viernes, 13 de octubre de 2023

Monet

Este cuadro, al contrario que la pintura clásica, no narra ninguna historia, es simplemente una instantánea de la realidad tal como podría realizarla un fotógrafo, sin ningún tipo de contenido. La verdadera protagonista es la luz. Tiene una composición ligeramente asimétrica, desplazada hacia la izquierda, siendo el motivo dominante el reflejo del sol con su tono cálido. El encuadre reduce el cielo, para dar protagonismo al agua y los reflejos, utilizando un punto de vista más elevado. Predomina el color sobre la línea, con una pincelada muy suelta que vuelve abocetados los motivos. Hay colores fríos (violetas y azules) que contrastan con las zonas cálidas, anaranjadas. La luz tiene una función representativa, pero como protagonista, no como soporte para la creación de volumen a través del claroscuro. La toma en picado crea un espacio plano, sin perspectiva. Las figuras no tienen importancia, al igual que las texturas.

Fue la primera creación verdaderamente impresionista, reflejando gran parte de las características del estilo. Su interés primordial está en la luz, su captación fugaz (el amanecer), lo que necesita de una pintura rápida (abocetamiento) y al aire libre. Técnicamente se utiliza la pincelada muy suelta (heredada de Manet, Goya y, en último término Velázquez) que más que pintar las cosas, busca el reflejo sobre ellas, eliminando el tema para buscar el juego de brillos y reflejos. Arranca de la tradición holandesa del paisaje y su búsqueda de las luces, como era típico de Vermeer, Ruiysdael, etc., del siglo XVII.

Impresión, sol naciente (1872). El título de este cuadro sirvió para dar nombre a un movimiento artístico, el Impresionismo francés, y su autor, Claude-Oscar Monet (París 1840 – Giverny 1926), es considerado uno de los fundadores e incluso el padre. Su prolífica obra se basa en retratar la naturaleza tal como es, cambiante, como puede apreciarse en sus famosas series, de forma que un mismo argumento sirve para distintos cuadros.


El espacio cultural CentroCentro ha organizado una exposición con más de cincuenta obras procedentes del Musée Marmottan Monet de París, que alberga el más importante conjunto de sus obras. Su trayectoria artística se explica por medio de sus obras preferidas, las que conservó hasta la muerte, como los emblemáticos Nenúfares. En el fondo, las obras no son sino el reflejo impresionista de lo que el artista apreciaba más y le servía de inspiración. Sobre los jardines de inspiración oriental que construyó en su casa de Normandía llegó a decir: “Mi jardín es mi obra maestra más hermosa”.

 

 

LOS ORÍGENES DEL MUSÉE MARMOTTAN MONET: DESDE EL IMPERIO HASTA EL IMPRESIONISMO.


Paul Marmottan (1856-1932) legó su palacete del siglo XVI en París y sus colecciones a la Académie des Beaux-Arts en 1932 y en 1934 el edificio se convirtió en museo, teniendo como primer fondo el mobiliario imperial y los cuadros neoclásicos, pasión de Marmottan por el arte de la Europa napoleónica. En 1999 el museo pasó a llamarse Musée Marmottan Monet, denotando, con la incorporación del apellido del gran pintor, el enriquecimiento de la institución, primer fondo mundial de las obras del artista gracias a la donación de Victorine Donop de Monchy en 1940 y del hijo pequeño del pintor, Michel Monet, en 1966.

 

 El tren en la nieve. La locomotora, 1875. Óleo sobre lienzo, 59 x 78 cm.

Pintura de paisaje urbano en la estación de Argenteuil. Representa los esfuerzos por integrar la naturaleza y la industria. La composición tiene líneas divisorias creadas por la valla, los árboles y las vías, así como el humo oscuro de la locomotora. Las figuras de los viajeros que esperan en el andén animan el frío paisaje. El señalero se prepara para la salida del tren. El humo oscuro se mezcla con el cielo, frío y gris como la nieve. Toques de color son las luces rojas y amarillas. Intento de plasmar la perspectiva. Las líneas convergentes creadas por las diagonales dan sensación de movimiento del tren a pesar de estar detenido. Conexión entre esta obra y la novela de Zola La bestia humana, donde aparece un fragmento que presenta esta escena. 

El puente del ferrocarril. Argenteuil, 1874. Óleo sobre lienzo, 14 x 23 cm.

 

La obra muestra un escorzo perspectivo, de abajo arriba, de un puente ferroviario. Quizá sea el de Chatou, cercano también a la isla de Chiard, “isla de los impresionistas”, a orillas del Sena, en la periferia oeste de París, frecuentada por los parisinos que iban los domingos a distenderse. Era rica en vegetación, vivían artistas y Monet alquiló una casa en Argenteuil entre 1872 y 1877. Los símbolos del progreso industrial alternan y se mezclan con los de la vida rural, como para subrayar una armonía posible. Reacción rápida del artista frente a la naturaleza, traducida en follaje denso y vibrante, desarrollado en tonalidades frías (azul, verde, amarillo). El punto de vista, rebajado a un nivel coincidente con la rica vegetación, parece subrayar la idea de una modernidad aparecida en forma imprevista. 

                                                       Efecto de nieve, sol poniente. 1875


 

LA LUZ IMPRESIONISTA.

Los impresionistas rompieron la jerarquía de los géneros en la pintura al salir del estudio para pintar la naturaleza, primando desde entonces no el tema en sí, sino la sensación provocada por un paisaje, por escenas de la vida moderna, etc.  Monet, pintor al aire libre, trató de captar las variaciones luminosas y las impresiones de colores; más que en el motivo, se interesaba en su transfiguración por obra de la luz, por lo que tenía que trabajar deprisa, a base de pinceladas sucesivas, aventurándose incluso por lugares expuestos a cambios meteorológicos bruscos. La naturaleza aún salvaje de la costa de Normandía, o de Holanda, le permitieron abordar las intensidades lumínicas de sus puestas de sol

Campo de tulipanes en Holanda, 1886. Óleo sobre lienzo, 54 x 81 cm

 

EL PLEIN AIR.

El siglo XIX dio a los pintores más libertad de movimientos (ferrocarril, pintura en tubos), aunque con limitaciones, puesto que tenían que desplazarse con el material (elegían lienzos de pequeño formato, fáciles de transportar) y plasmar lo que veían al instante, rápidamente. Monet se inició en esta práctica con Johan Barthold Jongkind (1819-1891) y Eugène Boudin (1824-1898), recorrió el país con asiduidad e hizo varios viajes por el extranjero para pintar marinas, paisajes, escenas de la vida familiar (retrato abocetado de su esposa Camille, 1870). En algunas sesiones al aire libre debía recurrir a los servicios de un porteador, como Poly, a quien conoció en Belle-Île en 1886 y de quien pintó un retrato.

 Paseando cerca de Argenteuil, 1875. Óleo sobre lienzo, 61 x 81,4 cm.


En 1871 Monet se estableció en Argenteuil, a orillas del Sena, donde se dedicó principalmente a los paisajes y a los retratos de Camille y Jean, su mujer e hijo, en el jardín o en el campo. De esta imagen hay cuatro versiones, que reflejan las distintas estaciones del año.

 

                               Vétheuil en la niebla, 1879. Óleo sobre lienzo, 60 x 71 cm. 


El velero, efecto del atardecer, 1885. Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm.


Monet disfrutaba los días de buen tiempo en Étretat, ya que la playa estaba muy viva. En este cuadro, entre el cielo y el mar, que se funden el uno con el otro, vemos una embarcación ligera, de dibujo fino y preciso. La vela, oscura, se recorta contra una gradación de colores pastel que va del amarillo al rosa, reflejo del crepúsculo en el horizonte.


                                                Campo de iris amarillos en Giverny. 1887



EL JARDÍN DE MONET EN GIVERNY. MÁS ALLÁ DEL IMPRESIONISMO.

A Giverny se trasladó el pintor en 1883 y se hizo dueño de la propiedad en 1890. Su situación económica había mejorado, lo que le permitió acondicionar su casa y diseñar el jardín, por lo que ya no se alejó del valle del Sena. La estabilidad le procuró una profundización de su estudio de la naturaleza, pintando las plantas y flores que tenía alrededor, por lo que la figura humana fue desapareciendo progresivamente de su obra, sustituida por los iris, los hemerocalis, los agapantos y, sobre todo, los nenúfares. Su jardín acuático se convirtió en el tema predilecto. Vivía entre su estudio y su jardín, rodeado por sus creaciones. 

Los hemerocalis, hacia 1914-1917. Óleo sobre lienzo, 150 x 140,5 cm.

Iris, hacia 1924-1926. Óleo sobre lienzo, 105 x 73 cm.


El magnífico jardín acuático de Monet en Giverny tenía muchas variedades de Iris, aunque él prefería el Iris Germanica, con pétalos de un azul violáceo, que pintó en nueve cuadros. Las flores destacan contra un fondo gris malva. El estilo, sin la perspectiva tradicional, revela una profundización en el lenguaje decorativo autónomo, correspondiente a la época en que estaba terminando los grandes Nenúfares.


                                        La barca. 1887



LAS GRANDES DECORACIONES.

Las investigaciones sobre la representación de las plantas, iniciadas con los Nenúfares de 1903 a 1907, llevaron a unas pinturas monumentales, pintadas en el estudio, conocidas como los Nenúfares de la Orangerie en la selección regalada a Francia, aunque fueron 125 paneles de gran formato en los que Monet representó su jardín acuático de Giverny desde 1914 hasta 1926, en que murió. Monet representó un fragmento de su estanque en formatos muy grandes prescindiendo de cualquier perspectiva y referencia espacial, y sumergiendo al espectador en el espejo de la extensión de agua, con nubes y ramas reflejadas en la superficie, impidiendo distinguir entre arriba y abajo. Son paisajes sin principio ni final, que sugieren su inmensidad invitando a una experiencia contemplativa en la que basta con representar un detalle de la naturaleza, una flor.

Nenúfares, hacia 1916-1919. Óleo sobre lienzo, 130 x 152 cm.


Los elementos reales se asocian a sus reflejos en la superficie del estanque. El follaje de los sauces se mezcla con las grandes hojas flotantes de los nenúfares, cuya forma ovalada rompe con la fluidez vertical de las ramas, mientras el rojo y el amarillo de las flores parecen explotar sobre una superficie dominada por colores fríos. Es un cuadro de caballete destinado a la venta, bien acabado y sin “espacios en reserva”.

                                                                 Nenúfares. 1916-1919



LA ABSTRACCIÓN EN CUESTIÓN.

A partir de 1908 Monet tuvo que luchar contra una ceguera progresiva debida a que sufría de cataratas, lo que le impedía ver con claridad y alteraba su percepción de los colores. Eso produjo que su paleta se redujera, quedando dominada por marrones, rojos y amarillos, como puede verse en los ciclos de El sendero de los rosales, los Puentes japoneses y los Sauces llorones. Su pintura se volvió más gestual, haciéndose visible la mano que sujeta el pincel, diluyéndose la forma frente al color y al movimiento. Estos cuadros dejarían profunda huella en los pintores abstractos de la segunda mitad del siglo XX.

Glicinas, hacia 1919-1920. Óleo sobre lienzo, 100 x 300 cm.

Monet elegía las plantas que adornaban su jardín, revelando su personal visión del jardín ideal. En 1905, sobre el puente japonés que cruza el estanque de los nenúfares, hizo instalar un arco por el que trepan glicinas importadas de China y Japón. A este motivo dedicó varios cuadros concebidos como frisos, destinados a adornar el pabellón del actual Musée Rodin. Se mueven en los límites de la abstracción y las artes decorativas y muestran la parte más íntima de su obra.

Sauce llorón, hacia 1918-1919. Óleo sobre lienzo, 100 x 120 cm.


Al estallar la Primera Guerra Mundial Monet había perdido a varios compañeros artistas, a su mujer Alice en 1911 y a su hijo Jean en 1914. En estos años de soledad, pintó el sauce llorón, símbolo de su dolor. Su atención se centra en el solitario tronco y en el movimiento ondulante de las ramas que forman vibraciones cromáticas en la pequeña superficie. Jugando con el claroscuro, subraya la presencia melancólica del árbol.

                                                           El puente japonés. 1918-1919



VIAJES AL EXTRANJERO.

En su única estancia en Noruega pintó la luz y la fascinación invernal del norte. Plantó su caballete sin retroceder ante las inclemencias, deseoso de plasmar los efectos de nieve. Marcado contraste entre la arquitectura de colores, cuya tradición se ha mantenido, y la nieve de tonos azulados, que sirve para subrayar los efectos cromáticos del cielo sobre el manto blanco.


Noruega. Las casas rojas de Björnegaard, 1895.

Londres, el Parlamento, reflejos en el Támesis, 1905. Óleo sobre lienzo, 81,5 x 92 cm.


Monet pintó varias imágenes del Parlamento desde la orilla opuesta, durante su estancia en Londres. No le interesaba representar su línea vertical, sino ofrecer una versión fantasmal captada a contraluz, a última hora de la tarde cuando se ponía el sol. Los detalles se disuelven en grandes zonas de colores fríos.



                                         Paleta, pipa y gafas que usó después de operarse.

La exposición está ambientada con proyecciones e incluso una parte inmersiva en la obra de Monet.


 

 





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