Edades del hombre 2021 (I)
Estas exposiciones, con la idea ya agotada, son muy repetitivas, y, aunque cambie el lema de cada año, las obras son siempre las mismas, unas cogidas por los pelos y otras sin tener nada que ver. No obstante, lo expuesto siempre es de un alto nivel y vale la pena la visita, porque, además, en muchos casos es más importante el continente -la iglesia- que el contenido. También sirven para hacer un recorrido por las distintas zonas, siempre interesantísimas.
Carrión de los Condes, Palencia, se encuentra a orillas del río Carrión en la comarca natural Tierra de Campos, atravesada por el Camino de Santiago Francés. Es una pequeña población de 2.035 habitantes (2020), situada a 838 m de altitud, que estuvo poblada en tiempos previos a las culturas prerromanas, con restos de la cultura campaniforme. La parte alta fue la Lacóbriga vaccea, romanizada, mansio de la calzada Burdeos-Astorga, la vía Aquitania. Fue ciudad importante en la Edad Media, en la que se celebraron cortes y sínodos, y empezó a ver pasar peregrinos camino de Compostela: en el Codex Calixtinus se dice que es “rica en pan y vino”. El nombre apareció en 1522 y, a pesar de que antes se refería a los condes Gómez Díaz, en realidad se debe a los condes de Osorno, Treviño y Benavente, en el s. XV.
“La casa del lagarto” es otra leyenda que se refiere a doña Ana de Guardo, viuda del regidor perpetuo de Carrión de los Condes. La casa se construyó como parte de la dote de la hija, Ana también, para que viviera allí cuando se casara. La madre quería casar a la hija con un rico labrador, sin saber que mantenía un romance secreto con Juan, el hijo del sacristán de la cercana iglesia de San Andrés. Ana decía que no se casaría hasta que la casa estuviera terminada y, al visitar las obras, siempre ponía objeciones para retrasarlas (paralelismo con Penélope). Al mismo tiempo rezaba a la Virgen de las Nieves, que la escuchó. En la obra apareció un lagarto que asustaba a los albañiles y derrumbaba lo construido; además, la Virgen se apareció al párroco de San Andrés y le pidió que los casase en secreto. Cuando la casa se terminó, el pretendiente quiso entrar, pero el lagarto no le dejó, diciendo que sólo entrarían los que lo hicieran con amor. Ana y Juan se cogieron de la mano y el lagarto se apartó, pero no dejó entrar a nadie más. El párroco confesó que los había casado en secreto y el pretendiente se marchó. El lagarto permaneció en el tejado mientras vivieron Ana y Juan y después desapareció. Los hijos hicieron un lagarto de forja y lo pusieron en la esquina del alero del tejado para recordar la importancia del amor. La casa actual, s. XIX, tiene un lagarto pintado de verde.
Los toros de las mochetas de la puerta de acceso tienen relación con la leyenda sobre el “Tributo de las cien doncellas”, que se sitúa en el s. VIII, tras la invasión musulmana. El rey Mauregato (783-789), hijo bastardo de Alfonso I el Católico, consiguió usurparle el trono a Alfonso II con ayuda de Abderramán I, emir de Córdoba, y a cambio se comprometió a pagar el famoso tributo. Alfonso X El Sabio, en la Primera Crónica General, narra cómo era: “Que demandasen por razón que no diesen guerra et que dejasen en Paz; et enviaronle pedir que les diese cada año 50 doncellas de las más fijasdalgo con que casasen y otras 50 de las otras del pueblo con que tuviesen sus solaces y su deleite; y estas cien doncellas que fuesen todas vírgenes”. A Carrión le correspondía entregar cuatro de las cien doncellas. Ramiro I acabó con el tributo venciendo en Clavijo con el apoyo del Apóstol Santiago, “Matamoros”, que apareció en la batalla montado sobre un caballo blanco.
Aunque este tributo no parece haber existido, sí queda en el recuerdo. En la iglesia se conserva un cuadro del s. XVII que ilustra el suceso con una inscripción: “En tiempo del Rey Miramamolín le fue tributario del Rey Mauregato de cuatro doncellas que tocaban a esta Villa y llegando al sitio con los moros que las llevaban, se encomendaron a esta imagen de la Virgen para que las librase de su cautiverio, lo que fue Dios servido por medio de cuatro toros que se aparecieron, pues acometiendo furiosos a los moros, les quitaron las doncellas y mataron la mayor parte de ellos, quedando las doncellas solas y los toros en su guarda, hasta que los vecinos las recogieron. Con el milagro quedaron las doncellas libres y esta villa exenta de tal tributo y sucedió en las pascuas del Espíritu Santo y en estos días hay dos procesiones y sermón desde el año 826.”
Leyendas similares hay en otros lugares, como Betanzos, y se celebran fiestas conmemorando la supresión del odioso tributo en Astorga (la “Zuiza”), León (las “Cantaderas”), Sorzano (romería de la Virgen de la Hermedaña, con jóvenes vestidas de blanco y adornadas con ramas de acebo).
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