La ronda de noche. Rembrandt.
“La ronda de noche”
o “La ronda nocturna”, famosa obra de
Rembrandt, fue pintada entre 1640 y 1642. Su nombre original, descubierto en un
boceto preparatorio, fue “La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y
el teniente Willem van Ruytenburgh”. El error vino por estar el barniz tan
oscurecido que parecía una escena nocturna. Al restaurarlo en 1947 se vio que
la escena era durante el día, en el interior de un portalón en penumbra al que
llega un potente rayo de luz.
La Corporación de Arcabuceros de Ámsterdam fue la que
encargó la obra para decorar su sede, el “Gran Salón”, por lo que Rembrandt usó
dimensiones monumentales. Todos los integrantes de la Compañía pagaron por
aparecer en el cuadro, pero, al ser una institución municipal, el cuadro es
propiedad del Ayuntamiento que lo cede en préstamo al Rijksmuseum. La escena
que se representa puede ser la de cualquier día, cuando la Compañía se
preparaba para salir y aparecen, además, varios niños y un perro que animan la
escena. Pero, al parecer, la obra no cubrió las expectativas ni de los miembros
de la milicia ni de la crítica.
Forma parte de la tradición holandesa de retratos
colectivos que surgió en la llamada “Edad de oro del arte holandés”. Rembrandt,
además de “La ronda de noche”, tiene
otros retratos colectivos como “La
lección de anatomía del Doctor Tulp” o “Los
síndicos del gremio de pañeros”.
Del mismo modo que Rembrandt, otros artistas del barroco
también pintaron retratos colectivos. Cercanos a Rembrandt trabajaron Frans
Hals (“La milicia cívica de San Adrián de
Haarlem”) o Peter Paul Rubens, que prefería los temas mitológicos o
religiosos (“El combate de las amazonas”).
Desde otra óptica trabajó Diego de Velázquez, que pintó escenas históricas al servicio
de la monarquía española (“La rendición
de Breda”).
Esta importantísima obra se expuso originalmente en el
Kloveniersdoelen de Ámsterdam, la sede de la milicia cívica. En 1715 fue
trasladado al Ayuntamiento y, al no encajar en la pared, se mutiló, perdiendo
varias figuras. En 1817 se trasladó al recién inaugurado Rijksmuseum. Durante
la II Guerra Mundial tuvo que ser trasladado hasta el Castillo Radboud en
Medemblik y, más tarde, a un búnker cerca de Castricum, al norte, donde se
quitó el marco y se enrolló. En 1942 de nuevo se trasladó, esta vez a las
cuevas de San Pietersberg, cerca de Maastricht. Volvió a Ámsterdan en 1945.
En este año, 2020, iba a ser restaurado y, para ayudar en
el trabajo, se ha realizado una fotografía a partir de 528 imágenes -24 filas
de 22 instantáneas- que se combinaron con redes neuronales, con inteligencia
artificial. El resultado es una imagen de 4,48 gigapíxeles. Esta altísima
resolución permitirá al equipo restaurador estudiar la pintura en detalle de
forma remota, antes de su trabajo previsto para 2021, pero todos podemos
beneficiarnos de poder admirar con tanto detalle esta obra.
En lugar de un retrato estático, convencional y formal,
Rembrandt muestra un enfoque original, sin seguir un orden jerárquico preciso.
La colocación parece responder únicamente a razones plásticas. Pero el aparente
desorden no es tal. El cuadro tiene una composición muy racional, basada en un
eje horizontal (el telón de personajes que sirve de apoyo a las dos figuras
principales, en primer plano) y en otro eje vertical (posición del capitán, con
su traje negro, apoyado por la figura aneja del teniente, de amarillo; las dos
figuras centran la escena). Además, la larga lanza y el asta de la bandera,
forman dos diagonales que se cruzan en el centro luminoso de la escena. Todo
configura una sensación de espacio en diferentes niveles, la penumbra del
portalón, el sol de la calle y el del espectador, típicamente barrocos, como en
Las Meninas de Velázquez.
Los personajes principales son el Capitán Frans Banninck
Cocq, figura central que, con la mano, indica la orden a su teniente y la
alarga al espectador, incluyéndolo en la escena. Ocupa la posición
predominante. Al lado, el Teniente Willem van Ruytenburch, que recibe la orden
de preparar a la compañía para la formación. Al ser más bajo de estatura,
Rembrandt le da más colorido en el uniforme.
La niña parece que no tiene que ver con el resto de los
personajes. Es el único femenino y sirve de foco de luz. Se considera que es un
retrato de la esposa de Rembrandt, Saskia, que habría muerto el mismo año de la
realización del lienzo y cuya pérdida le ocasionó profunda depresión. Viste un
amarillo muy luminoso y en la cintura le cuelga un gallo blanco, el emblema de
la compañía, pintado en lugar del habitual blasón.
Como personajes secundarios aparecen los quince miembros
de la milicia cívica, cuyos nombres se conocen.
El dibujo está apenas esbozado, los contornos son poco
nítidos, y queda disminuido por la importancia del color y de la luz. Influido
por Caravaggio, Rembrandt usa el tenebrismo, el claroscuro, creando fuertes
contrastes de luz. La iluminación no es uniforme, sino que destaca a ciertos
personajes, como la niña. Esta iluminación es la gran protagonista del cuadro.
El color está aplicado con pinceladas espontáneas, en
tonos cálidos de las tierras y los ocres, con excepciones de rojo (echarpe del
capitán, soldado a su derecha), blanco (niña) y amarillo (teniente). El
contraste entre las dos figuras centrales se basa en el uso de tonalidades
opuestas y el tono dorado de la penumbra contrasta con las caras iluminadas.
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