio de Atención al Cliente de RENFE y a la estación de Alcalá indicando el día y hora de nuestro viaje y nos habían dicho que no tendríamos ningún problema, pero ahora no podemos viajar. Esta dificultad en la información debería ser subsanada por quien corresponda. Como el tren está estropeado viene otro que, casualmente, sí admite bicicletas y salimos aunque con más de una hora de retraso.
Fieles a nuestra propia iconografía ecuestre, nos cambiamos de ropa en la estación y sin pérdida de tiempo vamos a Monfragüe. Como una premonición de lo que va a ser este viaje, la primera cuesta la tenemos nada más salir. Después un tramo llaneando y una ligera bajada nos dejan en Villarreal de San Carlos. La sensación es penosa comparándola con la primavera: el paisaje acusa la sequedad de varios años hidrológicos sucesivos. No se debe venir aquí en verano. En la pequeña población está todo cerrado y no podremos comer. Lo más cercano es Torrejón el Rubio a casi 20 kilómetros.
Tras una visita rápida decidimos dar un rodeo por el Salto de Torrejón y volver por otra ruta. Hace mucho calor. En el terreno adehesado, el verde oscuro de las encinas y alcornoques destaca fuertemente sobre el amarillo de la hierba seca. El cielo está surcado por muchas rapaces. Afortunadamente en el camino encontramos abierta una casa rural, con decoración etnográfica, donde comemos.
En el regreso cruzamos el Tiétar -que vierte al Tajo en Monfragüe-, silueteado por dos espesas líneas de vegetación de ribera, y vemos regadíos de pimentón y tabaco, aunque hay secaderos de tabaco abandonados y ruinosos. La vuelta es dura por el calor.
No compartimos la obsesión por poner barreras entre cultura y naturaleza, así que, tras Monfragüe, vemos Plasencia. La visita dibuja un itinerario con monumentos de gran interés en el crepúsculo del día. Este ciudad episcopal evoca cierta simetría con otras como Sigüenza: el principio rector es la belleza. Pasamos alrededor de los tramos sobrevivientes de la muralla, casi entera, y penetramos por la puerta de Berrozanas en un viaje en el tiempo; atravesamos un dédalo de callejuelas hasta llegar a la plaza, en el centro, lo que hace que el caserío gravite a su alrededor con una mezcla sutil, atomizada, de caprichos estéticos de todas las edades.
Plasencia
Qué ver:
Monfragüe: Parque Natural (vegetación y fauna mediterránea), castillo (restos árabes y siglo XV), ermita (talla siglo XII), Villareal de San Carlos (siglo XVIII), puente del Cardenal (siglo XV).
Plasencia: Catedral (vieja y nueva unidas; en ésta trabajaron Alonso de Covarrubias y Gil de Hontañón, entre otros), murallas-torres-puertas (siglo XII), iglesias (San Nicolás, San Pedro, San Martín), palacios (de Monroy -siglo XIII-, Episcopal -siglo XVIII-, de los marqueses de Mirabel -siglo XVI-, de Zúñiga -siglos XIV-XV-, de las Infantas y del obispo Girón -siglo XVI-, de los Toledo Barrantes -siglo XV-, Consistorial -siglo XVI-, del Deán -siglo XVI-, hospital de Santa María -siglo XIV-.
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