Néstor reencontrado
Esta exposición, en el Museo Reina Sofía, se propone redescubrir la obra de Néstor Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria 1887-1938), un artista polifacético que alcanzó reconocimiento internacional, pero que no ha sido suficientemente considerado fuera del ámbito canario. Empezó sus clases en la isla, pero viajó a Madrid (tertulias de Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Romero de Torres) y Barcelona (arquitectura modernista). También hizo visitas esporádicas a Londres y París, que dejaron una huella indeleble en su obra de los años siguientes. En 1907 se estableció en Barcelona: fascinación por la mitología y el lenguaje simbólico, sensualidad, misterio y cromatismo, arte decadente según algunos artistas de su tiempo. En 1913 inició el proyecto Poema de los elementos, representativo de su etapa de madurez, aunque el simbolismo no ha perdido fuerza, con la incorporación de temáticas distintas, con un erotismo exuberante y con la representación de lo autóctono canario. A finales de 1928 se afincó en París, donde permaneció hasta 1934, en que regresó definitivamente a su ciudad natal. Compaginó la pintura con colaboraciones para el mundo del espectáculo como escenografías, decorados y vestuarios.Un patio de Las
Palmas, Ca. 1905. Óleo sobre
lienzo
Los inicios. En busca de una identidad como artista.
Su primera formación la recibió en 1899 de Eliseu Meifrén
especialmente con marinas. En 1901 (tenía trece años) viajó a Madrid y realizó
sus primeros retratos, escenas de calle, copia de los maestros del Prado y
tertulias. En 1903, en el marco de una exposición colectiva en el Círculo de
Bellas Artes, presentó Adagio y frecuentó Barcelona, introduciéndose en sus
círculos artísticos. En 1904 estuvo en Londres, impregnándose del arte
prerrafaelista. En 1905 se desplazó a París donde accedió a experiencias culturales
que seguían la estela del simbolismo de Gustave Moreau o Gustav Kimt. Entró en
contacto probablemente con el mundo esotérico de la masonería. Siguió su
formación viajando por Europa sin dejar de lado las visitas a su isla.
Autorretrato, 1901-1904, Óleo sobre lienzo
Los años de Barcelona: 1907-1913.
Atraído por la V Exposición Internacional de Arte, se
afincó en Barcelona. Aunque realizó algunos viajes al extranjero, entró se
integró en los círculos artísticos catalanes, frecuentó la tertulia del Café
Continental en la que participaban Santiago Rusiñol, Josep María Sert, etc.
Consiguió encargos como en el Salón del Tibidabo, inspirándose en poemas de
Jacint Verdaguer, escritor clave de la Renaixança. En la sala Parés expuso
Hércules amasando entre llamas el túmulo de Pirene (1908-1909) y el Jardín de las
Hespérides (1909). La pintura de este periodo privilegia la exuberancia del
color de ecos modernistas (Retrato de enrique Granados -1909/1910- o La hermana
de las rosas -1908-), las figuras de líneas curvas y el desnudo en temas
mitológicos. Una de sus principales obras, Epitalamio o las Bodas del príncipe
Néstor (1909) fue objeto de comentarios maliciosos, a pesar de lo cual la
expuso en Bruselas en 1910.
Berenice, 1909, óleo sobre lienzo
El círculo decadente.
En 1911 participó en una controvertida exposición
celebrada en “Fayans Català”. La prensa aludió al ambiente exuberante y
esteticista y hubo reproches al aire refinado y al sensualismo que emparentaba
estas obras con la sensibilidad del norte. Néstor presentó el polémico
Epitalamio junto con Berenice (1909) y el retrato dedicado a Granados. Su
concepción del arte por el arte se nutría de guiños literarios y figuras de
físico andrógino. Un elemento recurrente es la indumentaria de estilo
orientalista.
Un caballero inglés, 1910, acuarela sobre papel
Poema de los Elementos.
En el periodo de 1913 a 1938 tuvo el deseo de construir
el Palacio de los Elementos para presentar pinturas basadas en los cuatro
elementos. Pudo concluir ocho lienzos correspondientes al Poema del Atlántico y
otros tantos del Poema de la Tierra. Destacan el simbolismo masónico y la
representación de la sexualidad en cuerpos que concilian el género femenino y
masculino. Este periodo estuvo marcado por su establecimiento en París, plan
truncado por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Se afincó en Madrid,
con estancias en Canarias. Sus exposiciones tuvieron éxito, sorprendiendo por
su montaje un tanto escenográfico.
Poema del Atlántico: la tarde, 1917-1918, óleo
sobre lienzo
Poema del Atlántico.
Es la única serie terminada. Usa el término poema por la
importancia que concede a la creación literaria que inspiró su estética
plástica. Esta serie se inspira en el periodo geológico cuaternario y se
compone de dos grupos de cuatro obras, las referidas al paso del tiempo y a los
estados del mar.
Observador minucioso de la naturaleza, construye sus
pinturas sobre dos ejes centrales: la presencia animal y la antropomorfa a
través de querubines de inspiración manierista. Usa un cromatismo intenso para
evitar la literalidad de lo natural utilizando metáforas en las que predomina
lo extraño y voluptuosas figuras con alusiones sexuales. Introduce referencias
a la masonería: en El amanecer es el anuncio de la salida del sol por oriente,
el inicio de la influencia espiritual sobre el mundo.
Poema del Atlántico: Mar en borrasca, 1923, óleo
sobre lienzo.
Poema de la Tierra.
En estas pinturas, tres inacabadas, se centra en los
cuerpos adultos. Es el conjunto más atrevido de la pintura española de su
época. La serie presenta las cuatro estaciones del año y los momentos del día y
parece una representación de la androginia. Las posturas de manos o brazos se
interpretan como signos alusivos a la iniciación masónica. La unión amorosa de
los cuerpos contraviene la separación binaria de los géneros que defendían los
moralistas. A la muerte del artista, el obispo de la diócesis de Canarias
impidió que sus obras fuesen expuestas.
Poema de la Tierra: El Mediodía, 1934-1938, óleo
sobre lienzo
Feminidades: entre la españolidad y el cosmopolitismo.
Aunque nació en una familia pudiente, tuvo que ganarse la
vida y conocía bien qué obras eran del gusto de los coleccionistas y qué
demandaba el mercado.
Las pinturas, dibujos y grabados que representan a la
mujer española ataviada de maja o manola le permitían lucirse con el dibujo y
el sentido cromático e incluso subvertir los códigos que rebajaban a la mujer. La
mujer de la izquierda en Mantillas (1915) transmite una autodeterminación
alejada de la pasividad normativa, que sí sigue en Verbena (1929). Las
distintas feminidades que plasmó derivan de distintas aproximaciones estéticas:
Señorita Acebal (1914) sigue la estela simbolista, Marquesa de Casa Maury
(1931) está próxima al art decó cosmopolita, Requiebro (1939) se identifica con
el folklore español. Todas representan el importante papel que las mujeres
desempeñaron en su vida.
Mantillas, 1915, óleo sobre lienzo
Mitologías sexualizadas: la serie de los sátiros.
El arte ha podido contravenir las normas sociales
predominantes. Néstor elige el sátiro, divinidad campestre asociada a deidades
como Dionisos, Pan y Príapo, por su naturaleza salvaje y su fogosidad sexual.
La elección del sátiro no se desliga de la simbología masónica: el sátiro que
vuelve su espalda hacia el espectador tiene su mano derecha formando con sus
dedos una escuadra, símbolo de la conciliación entre lo espiritual y lo
terrenal.
Sátiro del valle de las Hespérides, 1922-1923, técnica mixta sobre papel
El talento escenográfico.
En 1915 se le encargó el decorado y vestuario de El amor
brujo de Manuel de Falla, en los que se mostró innovador, empleando la luz para
crear atmósferas espectrales y alejándose de los montajes costumbristas de la
época. También colaboró en El fandango de candil, con decorados que revelan una
concepción atrevida del espacio escénico derivada de la estética fotográfica de
la Nueva Visión o con los puntos de fuga del expresionismo alemán. Su éxito
radicó en la fusión de vanguardia y tradición. En 1936, poco antes de estallar
la Guerra Civil, hizo los decorados de La sirena varada, de Alejandro Casona,
con elementos próximos al repertorio surrealista.
Triana de Isaac Albéniz. Telón de boca para
obertura. 1929. Acuarela
Néstor muralista.
El primer conjunto significativo de pinturas murales
fueron los plafones para la Sociedad El Tibidabo que presentó en la Sala Parés
de Barcelona en 1909. En Madrid decoró su propio estudio con un mural que
reproducía su máxima de adscripción simbolista EX TOTA VITA UT OPUS FACIAMUS
ARTIS NECESSE EST / Es necesario que hagamos de toda la vida una obra de arte.
Entre 1925 y 1928 realizó los murales del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de
Gran Canaria con barroquismo prolijo en motivos clásicos (Apolo, las musas
Talía y Melpómene). En el salón Saint-Saëns pintó un friso con efebos rodeados
de frutas y aves que causó cierto revuelo. El último mural fue Alegoría del Mar
y Alegoría de la tierra, encargo del Casino de Santa Cruz de Tenerife
(1932-1936), oda al trabajo agrícola y pesquero de hombres y mujeres con
cuerpos musculosos.
Mural del Casino Principal de Santa Cruz de Tenerife:
Alegoría de la tierra.1935
Teatro Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria
En torno a la canariedad: la promoción de la cultura popular.
La insularidad atraviesa toda su obra, está presente
desde su etapa de juventud y conforma el eje de El poema del Atlántico, el
ciclo más ambicioso. El mar y sus criaturas son elementos capitales. La cultura
de Néstor no abarcó solo sus raíces canarias, sino que tuvo una visión
cosmopolita. Estuvo fuera, pero siempre tuvo un pie en Las Palmas donde puso en
valor la cultura popular canaria a partir de 1934. El aprecio y respeto por lo
local, por lo propio, se pone de manifiesto en la serie titulada Visiones de
Gran Canaria (1928-1934)
Fiesta Canaria, 1935-1937, Óleo sobre lienzo
Néstor polifacético.
Aunque la pintura fue su medio fundamental de expresión
artística, le apasionaron otros tipos de actividades creativas. Su concepción
estética estaba basada en la unidad de las artes, con la integración de los
distintos elementos en atmósferas de gran refinamiento. En sus años de París
(1928-1934) diseñó telas para una tienda de Nueva York, con motivos de carácter
abstracto en consonancia con el estilo de Sonia Delaunay. Realizó dibujos
arquitectónicos de sello racionalista para el pabellón de Portugal en la
Exposición de París de 1931. Hizo dibujos para el Albergue de la Cruz de Tejada
y del Pueblo Canario.
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