viernes, 14 de junio de 2019


El Karst en Yesos de Sorbas.




Esta población de la provincia de Almería, Sorbas, cuenta con unas importantes canteras de yeso y con una cueva visitable, karst en yesos, que bien merecen la cortesía de una inspección puesto que se trata de uno de los espacios naturales más atractivos, más importantes, de Almería junto con el Desierto de Tabernas. “El término de Sorbas está limitado por tres de las sierras que forman el Bético Almeriense, al Norte la Sierra de los Filabres, y al Sur las Sierras de Cabrera y Alhamilla, quedando el territorio sorbeño en la Depresión o Cuenca intramontañosa, corredor natural entre Tabernas, Sorbas y Vera, relleno sedimentario (“Introducción a la geología de Sorbas”, Felipe Matías Alcaráz Guzmán, El Afa nº2), “en una cuenca sedimentaria cenozoica” (“La cuenca sedimentaria cenozoica de Sorbas”, Felipe M. Alcaráz Guzmán, El Afa, nº 3), y es espacio protegido como Paraje Natural, Zona de Especial Protección para las Aves, ZEPA, y Lugar de Interés Comunitario, LIC.



Se encuentra en un paisaje árido, semidesértico, el más árido de Europa, de 2.375 has., de altas temperaturas y bajas precipitaciones (250 mm/año), pero de alto valor ecológico debido a la presencia de plantas que resisten a pesar del yeso, tóxico para la mayoría. En su flora destacan endemismos (Juan Mota, Flora endémica de Sorbas, El Afa, nº 2) como el romerillo, la jarilla y el narciso de Sorbas, y, en presencia de agua en la superficie (río Aguas), carrizo, cañaveral y taray, además de líquenes sobre las rocas. La escasa fauna adopta colores térreos para camuflarse y en las cavernas hay murciélagos.




El contexto geológico de la zona se explica por la unión del sustrato bético con el neógeno-cuaternario. Aquí los yesos aparecen en la zona más superficial, aunque la mayor parte permanece debajo de otros materiales que se depositaron con posterioridad, conglomerados, margas y areniscas. Este contraste litológico hizo que los procesos erosivos se desarrollaran con menor intensidad en la formación yesífera, favoreciendo el desarrollo de los procesos kársticos.

La evolución del karst se desarrolló en varias fases. En principio los yesos estaban cubiertos por terrenos semipermeables, areniscas, margas y conglomerados de abanicos aluviales. En una segunda etapa se fue instaurando la red de drenaje superficial, pero también se formaron galerías subterráneas. La disolución subterránea formó pequeñas dolinas, los yesos quedaron expuestos y se formaron grandes depresiones kársticas y profundos barrancos. Finalmente, de la red superficial sólo quedan dolinas y sumideros alineados según las antiguas direcciones de los cauces.



Desde que hace seis millones de años se retiró el mar, se produjo una precipitación de yeso de más de cien metros de espesor, que quedó en la superficie expuesto a la acción del agua de lluvia. El resultado de todo ese proceso ha sido el modelado kárstico del paisaje, originando un entramado de cientos de dolinas en superficie y otras tantas cavidades subterráneas, superpuestas hasta en siete niveles y, en su mayor parte, comunicadas. Puede recorrerse en varias rutas: básica (1,5 h., recorrido horizontal, pequeñas zonas para trepar y gatear), combinada (3,5 h, dos cuevas diferentes, pasos estrechos), técnica. Para empezar, hacemos la básica.

Se inicia la visita en el Centro de visitantes “Los Yesares”, en las cercanías del pueblo. A nosotros no nos lo enseñaron, pero parece ser que tiene tres salas de exposiciones dedicadas a los distintos ambientes de la zona, el medio terrestre, el mundo subterráneo y el humedal, ilustrados por medio de paneles, maquetas, réplica de una cueva, video, etc. (José Guirado Romero, El Afa, nº 1).




Desde el Centro de visitantes nos dirigimos a la cueva por unos barrancos de paredes subverticales, cuya génesis no está relacionada sólo con la erosión fluvial sino con los procesos kársticos. Se aprecian los distintos procesos erosivos que han dejado galerías a distintos niveles y barrancos y cuevas colgadas. La cueva es natural y ha sido escasamente acondicionada para la visita, simplemente unas piedras a modo de escalera y unos pequeños tacos de madera clavados para agarrarse. Para la visita nos colocamos un casco con iluminación y, dirigidos por nuestra guía, entramos en fila dada la estrechez del paso.

Conforme avanzamos, y gracias a las explicaciones de la guía, apreciamos las secciones triangulares de las galerías, con grandes bloques desprendidos del techo debido a la erosión de las margas intercaladas. En el techo pueden observarse canales por donde circuló el agua en las etapas iniciales. Los distintos niveles de las galerías, que se disponen siguiendo la estratificación, deben ser salvados por pozos más o menos verticales. Estas galerías siguen activas. Se ve correr un hilillo de agua y todavía queda barro y ramas arrastradas en la última inundación. Lo más llamativo es el reflejo de los cristales de yeso ante nuestras luces, una psicodelia subterránea.

El recorrido que hacemos es sencillo, aunque Enrique González Pérez (El lugar que hoy me ocupa, El Afa, nº 3), decía que “la Cueva del Barranco del Infierno ha sido para los de Sorbas lo más conocido, junto con el “estrechaculos”, el afa y la rambla, un sitio para jugar y asumir un reto”, quizá aludiendo a recuerdos incluso infantiles. Quedan otras galerías que no visitamos (Cueva del agua, la más grande, más de ocho kms; Cueva de Covadura, la más profunda, 120 m.; Cueva del Yeso; Cueva del Tesoro, la más bella –“Cueva del Tesoro: Algo más que una cueva”, Enrique González Pérez, El Afa nº 1) y en las que aparecen unas concreciones en yeso, los espeleotemas, originadas por la disolución del yeso debida a la infiltración del agua, que se carga de sales hasta la saturación. En las cavidades puede evaporarse el agua dejando su contenido en estas formas ((estalactitas, estalagmitas, estalagmitas huecas, cúpulas de condensación, bolas de yeso, etc.). Realmente no son estalactitas porque el crecimiento no lo realizan por el interior, puesto que el orificio se obtura, sino por el exterior, por sus paredes.

El recorrido, dentro de esta escondida belleza pétrea, es fácil, con algún punto más divertido, pero quedamos cubiertos del polvo de yeso. A la salida hay preparados unos cepillos para limpiarnos mientras pensamos que estos depósitos de la cuenca de Sorbas se originaron por evaporación de una cuenca semiaislada, que la explotación del yeso es antiquísima, primero de forma rudimentaria y a escala industrial desde hace años. El producto se traslada en camiones hasta el cercano puerto de Garrucha desde donde se exporta, constituyendo un elemento económico de gran importancia.



También pensamos en otra ruta importante, el sendero de los Molinos del Río Aguas, un cauce con morfología de rambla, con paredes verticales en el cañón de los Molinos, situados en la margen derecha. El agua recogida por el karst sale a través de surgencias o manantiales, siendo este de los Molinos el más caudaloso, lo que produce un efecto oasis por su importante humedal y fue aprovechado por molinos hidráulicos de harina y aceite que atendieron la producción de los pueblos y cortijadas cercanos como el Tesoro, Marchalico, Viñicas, en una cultura agrosilvopastoril abandonada por la excepcional migración humana del siglo XX.

Un poco más limpios después del meticuloso cepillado decidimos comer en las mismas instalaciones del Centro de visitantes. Los platos son los típicos de la gastronomía local y damos cuenta de un suculento “trigo”, una especie de cocido que, a la sombra y como dice el camarero, “pasa bien”.



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