1.-Somport-Villanúa.
Decía el poeta que el primer verso te lo dan los dioses. A
ver cómo queda esta recreación, porque
nunca se cuentan fielmente los hechos, que no son como son sino como se recuerdan. Pero no es fácil llevarlo a la práctica. No es fácil convertir el cobre del lenguaje en el oro de la literatura, máxime cuando la realidad supera al vocabulario.
nunca se cuentan fielmente los hechos, que no son como son sino como se recuerdan. Pero no es fácil llevarlo a la práctica. No es fácil convertir el cobre del lenguaje en el oro de la literatura, máxime cuando la realidad supera al vocabulario.
Comienza el sábado. Nos disponemos a salir. Cela, en su
Viaje a la Alcarria, dice que “las etapas ni cortas ni largas, es el secreto”.
Esta etapa está prevista hasta Jaca, pero la vamos a dividir. Salimos envueltos
en la niebla y en una ligera llovizna que apenas dejan ver las montañas
circundantes. Justo delante, la Raca, se esconde tras la niebla. A la izquierda
queda la estación de esquí de Astún, en las pizarras del paleozoico y con
modelado glaciar, donde nace el río Aragón, al que vamos a seguir durante mucho
tiempo. Quedan muchos kilómetros de río.
Iniciamos nuestra andadura por esta “Jacobsland” o tierra de
Santiago. A poco de salir llegamos a las escuetas ruinas del hospital de Santa
Cristina, al que el Codex Calixtinus colocaba a la par que el de Jerusalén y el
del Gran San Bernardo. Aquí nos alcanza Juan Antonio, israelí, que viaja solo,
como buen viajero. Dejamos a la derecha la estación de esquí de Candanchú. El
descenso es rápido, con tramos mojados y algo de fresco en la joven mañana.
Pasamos cerca de las ruinas del Castillo de Castellar, para el cobro del peaje,
y de Rioseta, campamento
militar. Vemos la chimenea de la fundería del Anglasé, antigua mina. Alguno de estos tramos es muy boscoso y oscuro.
militar. Vemos la chimenea de la fundería del Anglasé, antigua mina. Alguno de estos tramos es muy boscoso y oscuro.
Conforme descendemos levanta la niebla y sale algo el sol.
Hay un ligero viento y no hace calor. El fuerte Coll de Ladrones vigila nuestro
paso desde lo alto a la entrada de la Canal de Izas. Así llegamos a la entrada
del túnel de Somport, de unos ocho km y a Canfranc-Estación, a 1.190 m de
altitud. La población está animada pero la estación expresa desolación. Esta
obra faraónica, de majestuosa arquitectura, fue inaugurada en 1928 por el
General Primo de Rivera. Tras la guerra civil
se reabrió en 1940 y vio el paso de trenes en los que los alemanes transportaban el oro de los judíos hacia Madrid o Lisboa. Pervivió hasta 1970. Aquí despedimos a Juan Antonio.
se reabrió en 1940 y vio el paso de trenes en los que los alemanes transportaban el oro de los judíos hacia Madrid o Lisboa. Pervivió hasta 1970. Aquí despedimos a Juan Antonio.
El día ha despejado y pueden verse bien los picos de
alrededor. El dominio que la montaña ejerce sobre el paisaje ha hecho que
tuviera un aire mítico y sagrado. Las civilizaciones primitivas sacralizaban
sus montañas y no las escalaban. La montaña, gran balcón que propició cultos a
la naturaleza desde la prehistoria, repite el eco de nuestro paso. Por tramos
boscosos y umbríos, en la ladera izquierda, se sigue por la presa de Ip hasta
Canfranc, el primitivo Campus Francus para el cobro de peajes. La calle principal es el Camino, ejemplo de pueblo- camino. Está totalmente nuevo tras el grave incendio de 1944. Después, la iglesia de la Trinidad.
Canfranc, el primitivo Campus Francus para el cobro de peajes. La calle principal es el Camino, ejemplo de pueblo- camino. Está totalmente nuevo tras el grave incendio de 1944. Después, la iglesia de la Trinidad.
Poco más tarde el magnífico puente medieval traza su curva
de piedra sobre el río y nos devuelve a la ladera izquierda y al bosque denso y
sombreado. El bosque se espesa, se adueña de la tierra. El suelo es irregular,
pedregoso, lo que hace aconsejable las botas. A la derecha vemos la torre de
fusileros, pequeña fortificación del siglo XIX, y poco después se llega a
Villanúa, a 959 m de altitud. El valle se ha ensanchado y está presidido por la
majestuosa Collarada.
El río pierde brío, su rumor es tranquilo.
El río pierde brío, su rumor es tranquilo.
En el albergue Tritón somos bien atendidos. Nos colocan en
la habitación Collarada, para nosotros solos aunque es de seis. Lo que sigue es
el habitual ritual de la ducha, colada, tendedero, cremas, etc. La comida en el
mismo albergue, muy bien. Por la tarde, visita a la cueva de las Güixas, paseo
por el pueblo y vuelta al albergue para cenar. Coincidimos con los de Málaga y San
Sebastián. Nos comentan que abren tarde por la mañana, así que no podremos
desayunar.
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