viernes, 5 de septiembre de 2025

Néstor reencontrado

Esta exposición, en el Museo Reina Sofía, se propone redescubrir la obra de Néstor Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria 1887-1938), un artista polifacético que alcanzó reconocimiento internacional, pero que no ha sido suficientemente considerado fuera del ámbito canario. Empezó sus clases en la isla, pero viajó a Madrid (tertulias de Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Romero de Torres) y Barcelona (arquitectura modernista). También hizo visitas esporádicas a Londres y París, que dejaron una huella indeleble en su obra de los años siguientes. En 1907 se estableció en Barcelona: fascinación por la mitología y el lenguaje simbólico, sensualidad, misterio y cromatismo, arte decadente según algunos artistas de su tiempo. En 1913 inició el proyecto Poema de los elementos, representativo de su etapa de madurez, aunque el simbolismo no ha perdido fuerza, con la incorporación de temáticas distintas, con un erotismo exuberante y con la representación de lo autóctono canario. A finales de 1928 se afincó en París, donde permaneció hasta 1934, en que regresó definitivamente a su ciudad natal. Compaginó la pintura con colaboraciones para el mundo del espectáculo como escenografías, decorados y vestuarios.

Un patio de Las Palmas, Ca. 1905. Óleo sobre lienzo


Los inicios. En busca de una identidad como artista.

Su primera formación la recibió en 1899 de Eliseu Meifrén especialmente con marinas. En 1901 (tenía trece años) viajó a Madrid y realizó sus primeros retratos, escenas de calle, copia de los maestros del Prado y tertulias. En 1903, en el marco de una exposición colectiva en el Círculo de Bellas Artes, presentó Adagio y frecuentó Barcelona, introduciéndose en sus círculos artísticos. En 1904 estuvo en Londres, impregnándose del arte prerrafaelista. En 1905 se desplazó a París donde accedió a experiencias culturales que seguían la estela del simbolismo de Gustave Moreau o Gustav Kimt. Entró en contacto probablemente con el mundo esotérico de la masonería. Siguió su formación viajando por Europa sin dejar de lado las visitas a su isla.

                                               Autorretrato, 1901-1904, Óleo sobre lienzo


Los años de Barcelona: 1907-1913.

Atraído por la V Exposición Internacional de Arte, se afincó en Barcelona. Aunque realizó algunos viajes al extranjero, entró se integró en los círculos artísticos catalanes, frecuentó la tertulia del Café Continental en la que participaban Santiago Rusiñol, Josep María Sert, etc. Consiguió encargos como en el Salón del Tibidabo, inspirándose en poemas de Jacint Verdaguer, escritor clave de la Renaixança. En la sala Parés expuso Hércules amasando entre llamas el túmulo de Pirene (1908-1909) y el Jardín de las Hespérides (1909). La pintura de este periodo privilegia la exuberancia del color de ecos modernistas (Retrato de enrique Granados -1909/1910- o La hermana de las rosas -1908-), las figuras de líneas curvas y el desnudo en temas mitológicos. Una de sus principales obras, Epitalamio o las Bodas del príncipe Néstor (1909) fue objeto de comentarios maliciosos, a pesar de lo cual la expuso en Bruselas en 1910.



                                                        Berenice, 1909, óleo sobre lienzo



El círculo decadente.

En 1911 participó en una controvertida exposición celebrada en “Fayans Català”. La prensa aludió al ambiente exuberante y esteticista y hubo reproches al aire refinado y al sensualismo que emparentaba estas obras con la sensibilidad del norte. Néstor presentó el polémico Epitalamio junto con Berenice (1909) y el retrato dedicado a Granados. Su concepción del arte por el arte se nutría de guiños literarios y figuras de físico andrógino. Un elemento recurrente es la indumentaria de estilo orientalista.

Un caballero inglés, 1910, acuarela sobre papel




Poema de los Elementos.

En el periodo de 1913 a 1938 tuvo el deseo de construir el Palacio de los Elementos para presentar pinturas basadas en los cuatro elementos. Pudo concluir ocho lienzos correspondientes al Poema del Atlántico y otros tantos del Poema de la Tierra. Destacan el simbolismo masónico y la representación de la sexualidad en cuerpos que concilian el género femenino y masculino. Este periodo estuvo marcado por su establecimiento en París, plan truncado por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Se afincó en Madrid, con estancias en Canarias. Sus exposiciones tuvieron éxito, sorprendiendo por su montaje un tanto escenográfico.

Poema del Atlántico: la tarde, 1917-1918, óleo sobre lienzo


Poema del Atlántico.

Es la única serie terminada. Usa el término poema por la importancia que concede a la creación literaria que inspiró su estética plástica. Esta serie se inspira en el periodo geológico cuaternario y se compone de dos grupos de cuatro obras, las referidas al paso del tiempo y a los estados del mar.

Observador minucioso de la naturaleza, construye sus pinturas sobre dos ejes centrales: la presencia animal y la antropomorfa a través de querubines de inspiración manierista. Usa un cromatismo intenso para evitar la literalidad de lo natural utilizando metáforas en las que predomina lo extraño y voluptuosas figuras con alusiones sexuales. Introduce referencias a la masonería: en El amanecer es el anuncio de la salida del sol por oriente, el inicio de la influencia espiritual sobre el mundo.

Poema del Atlántico: Mar en borrasca, 1923, óleo sobre lienzo.


Poema de la Tierra.

En estas pinturas, tres inacabadas, se centra en los cuerpos adultos. Es el conjunto más atrevido de la pintura española de su época. La serie presenta las cuatro estaciones del año y los momentos del día y parece una representación de la androginia. Las posturas de manos o brazos se interpretan como signos alusivos a la iniciación masónica. La unión amorosa de los cuerpos contraviene la separación binaria de los géneros que defendían los moralistas. A la muerte del artista, el obispo de la diócesis de Canarias impidió que sus obras fuesen expuestas.


Poema de la Tierra: El Mediodía, 1934-1938, óleo sobre lienzo

 


Feminidades: entre la españolidad y el cosmopolitismo.

Aunque nació en una familia pudiente, tuvo que ganarse la vida y conocía bien qué obras eran del gusto de los coleccionistas y qué demandaba el mercado.

Las pinturas, dibujos y grabados que representan a la mujer española ataviada de maja o manola le permitían lucirse con el dibujo y el sentido cromático e incluso subvertir los códigos que rebajaban a la mujer. La mujer de la izquierda en Mantillas (1915) transmite una autodeterminación alejada de la pasividad normativa, que sí sigue en Verbena (1929). Las distintas feminidades que plasmó derivan de distintas aproximaciones estéticas: Señorita Acebal (1914) sigue la estela simbolista, Marquesa de Casa Maury (1931) está próxima al art decó cosmopolita, Requiebro (1939) se identifica con el folklore español. Todas representan el importante papel que las mujeres desempeñaron en su vida.

Mantillas, 1915, óleo sobre lienzo


Mitologías sexualizadas: la serie de los sátiros.

El arte ha podido contravenir las normas sociales predominantes. Néstor elige el sátiro, divinidad campestre asociada a deidades como Dionisos, Pan y Príapo, por su naturaleza salvaje y su fogosidad sexual. La elección del sátiro no se desliga de la simbología masónica: el sátiro que vuelve su espalda hacia el espectador tiene su mano derecha formando con sus dedos una escuadra, símbolo de la conciliación entre lo espiritual y lo terrenal.


Sátiro del valle de las Hespérides, 1922-1923, técnica mixta sobre papel

 


El talento escenográfico.

En 1915 se le encargó el decorado y vestuario de El amor brujo de Manuel de Falla, en los que se mostró innovador, empleando la luz para crear atmósferas espectrales y alejándose de los montajes costumbristas de la época. También colaboró en El fandango de candil, con decorados que revelan una concepción atrevida del espacio escénico derivada de la estética fotográfica de la Nueva Visión o con los puntos de fuga del expresionismo alemán. Su éxito radicó en la fusión de vanguardia y tradición. En 1936, poco antes de estallar la Guerra Civil, hizo los decorados de La sirena varada, de Alejandro Casona, con elementos próximos al repertorio surrealista.

Triana de Isaac Albéniz. Telón de boca para obertura. 1929. Acuarela













Néstor muralista.

El primer conjunto significativo de pinturas murales fueron los plafones para la Sociedad El Tibidabo que presentó en la Sala Parés de Barcelona en 1909. En Madrid decoró su propio estudio con un mural que reproducía su máxima de adscripción simbolista EX TOTA VITA UT OPUS FACIAMUS ARTIS NECESSE EST / Es necesario que hagamos de toda la vida una obra de arte. Entre 1925 y 1928 realizó los murales del Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria con barroquismo prolijo en motivos clásicos (Apolo, las musas Talía y Melpómene). En el salón Saint-Saëns pintó un friso con efebos rodeados de frutas y aves que causó cierto revuelo. El último mural fue Alegoría del Mar y Alegoría de la tierra, encargo del Casino de Santa Cruz de Tenerife (1932-1936), oda al trabajo agrícola y pesquero de hombres y mujeres con cuerpos musculosos.

Mural del Casino Principal de Santa Cruz de Tenerife: Alegoría de la tierra.1935

                                          Teatro Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria


En torno a la canariedad: la promoción de la cultura popular.

La insularidad atraviesa toda su obra, está presente desde su etapa de juventud y conforma el eje de El poema del Atlántico, el ciclo más ambicioso. El mar y sus criaturas son elementos capitales. La cultura de Néstor no abarcó solo sus raíces canarias, sino que tuvo una visión cosmopolita. Estuvo fuera, pero siempre tuvo un pie en Las Palmas donde puso en valor la cultura popular canaria a partir de 1934. El aprecio y respeto por lo local, por lo propio, se pone de manifiesto en la serie titulada Visiones de Gran Canaria (1928-1934)

 

                                             Fiesta Canaria, 1935-1937, Óleo sobre lienzo


Néstor polifacético.

Aunque la pintura fue su medio fundamental de expresión artística, le apasionaron otros tipos de actividades creativas. Su concepción estética estaba basada en la unidad de las artes, con la integración de los distintos elementos en atmósferas de gran refinamiento. En sus años de París (1928-1934) diseñó telas para una tienda de Nueva York, con motivos de carácter abstracto en consonancia con el estilo de Sonia Delaunay. Realizó dibujos arquitectónicos de sello racionalista para el pabellón de Portugal en la Exposición de París de 1931. Hizo dibujos para el Albergue de la Cruz de Tejada y del Pueblo Canario.

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