Año de Beethoven.
El diario público
nos acerca a la conmemoración de los 250 años del nacimiento del genio de la
música que preparan Alemania y Austria, Bonn y Viena, con la intención de
aliviar nuestro confinamiento. Beethoven, además de dejarnos algunas de las
piezas más relevantes de la música de todos los tiempos, reflexionó sobre el
acto musical y él, que tanto supo sobre el silencio, dedicó su vida al arte de
mejorarlo.
Beethoven en Bonn.
Beethoven (Bonn,
1770-Viena, 1827) dio su primer concierto con siete años y a los diez tocaba el
órgano en las misas de su parroquia. Su padre, muy orgulloso –había sido músico
y tenor- enfocó la formación de su hijo hacia la composición y la
interpretación musical.
Bonngasse 20, la
primera residencia del joven Ludwig, es la primera parada del Circuito Beethoven que patrocina la
ciudad de Bonn, donde el ayuntamiento ha colocado paneles informativos en varios
enclaves para que el viajero pueda seguir las huellas del artista en esta
ciudad.
Así podemos
recorrer la parroquia de San Remigio,
donde tocaba para los feligreses, o la capilla
de la Residencia, donde consiguió su primer trabajo remunerado. Su familia
vivía bajo condiciones modestas, lo que forjó su carácter, ayudándole a soportar
sus penurias económicas en algunos momentos.
El punto focal del
culto a Beethoven en Bonn es Münsterplatz,
donde en 1845, con motivo del 75º aniversario del nacimiento del compositor, se
ubicó una gran escultura sobre pedestal que sigue siendo una de sus imágenes
icónicas. Franz Liszt fue el patrocinador principal de la obra y a la ceremonia
de colocación asistieron el rey de Prusia Federico Guillermo IV o la Reina
Victoria de Inglaterra.
El arte
contemporáneo también se ha fijado en su figura. La escultura Beethon, delante
de la sala de conciertos Beethovenhalle, ejecutada por Klaus Kammerich
inspirándose en el retrato más famoso del músico realizado por Karl Josep
Stieler en 1819, es otro de los símbolos más populares de Bonn.
BEETHOVEN EN VIENA.
Viena, una de las
ciudades más musicales, también participa en esta ruta. La leyenda cuenta que
Beethoven, en su primera visita a la ciudad, tropezó con un Mozart en las
últimas que dijo algo así como: “este
chico dará que hablar”. Justamente, un año después de morir Wolfgang, se
estableció definitivamente, convirtiendo a Viena en su centro de operaciones
durante 35 años.
Hay que recorrer el
Gran Museo Beethoven en Heiligenstadt,
muy engrandecido y mejorado, donde pueden verse desde antiguos audífonos hasta
el denominado Testamento de Heiligenstadt,
una carta –nunca enviada- a sus familiares en la que muestra su desolación
cuando asume que su sordera es irreversible: tenía 32 años. Aquí compuso
algunas de sus obras maestras como Sonatas
para piano Opus 31, el oratorio Cristo
en el monte de los olivos y la famosa Heroica.
El siguiente paso
es la casa Johann Baptist Freiherr de
Pasqualati en la Mölkerbastei, uno de sus principales mecenas en cuya casa
vivió intermitentemente durante varios años. Aquí compuso su única ópera,
llamada por él Leonora y rebautizada como Fidelio en contra de su voluntad.
También Viena colocó, 35 años después que Bonn, una estatua suya en una plaza,
Beethovenplatz: estatua de bronce, sentado en pose de reconcentramiento
creativo, con un Prometeo atado y un ángel a sus pies.
Antes de abandonar
Viena hay que rendir homenaje al genio en su tumba del Zentralfriedhof, disfrutar del legendario friso de Beethoven que
ejecutó Gustav Klimt en el edificio
de la Secesión vienesa y acudir a la Academia Austriaca de las Ciencias para
rememorar la 7ª Sinfonía y su obra sinfónica La victoria de Wellington, que él mismo
dirigió, porque la música fue su voz, su forma esencial de comunicación. En
alguna ocasión dijo que algunas cosas sólo “podían
decirse con el piano”, y los románticos, sus herederos, señalaron que las
notas iniciales de la 5ª Sinfonía eran el destino llamando a la puerta.
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Tumba de Beethoven en Viena, junto a la de Franz Schubert |
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