lunes, 27 de julio de 2020


La ronda de noche. Rembrandt.

La ronda de noche” o “La ronda nocturna”, famosa obra de Rembrandt, fue pintada entre 1640 y 1642. Su nombre original, descubierto en un boceto preparatorio, fue “La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh”. El error vino por estar el barniz tan oscurecido que parecía una escena nocturna. Al restaurarlo en 1947 se vio que la escena era durante el día, en el interior de un portalón en penumbra al que llega un potente rayo de luz.



La Corporación de Arcabuceros de Ámsterdam fue la que encargó la obra para decorar su sede, el “Gran Salón”, por lo que Rembrandt usó dimensiones monumentales. Todos los integrantes de la Compañía pagaron por aparecer en el cuadro, pero, al ser una institución municipal, el cuadro es propiedad del Ayuntamiento que lo cede en préstamo al Rijksmuseum. La escena que se representa puede ser la de cualquier día, cuando la Compañía se preparaba para salir y aparecen, además, varios niños y un perro que animan la escena. Pero, al parecer, la obra no cubrió las expectativas ni de los miembros de la milicia ni de la crítica.

Forma parte de la tradición holandesa de retratos colectivos que surgió en la llamada “Edad de oro del arte holandés”. Rembrandt, además de “La ronda de noche”, tiene otros retratos colectivos como “La lección de anatomía del Doctor Tulp” o “Los síndicos del gremio de pañeros”.





Del mismo modo que Rembrandt, otros artistas del barroco también pintaron retratos colectivos. Cercanos a Rembrandt trabajaron Frans Hals (“La milicia cívica de San Adrián de Haarlem”) o Peter Paul Rubens, que prefería los temas mitológicos o religiosos (“El combate de las amazonas”). Desde otra óptica trabajó Diego de Velázquez, que pintó escenas históricas al servicio de la monarquía española (“La rendición de Breda”).

Esta importantísima obra se expuso originalmente en el Kloveniersdoelen de Ámsterdam, la sede de la milicia cívica. En 1715 fue trasladado al Ayuntamiento y, al no encajar en la pared, se mutiló, perdiendo varias figuras. En 1817 se trasladó al recién inaugurado Rijksmuseum. Durante la II Guerra Mundial tuvo que ser trasladado hasta el Castillo Radboud en Medemblik y, más tarde, a un búnker cerca de Castricum, al norte, donde se quitó el marco y se enrolló. En 1942 de nuevo se trasladó, esta vez a las cuevas de San Pietersberg, cerca de Maastricht. Volvió a Ámsterdan en 1945.




En este año, 2020, iba a ser restaurado y, para ayudar en el trabajo, se ha realizado una fotografía a partir de 528 imágenes -24 filas de 22 instantáneas- que se combinaron con redes neuronales, con inteligencia artificial. El resultado es una imagen de 4,48 gigapíxeles. Esta altísima resolución permitirá al equipo restaurador estudiar la pintura en detalle de forma remota, antes de su trabajo previsto para 2021, pero todos podemos beneficiarnos de poder admirar con tanto detalle esta obra.



En lugar de un retrato estático, convencional y formal, Rembrandt muestra un enfoque original, sin seguir un orden jerárquico preciso. La colocación parece responder únicamente a razones plásticas. Pero el aparente desorden no es tal. El cuadro tiene una composición muy racional, basada en un eje horizontal (el telón de personajes que sirve de apoyo a las dos figuras principales, en primer plano) y en otro eje vertical (posición del capitán, con su traje negro, apoyado por la figura aneja del teniente, de amarillo; las dos figuras centran la escena). Además, la larga lanza y el asta de la bandera, forman dos diagonales que se cruzan en el centro luminoso de la escena. Todo configura una sensación de espacio en diferentes niveles, la penumbra del portalón, el sol de la calle y el del espectador, típicamente barrocos, como en Las Meninas de Velázquez.

Los personajes principales son el Capitán Frans Banninck Cocq, figura central que, con la mano, indica la orden a su teniente y la alarga al espectador, incluyéndolo en la escena. Ocupa la posición predominante. Al lado, el Teniente Willem van Ruytenburch, que recibe la orden de preparar a la compañía para la formación. Al ser más bajo de estatura, Rembrandt le da más colorido en el uniforme.



La niña parece que no tiene que ver con el resto de los personajes. Es el único femenino y sirve de foco de luz. Se considera que es un retrato de la esposa de Rembrandt, Saskia, que habría muerto el mismo año de la realización del lienzo y cuya pérdida le ocasionó profunda depresión. Viste un amarillo muy luminoso y en la cintura le cuelga un gallo blanco, el emblema de la compañía, pintado en lugar del habitual blasón.


Como personajes secundarios aparecen los quince miembros de la milicia cívica, cuyos nombres se conocen.



El dibujo está apenas esbozado, los contornos son poco nítidos, y queda disminuido por la importancia del color y de la luz. Influido por Caravaggio, Rembrandt usa el tenebrismo, el claroscuro, creando fuertes contrastes de luz. La iluminación no es uniforme, sino que destaca a ciertos personajes, como la niña. Esta iluminación es la gran protagonista del cuadro.


El color está aplicado con pinceladas espontáneas, en tonos cálidos de las tierras y los ocres, con excepciones de rojo (echarpe del capitán, soldado a su derecha), blanco (niña) y amarillo (teniente). El contraste entre las dos figuras centrales se basa en el uso de tonalidades opuestas y el tono dorado de la penumbra contrasta con las caras iluminadas.



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