Terrafilia
Terrafilia, un término que combina Terra (Tierra) con filia (amor y amistad), expresa una conexión profunda de afecto, cuidado y responsabilidad hacia la Tierra y sus habitantes. Amar la Tierra implica comprometerse con los animales, las plantas y las formaciones geológicas, así como replantear el lugar de la humanidad dentro de la compleja red de la vida. Ante las crecientes presiones del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y las desigualdades crecientes, esta exposición en el Museo Thyssen, Madrid, recurre al arte para orientar a los visitantes hacia formas transformadoras, movilizando la afinidad entre especies, nuevos tipos de colectividades y el cuidado planetario.La muestra reúne obras que abarcan cinco siglos de las varias colecciones Thyssen, incluyendo artistas como Joachim Patinir, Wassily Kandisnky, Natalia Goncharova, etc. Resistiendo el dualismo arraigado de la cosmología moderna, basado en la separación entre lo social y lo natural, la exposición invita a los visitantes a encontrarse con un mundo de muchos mundos. Terrafilia también marca un decisivo alejamiento de perspectivas antropocéntricas y occidentalocéntricas, abrazando una política planetaria emergente. Al hacerlo, se alinea con recientes giros filosóficos, antropológicos, éticos y legales que abogan por el reconocimiento de la vida no humana y de entidades biológicas y geológicas como participantes de una multitud planetaria.
Estructurada en siete “escenarios” interconectados, la exposición aborda temas como los cosmogramas, mundos animados, el arte de los sueños, objetividad, relaciones con la tierra, tiempos míticos y cosmogonías oceánicas. Estas corrientes temáticas guían a los visitantes a través de diferentes maneras de relacionarse con la Tierra —por medio del mito, la ciencia, los sueños, las historias, la espiritualidad y la ecología— mientras interrogan de forma crítica las historias de expansión colonial, extracción de recursos y violencia ecológica que han dado forma a la actual crisis planetaria.Un planeta animado
Desde una perspectiva ecológica, la Tierra es un sistema vivo y dinámico, modelado por la interacción continua entre organismos, el medio que les rodea y fuerzas planetarias. La vida no surge de manera aislada, sino a través de densas redes de cooperación, simbiosis e intercambio.Este capítulo presenta obras que iluminan estas
interconexiones como la teoría de la evolución por simbiosis más que por
competencia, los ensamblajes multiespecie, la inteligencia vegetal o las
capacidades químicas del hongo cornezuelo del centeno, capaz de sanar y de
intoxicar, la interacción entre dos seres que hace que ambos prosperen, la
vitalidad de las formas orgánicas o capacidad de transformación constante de la
naturaleza.
Todo ello invita a un cambio de percepción: de una visión
antropocéntrica hacia otra que reconoce la Tierra como una biosfera compleja,
colaborativa y animada.
Wassily
Kandinsky, Pintura con tres manchas, nº 196, 1914, óleo sobre lienzo.
Kandinsky, en esta obra, reduce el mundo a un cosmos abstracto de formas fluctuantes y colores vibrantes que evoca una fuerza espiritual y vital que trasciende las apariencias. Aunque fue realizada antes de su etapa parisina, la obra insinúa ya formas orgánicas y microcósmicas que anticipan su posterior interés por las energías invisibles de la vida.
MARTIN JOHNSON
HEADE, Orquídea y colibrí cerca de una cascada, 1902, óleo sobre lienzo.
El arte de los sueños
Explora los distintos modos en que los artistas reconocen
los estados oníricos como lugares de conocimiento y resistencia. Aparecen
paisajes que canalizan ritmos cósmicos y terrenales y que florecen con fuerza
ancestral, pinturas que retratan un cosmos fértil y animista, obras que
escenifican un instante suspendido entre lo material y lo espiritual o el
umbral entre vigilia y sueño. También es un territorio de ruptura con
presencias ancestrales e identidades que se transforman desde una perspectiva
decolonial, en una fuerza total de la lógica surrealista del sueño que
convierte el exceso simbólico en desafío al orden racional. Los sueños se
revelan como procesos activos de transformación, donde el sentido surge a
partir de imágenes y metamorfosis, del encuentro de lo visible y lo espectral.
Franz (Franz Moriz Wilhelm Marc) Marc, El sueño, 1912.
Óleo sobre lienzo. 100,5 x 135,5 cm
CHARLES EPHRAIM BURCHFIELD
Orión en invierno, 1962, acuarela sobre papel.
Bosques de cigarras, 1950-1959, acuarela, lápiz y clarión
sobre papel.
Sol de sequía en julio, 1949-1960, acuarela sobre papel.
AUGUSTE RODIN. Una joven confiando su secreto a Isis, 1909. Mármol
HERVÉ YAMGUEN. Cuidar, 2023, acrílico sobre lienzo
Salvador Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja
alrededor de una granada un segundo antes del despertar, 1944, óleo sobre
tabla.
Francisco de Goya, El tío Paquete, hacia 1819-1820, óleo
sobre lienzo.
Las representaciones oníricas han ocupado un lugar esencial en el arte desdibujando los límites entre realidad, sueño y visión sobrenatural. Personajes carentes de visión o con los ojos cerrados han sido utilizados como metáforas de entrada a mundos donde operan lógicas propias. Muchas visiones se alimentan de iconografías populares y alucinaciones colectivas, muchas veces asociadas al consumo accidental de hongos como el cornezuelo.
OLAFUR ELIASSON. Nueva esfera de Berlín, 2009. Acero
inoxidable, vidrio coloreado, aluminio y bombilla.
Propone un diálogo entre luz, color y percepción, creando un espacio donde la experiencia sensorial se entrelaza con los principios de codificación científica. Despliega un cosmos fragmentado que parece fluir entre lo caótico y lo ordenado, invitando a reconocer que la percepción es un fenómeno que actica las capacidades y sensibilidades, adentrándonos en un cosmos que existe solo mientras es percibido.
El mundo objetivado.
La ciencia moderna ha considerado durante mucho tiempo la
objetividad como base del conocimiento -una pretensión de universalidad,
fundada en la medición, la clasificación y el orden-. Arraigada en los ideales
de la Ilustración, esta visión del mundo buscó transformar lo desconocido en
conocimiento. Pero tuvo un costo: la abundancia de la naturaleza fue
diseccionada, cartografiada y extraída, alimentando las ambiciones expansivas
de los imperios europeos.
Las herramientas de observación se emplean para hacer comprensibles el mundo y el cosmos, y así aparecen un globo terráqueo, una esfera armilar, un atlas, etc. Sin embargo, esa clasificación del saber era inseparable de las estructuras de poder y religión. En Adán y Eva se refuerza la pareja heterosexual y se relega todo lo que queda fuera como desviado y condenado a la exclusión y hay otros cuestionamientos como la sátira sobre la figura heroica del explorador-naturalista. La ilusión de la objetividad como verdad estable se interrumpe en espacios en constante transformación.
MELCHIOR DE HONDECOETER, Paisaje con aves de corral y
rapaces, s XVII, óleo sobre lienzo.
Escenifica un enfrentamiento simbólico entre animales domesticados y depredadores salvajes -una alegoría de la cultura sobre la naturaleza, del orden sobre el caos.
Hans
Baldung Grien, Adán y Eva, 1531, óleo sobre tabla.
Joachim
Patinir, Paisaje con el descanso en la huida a Egipto, h. 1518-1524, óleo sobre
tabla.
Roelandt
Savery, Paisaje montañoso con un castillo, 1609, óleo sobre tabla.
Willem
Jansz. Blaeu (taller), Globo celeste, h. 1571-1638. Cartón, papel, madera,
latón y yeso.
Jan Jansz. van der Heyden, Rincón de una biblioteca, 1711. Óleo sobre lienzo. 77 x 63,5 cm
Terra infirma
La Tierra ha sido durante mucho tiempo considerada como
un recurso para ser explorado, dividido y consumido. En la tradición legal
occidental, el concepto de Terra firma se asocia a las ideas de propiedad,
control y conquista. Terra infirma -literalmente “tierra inestable”- ofrece un
contrapunto: habla de la fragilidad, vitalidad y resistencia de la Tierra
frente al dominio. Mientras que la tierra se fragmenta en fronteras y
mercancías, muchas cosmologías indígenas y ancestrales entienden la Tierra como
un ser vivo -un ancestro, un espíritu, una fuente de vida. Este capítulo reúne
obras que reflejan tanto la violencia infligida sobre la Tierra como las
desigualdades que se crean y persisten en el tiempo a causa de ella.
Se explora las cualidades elementales y espirituales de
la materia, la fusión con la tierra, la denuncia de la expropiación de la
tierra, la violencia racializada y el comercio de esclavos, la defensa de los
indígenas defensores de la tierra en América Latina.
YVES TANGUY, Números imaginarios, 1954, Óleo sobre lienzo
JAN BRUEGHEL EL VIEJO, Cristo en la tempestad del mar de Galilea, 1596, óleo sobre cobre.
Daniel Otero Torres, Amigos ancestrales, 2024. Grafito,
tinta sobre acero inoxidable pulido y estructura de acero.
Las esculturas totémicas de Daniel Otero visibilizan a quienes luchan por los derechos colectivos y territoriales. Son contra-monumentos que combinan dibujo hiperrealista y escultura para homenajear a comunidades marginadas y activistas que defienden tierras ancestrales frente al colonialismo y la explotación ambiental. Una figura colectiva y espectral aparece multiplicada extendiendo sus manos hacia una pila de troncos en un gesto de protección.
Los paisajes de pintores estadounidenses del siglo XIX, como Puesta de sol en Yosemite y Cruz en la naturaleza salvaje, reflejan la ideología que consideraba la expansión hacia el oeste como una misión divina e inevitable. Estos paisajes, despojados de la presencia humana, glorifican un territorio puro, destinado a ser sometido y colonizado, promoviendo la idea de que la tierra debía ser ocupada por los recién independizados estadounidenses. Parece un nuevo Edén, pero se oculta la huella de los pueblos originarios y la violencia inherente a la expansión. Hervé Yamguen, Historia de cabezas 3, 2016. Bronce.
Es una amalgama de caras con múltiples bocas, narices y ojos que, a veces, se despliegan como flores y hojas. Representa las huellas de la explotación y desposesión en las comunidades camerunesas, surgidas a raíz de los conflictos y la violencia sufrida durante la lucha por la independencia. Es una fusión de características humanas, vegetales y animales, como metáfora de la interconexión entre el ser humano y la tierra que habita.
RASHID JOHNSON, Nacido junto al río, 2011. Roble rojo,
jabón negro, cera y pintura
El autor quema un suelo de madera con una constelación de formas geométricas: símbolos carbonizados que registran las cicatrices de la violencia racial en Estados Unidos. Estas obras sostienen la memoria como lugar de duelo y reparación, símbolos para el recuerdo y la inconclusa rendición de cuentas.
El retorno del tiempo de los mitos
Cuando las estructuras del presente comienzan a
tambalearse, regresa el tiempo de los mitos -no como nostalgia, sino como una
fuerza que inquieta, y renueva. Los mitos no son reliquias del pasado, sino
narrativas vivas: portan conocimiento ancestral y ofrecen formas de comprender
la creación, la pérdida, la transformación y la supervivencia. En estas obras
se habla del exilio y la ruptura del orden cósmico, del simbólico puente que
conecta el Paraíso y el mundo terrenal, y, en algunos casos, aflora la mirada
colonial que presenta la tierra prometida ocultando la violencia de la
dominación y el desplazamiento. Hay tradiciones espirituales forjadas a partir
de cosmologías creadas bajo el peso de la esclavitud, limpieza ritual de
lugares de trauma.
Ayrson Heráclito, El encuentro de las orillas atlánticas,
2015. Video.
Esta obra se fundamenta en la activación de rituales afroatlánticos como actos de memoria, reparación y resistencia frente a las violencias coloniales. Se realiza una ceremonia de limpieza en dos espacios marcados por la esclavitud: la Maison des Esclaves en Senegal y la Casa da Torre en Bahía. Entre ambas se establece un puente ritual de sanación.
Ayrson Heráclito, Juntó-Abebé con escudo de Ogum, 2024.
Acero inoxidable, 164 x 41 x 41 cm
Mandala de Chakrasamvara, h. siglo XVII-principios siglo XVIII. Aleación de bronce dorado al fuego, cobre parcialmente dorado al fuego y pigmento policromado.
El Mandala se despliega como un cosmograma tántrico, revelando la unión divina y la disolución de las dualidades. En su centro, Chakasamvara y la sabia Dakini Vajravarahi se abrazan en una danza sagrada, simbolizando la fusión de compasión y sabiduría -el camino tántrico hacia la liberación. Este conjunto escultórico profundiza sobre cómo las mitologías configuran nuestra comprensión de la existencia. El Mandala parece un loto cósmico que oculta y revela la unión divina y propone una visión de equilibrio entre sabiduría y método, vida y muerte.
Cosmogonías oceánicas
Una cosmogonía es una teoría o relato sobre los orígenes
del universo y la vida. Este capítulo explora cosmogonías oceánicas -historias
de creación que comienzan con el surgimiento de la vida en el agua, a través
del movimiento y la interconexión. Durante siglos, la superficie cambiante del
océano ha espoleado la imaginación humana y ha sido un tema central en la
pintura. El expresionista alemán Emil Nolde capturó su energía volátil en
paisajes marinos dinámicos, enfrentándose al dilema de distinguir entre el mar
y el cielo. Sin embargo, bajo la superficie del océano yace otra realidad -una
de cuerpos a la deriva, luz refractada y percepción alterada. Otras obras
reflejan la precariedad ecológica, con figuras de supervivencia.
Susanne M. Winterling, Ópera planetaria y Bucle gravitacional dividido por las corrientes, 2018.
Ópera planetaria es una instalación artística y un
proyecto de investigación que explora el fenómeno natural de la
bioluminiscencia producido por un microplancton presente en zonas del Caribe,
con una metodología interdisciplinar.
EMIL NOLDE
Nubes de verano, 1913, óleo sobre lienzo
Atardecer de otoño, 1924, óleo sobre lienzo
Gustave Moreau, Galatea, h. 1896. Tinta, temple, gouache
y acuarela sobre cartón.
Esta obra presenta una obra suspendida entre lo mítico y lo vegetal. Reclinada en un paisaje rocoso y exuberante, envuelta por plantas marinas, evoca los ideales clásicos de feminidad. Frente a ella, el cíclope Polifemo acecha entre las sombras, su figura oscurecida, monstruosa y ambigua, encarnando tanto la amenaza como el deseo. Aunque sus ojos humanos están cerrados, su única mirada ciclópea se fija en el cuerpo luminoso de Galatea, convirtiendo la visión en posesión. Moreau evoca un espacio donde el mito se convierte en medio de transformación, perturbando los límites entre belleza y monstruosidad, moralidad y deseo.
Josèfa Ntjam, Sabiduría, 2024, Aluminio CNC anodizado y
pintura.
Josefa Ntjam, Ectocarpus #2, 2023. Fotomontaje impreso por sublimación sobre aluminio, 187 x 120,5 cm
Josèfa Ntjam imagina mundos fluidos y utópicos, donde las identidades fijas se disuelven, a través de mitologías africanas, rituales ancestrales y ficción especulativa. Difumina las fronteras entre mito, tecnología, ancestralidad y futuro fusionando civilizaciones sumergidas y cosmologías ancestrales con (afro)futurismo.
Sissel Tolaas, Instalación olfativa, 2025.
El autor ha diseñado una serie de olores personalizados, cada uno elaborado para ejemplificar los temas de la exposición, como Océano, Animal, Humano, etc. No sólo ilustran, sino que sumergen al espectador en ellas, conectando con recuerdos, emociones e instintos que exceden el ámbito visual.
Natalia (Natalia Sergeevna Goncharova) Goncharova, El bosque, 1913. Óleo sobre
lienzo. 130 x 97 cm
Daniel Steegmann Mangrané,
Un sueño soñando un sueño, 2020. Video generado por
ordenador en tiempo real y de manera procedimental, blanco y negro, sin sonido.
Vasija moche con forma de ocelote, h 100-750 d.C.,
cerámica y pigmento.
El espectador se traslada a un universo selvático donde la distinción entre humanos, animales y espíritus se disuelve. Un gran felino transita en un bucle onírico en el que el bosque amazónico colapsa y se recompone, activando una ecología animada que resuena con antiguas concepciones amerindias que entienden la selva como un espacio de comunicación entre múltiples formas de vida. Una cerámica reafirma estas cosmologías ancestrales.
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