El Karst en Yesos de Sorbas.
Esta población de la provincia de Almería, Sorbas, cuenta
con unas importantes canteras de yeso y con una cueva visitable, karst en
yesos, que bien merecen la cortesía de una inspección puesto que se trata de
uno de los espacios naturales más atractivos, más importantes, de Almería junto
con el Desierto de Tabernas. “El término
de Sorbas está limitado por tres de las sierras que forman el Bético
Almeriense, al Norte la Sierra de los Filabres, y al Sur las Sierras de Cabrera
y Alhamilla, quedando el territorio sorbeño en la Depresión o Cuenca
intramontañosa, corredor natural entre Tabernas, Sorbas y Vera, relleno
sedimentario (“Introducción a la
geología de Sorbas”, Felipe Matías Alcaráz Guzmán, El Afa nº2), “en una cuenca sedimentaria cenozoica” (“La
cuenca sedimentaria cenozoica de Sorbas”, Felipe M. Alcaráz Guzmán, El Afa, nº 3),
y es espacio protegido como Paraje Natural, Zona de Especial Protección para
las Aves, ZEPA, y Lugar de Interés Comunitario, LIC.
Se encuentra en un paisaje árido, semidesértico, el más
árido de Europa, de 2.375 has., de altas temperaturas y bajas precipitaciones
(250 mm/año), pero de alto valor ecológico debido a la presencia de plantas que
resisten a pesar del yeso, tóxico para la mayoría. En su flora destacan
endemismos (Juan Mota, Flora endémica de Sorbas, El Afa, nº 2) como el
romerillo, la jarilla y el narciso de Sorbas, y, en presencia de agua en la
superficie (río Aguas), carrizo, cañaveral y taray, además de líquenes sobre
las rocas. La escasa fauna adopta colores térreos para camuflarse y en las
cavernas hay murciélagos.
El contexto geológico de la zona se explica por la unión
del sustrato bético con el neógeno-cuaternario. Aquí los yesos aparecen en la
zona más superficial, aunque la mayor parte permanece debajo de otros materiales
que se depositaron con posterioridad, conglomerados, margas y areniscas. Este
contraste litológico hizo que los procesos erosivos se desarrollaran con menor
intensidad en la formación yesífera, favoreciendo el desarrollo de los procesos
kársticos.
La evolución del karst se desarrolló en varias fases. En
principio los yesos estaban cubiertos por terrenos semipermeables, areniscas,
margas y conglomerados de abanicos aluviales. En una segunda etapa se fue
instaurando la red de drenaje superficial, pero también se formaron galerías
subterráneas. La disolución subterránea formó pequeñas dolinas, los yesos
quedaron expuestos y se formaron grandes depresiones kársticas y profundos
barrancos. Finalmente, de la red superficial sólo quedan dolinas y sumideros alineados
según las antiguas direcciones de los cauces.
Desde que hace seis millones de años se retiró el mar, se
produjo una precipitación de yeso de más de cien metros de espesor, que quedó
en la superficie expuesto a la acción del agua de lluvia. El resultado de todo
ese proceso ha sido el modelado kárstico del paisaje, originando un entramado
de cientos de dolinas en superficie y otras tantas cavidades subterráneas,
superpuestas hasta en siete niveles y, en su mayor parte, comunicadas. Puede
recorrerse en varias rutas: básica (1,5 h., recorrido horizontal, pequeñas
zonas para trepar y gatear), combinada (3,5 h, dos cuevas diferentes, pasos
estrechos), técnica. Para empezar, hacemos la básica.
Se inicia la visita en el Centro de visitantes “Los
Yesares”, en las cercanías del pueblo. A nosotros no nos lo enseñaron, pero
parece ser que tiene tres salas de exposiciones dedicadas a los distintos
ambientes de la zona, el medio terrestre, el mundo subterráneo y el humedal,
ilustrados por medio de paneles, maquetas, réplica de una cueva, video, etc.
(José Guirado Romero, El Afa, nº 1).
Desde el Centro de visitantes nos dirigimos a la cueva
por unos barrancos de paredes subverticales, cuya génesis no está relacionada
sólo con la erosión fluvial sino con los procesos kársticos. Se aprecian los
distintos procesos erosivos que han dejado galerías a distintos niveles y
barrancos y cuevas colgadas. La cueva es natural y ha sido escasamente
acondicionada para la visita, simplemente unas piedras a modo de escalera y unos
pequeños tacos de madera clavados para agarrarse. Para la visita nos colocamos
un casco con iluminación y, dirigidos por nuestra guía, entramos en fila dada
la estrechez del paso.
Conforme avanzamos, y gracias a las explicaciones de la
guía, apreciamos las secciones triangulares de las galerías, con grandes
bloques desprendidos del techo debido a la erosión de las margas intercaladas.
En el techo pueden observarse canales por donde circuló el agua en las etapas
iniciales. Los distintos niveles de las galerías, que se disponen siguiendo la
estratificación, deben ser salvados por pozos más o menos verticales. Estas
galerías siguen activas. Se ve correr un hilillo de agua y todavía queda barro
y ramas arrastradas en la última inundación. Lo más llamativo es el reflejo de
los cristales de yeso ante nuestras luces, una psicodelia subterránea.
El recorrido que hacemos es sencillo, aunque Enrique
González Pérez (El lugar que hoy me ocupa, El Afa, nº 3), decía que “la Cueva del Barranco del Infierno ha sido
para los de Sorbas lo más conocido, junto con el “estrechaculos”, el afa y la
rambla, un sitio para jugar y asumir un reto”, quizá aludiendo a recuerdos
incluso infantiles. Quedan otras galerías que no visitamos (Cueva del agua, la
más grande, más de ocho kms; Cueva de Covadura, la más profunda, 120 m.; Cueva
del Yeso; Cueva del Tesoro, la más bella –“Cueva del Tesoro: Algo más que una
cueva”, Enrique González Pérez, El Afa nº 1) y en las que aparecen unas
concreciones en yeso, los espeleotemas, originadas por la disolución del yeso
debida a la infiltración del agua, que se carga de sales hasta la saturación.
En las cavidades puede evaporarse el agua dejando su contenido en estas formas
((estalactitas, estalagmitas, estalagmitas huecas, cúpulas de condensación,
bolas de yeso, etc.). Realmente no son estalactitas porque el crecimiento no lo
realizan por el interior, puesto que el orificio se obtura, sino por el
exterior, por sus paredes.
El recorrido, dentro de esta escondida belleza pétrea, es
fácil, con algún punto más divertido, pero quedamos cubiertos del polvo de
yeso. A la salida hay preparados unos cepillos para limpiarnos mientras
pensamos que estos depósitos de la cuenca de Sorbas se originaron por
evaporación de una cuenca semiaislada, que la explotación del yeso es
antiquísima, primero de forma rudimentaria y a escala industrial desde hace
años. El producto se traslada en camiones hasta el cercano puerto de Garrucha
desde donde se exporta, constituyendo un elemento económico de gran
importancia.
También pensamos en otra ruta importante, el sendero de
los Molinos del Río Aguas, un cauce con morfología de rambla, con paredes
verticales en el cañón de los Molinos, situados en la margen derecha. El agua
recogida por el karst sale a través de surgencias o manantiales, siendo este de
los Molinos el más caudaloso, lo que produce un efecto oasis por su importante
humedal y fue aprovechado por molinos hidráulicos de harina y aceite que atendieron
la producción de los pueblos y cortijadas cercanos como el Tesoro, Marchalico,
Viñicas, en una cultura agrosilvopastoril abandonada por la excepcional
migración humana del siglo XX.
Un poco más limpios después del meticuloso cepillado
decidimos comer en las mismas instalaciones del Centro de visitantes. Los
platos son los típicos de la gastronomía local y damos cuenta de un suculento “trigo”, una especie de cocido que, a la
sombra y como dice el camarero, “pasa
bien”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario